Las Capas paran el tiempo

La Hermandad de Penitencia se quita la espinita del año pasado y completa el recorrido íntegro de su procesión en una fría noche de Miércoles Santo

por Diego G. Tabaco

La gente conoce como las Capas Pardas a la Hermandad de Penitencia porque, en este caso, el hábito sí que hace al monje. Lo definitorio, lo primordial de las Capas es su vestimenta. Cuando Dionisio Alba plantea la cofradía a sus íntimos, mediada la década de los cincuenta del pasado siglo, habla de las capas, de la vestimenta. El proyecto, plantear una cofradía netamente zamorana, diferente a todas las demás, pivota necesariamente en el atuendo, así que se empieza por ahí. El Cristo y la sede se eligen después intentando, se consiguió, que encajasen perfectamente con la idea de cofradía que se planteaba. La sede, la imagen, el recorrido… era accesorio. Lo importante lo llevan los hermanos sobre los hombros.

El Cristo del Amparo sale De la Iglesia de San Claudio de Olivares. Foto Emilio Fraile.
El Cristo del Amparo sale De la Iglesia de San Claudio de Olivares. Foto Paloma V. Escarpa.

Este Miércoles Santo la hermandad ha cumplido con el desfile que hace el número 69 desde su fundación dando el protagonismo a lo mismo a lo que se le ha dado desde que echó a andar, a la capa. La cofradía sigue fiel a los principios que la inspiraron, aquellos de procesión aunque llueva, humildad absoluta y puesta en valor de las costumbres locales (resulta destacable el afán de algunos hermanos por incluir bajo la capa alistana prendas antiguas de las comarcas de Aliste y Alba). Sin alardes, como nunca los hubo. Sin autoridades invitadas, como nunca las hubo. Sin andar por la ciudad nueva. Eso queda para otros.

Las Capas traen a Zamora las semanas santas de los pueblos, pues resulta inevitable pensar en Bercianos de Aliste, de donde Dionisio Alba cogió el modelo que trajo después a la ciudad. Las Capas son una hermandad pegada a su tierra, que se resiste a asumir el paso del tiempo convencida, quién sabe, de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Con sus ciento cincuenta hermanos marchando mientras forman cruces. Con sus capas de honras, sus faroles de hierro, su Cristo del Amparo con calaveras y cardos a los pies, nada de flores. Las Capas, una vez más, han parado el tiempo.

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