Los lugareños los tienen ubicados, saben hasta el modelo y el color del coche en el que vienen, han visto decenas de fotos y de vídeos en los que el vehículo aparece en los pueblos y en los cotos. Incluso, son conscientes de que la Guardia Civil les ha pillado en alguna ocasión. Pero «no pueden hacerles nada porque son insolventes», explica Andrés González. Este hombre es el secretario de la Copa Zamora de galgos y el alcalde de Fuentes de Ropel, y resume así la ocupación de quienes practican el furtivismo por la zona: «Se dedican a malos negocios». Algo similar a lo que ocurre con quienes viajan desde provincias más lejanas para robar los animales.
Andrés y todos los galgueros de la esquina noreste de Zamora están desesperados con ambos asuntos. Tanto, que hace unos días mantuvieron una reunión con la Subdelegación del Gobierno para poner sobre la mesa esta problemática que afecta particularmente a los términos de Fuentes de Ropel, Cerecinos de Campos, Villalobos o Villanueva del Campo: «Es algo que se ha incrementado exponencialmente», lamenta el representante de la Copa Zamora. En concreto, «los robos en España han crecido un 50% en los dos primeros meses de 2025 si se compara con el mismo periodo del año anterior», añade.
Los que vienen a por los perros se desplazan desde lugares como Salamanca, Toledo o un barrio concreto de Sevilla, según Andrés González, que apunta, con los datos de la Subdelegación en la mano, que en el último año se resolvieron 17 de los más de 50 casos que se denunciaron en la provincia. Ahora bien, el secretario de la Copa Zamora asegura que esa cifra tiene trampa: «Ellos entran al corral y saben cuál es el bueno, pero a veces cogen dos o tres más y los prueban. Si esos no valen, los sueltan y alguien los encuentra. Esos son los que esclarecen».

De hecho, desde la Copa Zamora, no tienen constancia de que «los perros de calidad» que hayan ganado competiciones provinciales como la suya hayan sido recuperados. Una vez desaparece el galgo, puedes darlo por perdido. «Hablamos de gente que entra y vulnera la seguridad sin problemas. Algunos hasta acceden a zonas con cámaras», destaca Andrés González, que afirma que hay vecinos que ya ni denuncian los robos: «Se ven indefensos».
Los lectores que desconozcan el dinero que se mueve en el negocio se preguntarán por qué tanto despliegue para robar un perro de estas características. Para comprenderlo, basta con decir que la campeona de España de este año se ha vendido, dentro de la legalidad, por un precio en torno a 60.000 euros. Un ganador de la Copa Zamora podría rondar los 12.000. Esas cantidades son las que aspiran a obtener quienes se cuelan en las naves, en los corrales o allá donde se encuentren los animales.
A partir de ahí, surge otra pregunta. ¿Cómo saben los ladrones dónde tienen que entrar, si se trata de gente que viene de otras provincias? «Todos sabemos que tiene que haber alguien en el pueblo que ayude a estas personas», señala Andrés González, que ironiza con el asunto: «No van a buscar en el catastro». Es decir, «siempre hay uno que les pone sobre la pista y ellos vienen a tiro hecho». Muchas veces, de noche; otras, a plena luz del día.
Uno de los últimos intentos de robo por la zona se produjo hace cosa de dos semanas en Villalobos. Los dueños se libraron porque han acabado por dejar a los perros sueltos en una tierra de una hectárea: «Son animales esquivos, que no se dejan coger», indica González, que admite que otra cosa es cuando los ladrones aparecen en un corral. Ahí hay poco que hacer.
La práctica habitual del robo de galgos llevó, hace ya algunos años, a introducir controles en las competiciones para evitar que los perros sustraídos o sus descendientes participaran en los campeonatos oficiales, bajo amenaza de sanciones importantes. Eso redujo la delincuencia en cierto momento, pero a estas alturas ya han proliferado las carreras ilegales. Y ahí aparece la relación con el furtivismo.
Andrés González lo explica así: «Tú tienes un perro robado y yo otro. Vamos con los visores térmicos en el coche por un camino, detectamos la liebre y bajamos. Una carrera de un galgo tiene un promedio de un minuto o minuto y medio. Nadie te pilla». Además, los furtivos que ocupan los cotos con ese tipo de prácticas tienden a meterse con los vehículos en las tierras, sin preocuparse por si están o no sembradas. Hay documentación gráfica que muestra las roderas y cómo las parcelas terminan «arrasadas».
«Una de las cosas que más nos duele es que les ven con los visores y, por la ley de caza, a los dos o tres meses se los tienen que devolver, según nos dijo el Seprona», lamenta González, que explica que, al menos, los 3.000 euros que puede costar ese aparato podrían disuadir un poco más a las personas que protagonizan estas prácticas, individuos llegados de puntos más cercanos que aquellos que acuden para robar: «Normalmente son gente de Palencia o de cerca de La Bañeza».

La vigilancia en los cotos
González apunta que su zona es el epicentro de la acción delictiva, aunque advierte de que también hay problemas en la parte de Bustillo del Oro o Malva. Lo que tiene claro el también alcalde de Fuentes de Ropel es que algo hay que hacer, y lo que tienen en mente los presidentes de los cotos del noreste de Zamora es contratar «guardas forestales» para que vigilen los cotos. Ya ha habido una primera reunión de contacto en ese sentido. En verano, se darán pasos más firmes.
Esa medida se unirá a la insistencia para que la ciudadanía colabore. Cuando alguien ve el coche sospechoso y avisa a la Guardia Civil, puede haber suerte, aunque ya sea después de las carreras. «Lo que pasa es que yo sé de vecinos que se los han cruzado y, desde el coche, ellos les han hecho así», recalca González, mientras hace el gesto de pasarse el dedo por el cuello. «Los tenemos controlados completamente, sabemos por dónde entran y la Guardia Civil también. El problema es la legislación», asume el vecino de Fuentes.
La presencia de vigilancia privada en los cotos podría impedir que actuaran, o limitar esa actividad furtiva, según González, que explica que, en muchas ocasiones, ellos mismos ya no pueden correr las liebres en sus parcelas. Los lepóridos están tan alerta por la presencia común de los furtivos que ni aparecen. O lo hacen mucho menos.
Al final de la charla, Andrés González pasea junto a otros dos vecinos galgueros por el entorno de Fuentes. Lo hace con dos de estos perros en la mano. Los dueños ya han decidido poner videovigilancia y mantenerse alerta en casa. Saben que los ladrones pueden aparecer en cualquier momento.