Cuando uno busca el Bar Chicharro, de Molezuelas de la Carballeda, en Google, se da cuenta de una cosa. Hay bastantes reseñas de hace cinco y seis años y, de repente, aparecen comentarios de hace siete meses. En agosto de 2020, en plena pandemia, el pueblo se quedaba sin bar. La muerte del dueño obligaba a bajar la persiana del único negocio que resistía en la localidad, con gran pena de los vecinos, que perdían una de las pocas razones, cuando no la única, que les animaban a salir de casa en los meses de invierno. Cinco años después, en agosto de 2025, volvía a abrir. Desde entonces lo lleva Mari Carmen Pellitero, que en pocos meses se ha hecho con la clientela y que ya maneja el bar con soltura. Hasta aquí, una historia más de emprendimiento rural, siempre destacables. Pero aquí se une otra peculiaridad: Mari Carmen es sordomuda.
Mari Carmen y su marido, Celestino Trigal, vienen de Urdiales del Páramo, en la provincia de León. La historia la cuenta él, que desciende de Santa Eulalia del Rionegro. Aunque viven en León, a una hora de coche de Molezuelas, parte del negocio de esta familia siempre ha estado en Zamora. Celestino tiene una ganadería en Villalverde (municipio de Justel) y una explotación agraria en Urdiales del Páramo. «Como tenemos aquí al ganado, un día pasamos por Molezuelas y vimos el cartel de que se alquilaba un bar, y Mari Carmen dijo que quería abrirlo».

Tras pocas ayudas, varios trámites y muchos quebraderos de cabeza, el veinte de agosto Mari Carmen volvía a abrir la puerta del bar. Buenos comienzos y malas continuaciones, asegura la propia camarera, que apunta que el invierno en el pueblo es «malo» para el negocio. No en vano, aquí viven menos de cuarenta personas en los meses fríos, alrededor del triple en los días más largos del año. «Lo que no sé es si les da para pagar la luz», comenta un parroquiano mientras se desarrolla la entrevista.
En el pueblo sorprendió de entrada, cómo no, que la nueva camarera fuera sordomuda. Ahora las cosas suceden de manera más natural pero al principio, reconoce Celestino, costó. «Ahora ya nos conocen y le hablan despacio y piden a la cara lo que quieren. La gente se ha portado con ella fenomenal, estupendamente, y le ha favorecido mucho tener un trabajo así, de cara al público», apunta Celestino Trigal. Con las tapas, para evitar dificultades, se ha reducido la carta a un puñado de opciones, fundamentalmente dos: oreja y callos. Eso sí, entran dentro del precio de la consumición, cosa rara por estas tierras.
La pareja lamenta no recibir «ninguna ayuda» por parte de «ninguna administración», aunque esperan que la Junta vuelva a convocar el año que viene las subvenciones para los bares de los pueblos más pequeños y poder optar a ellas. «Los comienzos son difíciles, muchos pueblos de alrededor ya tienen bar y aquí hay que venir por unas carreteras malas», lamentan los nuevos propietarios del bar, que confían en ampliar plantilla en verano, cuando habrá «más jaleo».
Buenas perspectivas, por tanto, porque será también en verano cuando Celestino y Mari Carmen puedan quedarse ya de continuo en un domicilio que tienen en Justel y ahorrarse las más de dos horas de coche que ahora se meten diariamente entre pecho y espalda. «Hay días que nos hemos tenido que quedar por aquí y no hay ni hoteles, está la cosa parada», lamentan. Afortunadamente, algunos todavía hacen porque los pueblos se muevan.