Pega el sol sobre la plaza de la Constitución en la mañana de este 23 de abril. Pega fuerte. Son las cosas de este tiempo: hace una semana pasa uno tiritando por aquí y, en un parpadeo, se sorprende a sí mismo en tirantes y en busca de la sombra. Y para cobijarse, en este lugar, están los libros. De todo tipo. Para todas las edades. Sin barreras. Y con siete escaparates en un espacio de treinta metros.
Es lo que tiene el Día del Libro en Zamora: siete librerías, mucha oferta y un 10% de descuento en cada compra. Nada mal. Incluso, para quienes podrían estar de bajón porque el tiempo libre se esfuma, como ocurre con los niños, que regresan este jueves al cole. Una muchacha podrá hacerlo con otra actitud gracias a las aventuras que podrá leer. Quizá con La Sirenita. Quién sabe si con La Cenicienta. En esa disyuntiva está bajo el tono rojizo que le da el cenador.
Cerca de ella, una mujer ya adulta hojea los cómics; otra duda si sumergirse en el universo de El infinito en un junco, de Irene Vallejo; y otra, algo más joven, argumenta con sus amigas por qué es mejor gastar el dinero en un libro que en una fiesta. Incluso, aunque la novela ocupe espacio en casa.
Las librerías zamoranas también dan la opción de llenar esas estanterías del hogar con libros escritos por personas que uno se puede encontrar por Santa Clara, como Jonathan Arribas o Beatriz Cepeda, e incluso de animarse con la prosa de otro escritor nacido aquí, aunque se deje ver un pelín menos: el caso de Juan Manuel de Prada.

De todos modos, si uno afina el oído, puede oír otros nombres con más demanda: María Oruña, María Dueñas, Javier Sierra… Por ahí van los tiros. Otra mujer se acerca a Ler para reclamar el último de Arantza Portabales, mientras que un señor pregunta por el Hombre Caído de Fernando Aramburu. Cada cual lleva una idea en la cabeza.
Eso sí, como quienes venden también saben, nunca falta el que reclama consejo para no equivocarse: «A ver, qué me recomiendas».