Crónica de la entrega de un niño a su padre

El Vía Crucis congrega a miles de cofrades y desfila en una tarde soleada pero fría, con gran presencia infantil y juvenil en sus filas

por Diego G. Tabaco

No es fácil la logística para salir con niños en las procesiones. Quedaba media hora larga para el inicio del desfile cuando entraban en la plaza de la Catedral los cuatro: el padre, el hijo y los dos abnegados abuelos, asumiendo lo que se les venía encima por ser hoy Martes Santo y querer su hijo salir acompañado del pequeño de la casa. Primera misión, encontrar alguien conocido en primera fila. No vale cualquiera, tiene que ser por la izquierda, que es por donde sale él. Se plantan los cuatro en el centro de la plaza y otean las filas. Rápido localizan a alguien. 

Ahora vienen las explicaciones. Mira, te dejo aquí a mis padres con el niño, porque lo de dentro es matador. Somos muchos, y se va a cansar. Ellos se quedan por ahí y cuando yo pase os hago un gesto y me dais al niño. Vale, vale, entendido. El niño no quiere ni arrimarse a la primera fila, pinta regular, comienza el trabajo de los abuelos

Un cofrade, junto a varios asistentes. Foto Paloma V. Escarpa.

Los tres pasan el rato sentados en una ventana del Museo de Lobo, y no diremos aquí sus nombres porque lo último sería provocar jaleos en la familia. El caso es que el niño se enfada, se quita los guantes y los abuelos recurren al viejo truco de «boca llena, niño tranquilo». Lo que pasa es que al niño no le gusta cualquier cosa. Primero se come una galleta, luego una gominola, luego pide otra, vas a ver como se entere tu madre, y luego otra, que pica. «Se lo voy a decir a papá». «Noooo». 

Los tres pasan el rato, la procesión es lo de menos, las bandas empiezan a formar. «Mira, que ya están aquí los músicos». Ni caso, el crío a saltar, a pedir gominolas, y la abuela le da tres o cuatro que siempre son la última. «Te está viendo papá desde dentro comer gominolas». Pues que me vea, pensaría el crío. 

Un niño, asomado para ver a los cofrades. Foto Paloma V. Escarpa.

Se hace larga la espera, no crean que no, y esto no va a ser entregar al niño a su padre y marchar a cenar. Todos saben que el pequeño no va a acabar la procesión, porque es larga y porque hace frío. Pero nadie tiene la respuesta a cuándo va a decidir que hasta aquí ha llegado. Así que toca planificarse y los abuelos van decidiendo dónde se van a colocar para ir ofreciendo escapatorias al nieto. La primera, en la Magdalena. Luego ya veremos. El crío echa a correr mientras deciden, el abuelo va caminando detrás de él y la abuela se pone de los nervios porque el chaval cada vez está más lejos de su perseguidor. Ajenas al drama, tres chicas de la Banda de Zamora se hacen un selfie con sus flautas traveseras. Ya vuelven abuelo y nieto, a lidiar ahora con una abuela que está enfadada con los dos. Rompe a tocar la banda y va sonando el barandales. 

Menos mal que el padre aparece de los primeros. Los abuelos completan la entrega y ni siquiera esperan a que salga el Nazareno. Mucho menos la Esperanza. Se les hace tarde y su misión es otra. Abandonan rápido la plaza de la Catedral por el Portillo de la Lealtad, cruzan corriendo San Martín y suben, se supone, hasta encontrarse con la procesión por rúa, a la altura de la Magdalena, como habían planeado. Seguramente el nieto abandone ahí, porque estaba cansado y tenía frío. Eso es lo de menos, en cualquier caso. El año que viene, hasta Viriato. 

También Podría interesarte

Enfoque Diario de Zamora

Aviso Legal

@2023 – Todos los derechos reservados