Vidayanes fue más que es. En tiempos, esta localidad de la Tierra de Campos rozó los 400 habitantes. Ahora, apenas conserva 76 censados. Menos aún en el día a día del invierno. «La gente se va a vivir a Benavente, Zamora o Valladolid, y aquí quedan pocos», constata Fernando Ruiz. Este hombre es el párroco de la localidad desde hace seis meses y cuenta con unas 30 o 40 personas entre sus fieles. Las misas, en un templo como el que tiene el pueblo, casi son con eco.
Y es que la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVI, es de todo menos pequeña. Bien por si cae algún turista que pueda quedar impresionado, peor si quien tiene que costear el mantenimiento son los propios parroquianos. Durante algunos años, ese desnivel entre el volumen de la feligresía y el tamaño de un templo con evidentes necesidades provocó la aparición de goteras y el daño en distintas partes de la iglesia.

Entre otras cosas, se incrementó el deterioro en algunas de las pinturas de hace casi 500 años que adornan los laterales. Aún así, las vecinas que acompañan a los periodistas en su visita al templo explican que lo peor era lo práctico. Es decir, el frío y el agua que se colaban en la iglesia cada vez que se abría. Eso sucedía, de un tiempo a esta parte, una vez cada quince días.
Hace unos meses, ese problema acuciante se resolvió. La parroquia logró financiación para arreglar la cubierta y frenar las goteras. ¿El coste de la obra? 60.000 euros. La parroquia ya ha puesto los 15.000 primeros. Ahora, según apunta Fernando Ruiz, debe otros 45.000. Los trabajos ya se han ejecutado, así que los feligreses de Vidayanes pueden asistir a misa sin miedo a empaparse. Lo que parece más difícil de llevar a cabo es la restauración del enorme artesonado que corona el interior del templo.
«Bastante es que paguemos la deuda del tejado, así que, a la espera de las autoridades públicas, creo que ese artesonado de dimensiones catedralicias es mucho para nosotros», explica Fernando Ruiz, que duda que haya otro elemento de esas características y de ese tamaño en toda la Diócesis de Zamora: «Intentaremos hacernos presentes a ver si alguien nos hace caso, pero creo que las prioridades son otras», constata el cura.

Fernando Ruiz carece de datos concretos sobre cuánto puede costar una obra de esta índole, pero da algunas cifras para caerse de espaldas. Claramente inasumibles para Vidayanes, que observa cómo su artesonado mudéjar muestra agujeros y acumula patologías sin que nadie se decida a intervenir. Eso, por no hablar de la suciedad, claro. Pero no da ni para limpiar.
«Nos han rechazado un montón de empresas», admite Ruiz, al hablar sobre la posibilidad de adecentar mínimamente la zona del artesonado. Básicamente, se trata de quitar las telarañas y toda la suciedad que rodea a las piezas: «Hacen falta unos cuerpos de andamio considerables, y solo eso es carísimo», asevera el religioso.
Problemas en otras parroquias
Por lo pronto, Fernando Ruiz confía en poder restaurar la imagen de San Juan Bautista, de gran devoción para el pueblo, y en ir viendo lo demás. Y no solo lo de Vidayanes. En el resto de las parroquias que lleva este cura también hay necesidades similares. El religioso habla de la obra de «envergadura» que prevé en Revellinos, del tejado o las humedades de San Agustín del Pozo, o de los trabajos que requerirá Santovenia. «Es todo así, una lucha», zanja el párroco. Una batalla con pocas armas.