Fernando Martín Martín, graduado en Historia del Arte
Después de haber desayunado, muchos cofrades nos encontrábamos al comienzo de la calle de San Torcuato. En ese momento la Soledad ya se encontraba a la altura de la calle del Riego. Jesús Nazareno, pero esta vez, sobre todo el vulgo, decidió levantarse. Hay muchas razones para estar cabreados con las directivas de las diferentes cofradías de la ciudad, pero lo que pasó el Viernes Santo no solo era una vergüenza para los que allí nos congregábamos, sino para cualquier espectador.
La puesta en escena de la ciudad se ha roto, es un hecho. Las imágenes grandilocuentes solo sirven para aquellos que tienen la posibilidad de poder verlas, pero la gente corriente estábamos desamparados, absolutamente olvidados. Cuando a los directivos se les llena la boca de términos como la “austeridad” de la que presumimos, siempre es para el resto, no para ellos. La imagen del presidente de la cofradía recibiendo los pasos fue la certificación de la muerte de cinco siglos de historia de la cofradía. Una cofradía que presume de ser históricamente para las clases bajas de la ciudad pero que siempre tiene en su cima a personas de clase alta.
La cofradía se alzó, se alzó Zamora. Ahora bien, el verdadero motín lo han tenido muchos de los medios de la comunicación de la ciudad, que probablemente por miedo a algún tipo de reprimenda por parte de la Junta Directiva, han descafeinado lo ocurrido en la mañana del Viernes Santo. “Pequeño desajuste”, “decenas de personas”, usar deliberadamente usar los videos en los que se cantaba Thalberg a capela para no mostrar que más de dos mil hermanos de la cofradía cantamos “Directiva dimisión” ante aquel bochornoso espectáculo. Que no se sorprendan si no lo habían escuchado. Estos gritos no se produjeron exclusivamente cuando salió el sol, sino antes incluso de empezar el desfile, cuando los hermanos esperamos a la salida detrás del Ayuntamiento.
Las declaraciones del presidente de la cofradía son una tomadura de pelo a todos los hermanos de la cofradía. Mientras a los cargadores se les decía que parasen para no “comerse” a la imagen anterior, la foto en la Plaza Mayor con todas las imágenes es absolutamente repulsiva. Se excusan en el riesgo de lluvia, riesgo que parecía haber sido superado cuando todas imágenes ya descansaban en plena Plaza ante la atenta mirada del presidente, quien, con el pecho bien inflado, se regodeaba de su poder. Al mismo tiempo, los hermanos estaban solos, solos ante la grandilocuencia de las escenas perfectas.
Se alzaron las cruces como despedida, se cantó Thalberg porque la Semana Santa la hace la gente, cada hermano, cada persona que esta en la fila viéndola, incluso a aquellos que no les gusta y respetan que todo siga en orden. La procesión y la Cofradía la hace el pueblo, no sus dirigentes, quienes tienen intereses alejados no solo de la fe, sino del propio hecho cultural que llena las calles de la ciudad cada año.
No se sorprendan si dentro de unos años caen las reservas en los hoteles. Ya hay avisos, como esto siga así, no habrá ni gente en las aceras. No mencionaré ni la declaración BIC, pues solo hay que tener ojos para darse cuenta de que aquello fue un espectáculo bochornoso.