La Semana Santa de Zamora también va de sentir lo mismo que emocionó a otros antes que a ti. Particularmente, si aquellos que lloraron, rieron, sufrieron o se enfadaron cubiertos con un caperuz o con la carga del paso sobre los hombros eran tus antepasados. Igual que se hereda lo material, también queda ese legado pasional que puede conducirte a alentar a un determinado equipo de fútbol o a amar un lugar donde tu familia fue feliz.
Y la familia de Aarón y Hugo González Tapias – o, al menos, parte de ella – fue feliz bajo la mesa del Nazareno de San Frontis. Para contarlo, viajemos al 6 de abril de 1941, Domingo de Ramos. Aquel día tuvo lugar el primer traslado procesional de la imagen conocida popularmente como «El Mozo». Con el paso a hombros, viajaba, entre otros, un hombre llamado Jesús del Río: el bisabuelo de los dos muchachos que, recién cumplida la mayoría de edad, emularon a su antecesor este 10 de abril de 2025, 84 años y cuatro días después.

Hugo y Aarón explican sus sensaciones justo antes de cumplir con la tradición y llevar el paso de la margen izquierda hasta la Catedral: «Nosotros estamos apuntados a cargar desde que nacimos. Al final, es el paso de la familia», explica Hugo, que recibe las carantoñas de sus abuelos y alguna que otra corrección en el atuendo: «Por fin, hemos cumplido los 18 para poder meternos dentro», constata el zamorano.
El propio Hugo, a quien Aarón deja la voz cantante a la hora de hablar, aclara que la cosa no viajó desde el bisabuelo hasta ellos sin escalas. Después cargó su abuelo José, yerno de Jesús del Río, y más tarde los tíos, un primo y ya ellos. En definitiva, cuatro generaciones: «Desde pequeños, hemos ido viendo cómo toda nuestra familia iba dentro y hemos escuchado las historias que te cuentan», remarca el cargador debutante, que defiende el traslado como procesión con todas las de la ley: «Para mí lo es».
Aarón y Hugo serán suplentes en la procesión del Martes Santo, el equipo de cargadores cambia para el Vía Crucis, pero volverán a sentir el peso de la tradición familiar sobre su espalda el viernes por la tarde, cuando se colocarán bajo La Conducción al Sepulcro, uno de los pasos del Santo Entierro. También les viene por herencia del bisabuelo. Volverá a ser un momento especial.
La influencia de Ladislada
Cuando los chicos se marchan con sus compañeros y el paso a cuestas rumbo al Puente de Piedra, la familia se queda observando desde la puerta de la iglesia con la emoción de haberles dejado el testigo: «Nosotros somos del barrio de siempre, de pura cepa», arranca Ladislada del Río, la hija de Jesús, la abuela de Aarón y Hugo: «Esto he tratado de inculcárselo», insiste la mujer.

Ladislada habla acompañada por su marido, José Luis, y por su hija Conchi, y recuerda la historia: la de su padre en los años 40 y la de la cofradía del Señor y la Santa Cruz, estrechamente vinculada al barrio y al Nazareno. También la suya propia y la espina arrancada cuando, por fin, las mujeres pudieron apuntarse al Vía Crucis y desfilar. Ella lo hizo casi de forma simbólica, ya mayor. Pero lo hizo.
Ahora lo sigue desde fuera, como su marido, que es de Segovia, pero que terminó por meterse en todas las tradiciones que le tocaron como cónyuge. Los dos verán el martes cómo uno de sus hijos ejerce como jefe de paso en el Vía Crucis y seguirán el estreno de Aarón y Hugo el viernes en el Santo Entierro: «A ellos les llena porque lo han vivido y, con la misma pasión que lo sienten ellos, estamos nosotros». Así continúan uniéndose los eslabones de la cadena.