Estaba el sol fuera a las ocho menos cuarto de la tarde y estaba el sol fuera a las ocho y cuarto. Pero justo a las ocho se abrieron los paraguas. Como si fuera un aviso del cielo para los más atrevidos: hoy no se llega al cementerio. La directiva se dio media hora para pensar si suspendía o no, pero no hizo falta y pasados veinte minutos de la hora de partida oficial, Luz y Vida salía de la Catedral para realizar este año, como hiciera el pasado, un recorrido más corto por el casco antiguo.
Tanto este desfile como el del Espíritu Santo han salido a la calle, pero ninguno ha podido completar su recorrido. De momento, cero suspensiones pero 100% de procesiones afectadas por la lluvia, si se tiene la primera procesión como la que es, la del Viernes de Dolores. Habrá que ver cómo evoluciona la cosa a partir de ahora, porque las previsiones no son precisamente halagüeñas y el recuerdo de la Semana Santa del año pasado, pasadísima por agua, empieza a extenderse como una sombra.

Pero volvamos al Sábado de Pasión. En el caso de Luz y Vida, el recorte al trayecto afecta al acto central de la hermandad, la oración por los difuntos que se lleva a cabo en el camposanto. No estaba la tarde para arriesgar, la verdad, y el lucimiento de la hermandad iba a ser más bien escaso por las calles de la margen izquierda. La cofradía tiene unos setecientos hermanos, pero los incrementos no acaban todavía de notarse en sus filas. Y el público se agolpa en el primer tramo del recorrido para dedicarse después a los menesteres del fin de semana.
Se puede estar de acuerdo en que la estación de penitencia es un acto íntimo de cada cofrade y coincidir a la vez en que la presencia de hermanos y público engrandece los desfiles. Quién sabe si lo duro -durísimo- del recorrido original, unos cuatro kilómetros hasta el cementerio para volver después, afecta tanto al crecimiento de la hermandad como a la presencia de espectadores. Todas las procesiones son duras a su manera, pero realizar este recorrido completo con un niño es poco menos que misión imposible.

Así que lo dicho, recorrido corto, y menos mal, porque no se había alejado 500 metros de la Puerta del Obispo la imagen de Hipólito Pérez Calvo cuando empezó a pintear otra vez. Como a las ocho, pero una hora y pico más tarde. Fueron cuatro gotas, otro recordatorio del cielo: no os entretengáis mucho que no está la tarde para más alegrías. Veremos si la cosa aclara o si esto es solo un anticipo.