Verano, finales de los años 90. El Palé, un juego cuyo funcionamiento es muy similar al Monopoly, amenizaba las horas de una familia en Trefacio. Por la mesa, billetes de 10.000 pesetas que el niño que fue Nacho Domínguez Durán (35 años) solía acumular para poder pujar por calles como el Paseo de la Castellana. Y es que, además de las «incontables» horas que este zamorano pasaba en su pueblo correteando de un lado para otro, siempre había hueco para disfrutar de los juegos de mesa en familia.
Digamos que ese fue el primer contacto que avivó la pasión y el actual hobby de Nacho, pero, para ser más precisos, los protagonistas de este «gran vínculo emocional» fueron Los Colonos de Catán y el Carcassonne. Dos juegos de mesa, «clásicos pero modernos», que le introdujeron de lleno en la estrategia y el magnetismo de este pasatiempo. Siempre bajo la atenta mirada de su hermano: «El primer juego de rol que conocí me lo enseñó él. Eso me abrió la posibilidad de que yo también podía crear los personajes».
Hasta hace poco más de un año, los juegos de mesa eran para Nacho una forma de entretenimiento muy instaurada en su vida. De hecho, en sus estanterías, asoman aproximadamente 140 pasatiempos de estas características. En lo profesional, sus estudios le llevaron por otros caminos ligados a la actividad física y a la pedagogía. Actualmente, es entrenador de baloncesto en las categorías inferiores del CB Zamora.
Sin embargo, esos mundos dispares acabaron complementándose. Un compañero de trabajo ideó un juego relacionado con el baloncesto y, a partir de ahí, el pensamiento «yo también quiero y puedo» rondó por la cabeza de Nacho hasta que sacó adelante Procesiones, el primero de sus tres juegos de mesa. Ahora, tras Regalitos de Navidad, aquel niño que jugaba en Trefacio ha sacado a la venta otro más: El Restaurante.

En todo caso, «de la intención a la realidad va mucho». Eso debió pensar Nacho la primera vez que se puso frente a la temida «hoja en blanco». La temática de cada juego es el hilo conductor y la primera pieza del desarrollo creativo de este zamorano. A partir de ahí, el camino va hacia el diseño de elementos identificativos y la mecánica de juego. Posiblemente esta última sea el meollo que define que un juego sea bueno o no. «Saber qué es lo importante, cuál es el objetivo, qué recursos se tienen que gestionar, si la mecánica va con cartas, cuántos jugadores, dado si o dado no…» Esas son las claves.
Muchos cabos que atar que se han traducido en meses de trabajo como en el caso de Procesiones y El Restaurante, pero donde también hubo ideas relámpago. «En 24 horas, yo ya estaba sentado jugando con la primera versión de Regalitos de Navidad«, comenta Nacho, cuyo vínculo familiar es muy fuerte. Ese es el núcleo de la ilusión de este zamorano, el poder crear «una alternativa de ocio, sostenible que una a familias y niños».
Un fin que le lleva a su tercer juego, El Restaurante, diseñado para mayores de seis años y donde «el pique está asegurado». Hay que ser rápido y estratega si quieres ganar. Ahora bien, sin malos rollos, lo importante aquí «es pasarlo bien y crear vínculos». Se trata, al fin y al cabo, de un entretenimiento alejado de las pantallas. Una cuestión que resulta hasta un «acto de rebeldía» en los tiempos que corren, pero para Nacho resulta, básicamente, una propuesta «maravillosa y divertidísima» que ha querido también trasladar a la zona rural.
«Recuerdos amables» que viajan a las zonas rurales
No en vano, durante las pasadas Navidades, Domínguez Durán se trasladó a Morales y Corrales del Vino con una decena de juegos para hacer las tardes más divertidas en localidades donde la oferta de ocio es más limitada. «Me da mucha pena que nuestra provincia esté viéndose en la situación de despoblación que está. Con pequeñas acciones como esta, donde se proponen actividades distintas, creo que se puede ayudar a que la gente cree recuerdos amables en su lugar de origen», recalca Nacho, que menciona entre risas la anécdota vivida en una de esas tardes. Un grupo de señoras de 70 años se pasaron toda la jornada jugando a Regalitos de Navidad: «Fue la excusa perfecta para crear interacciones muy bonitas donde compartieron recuerdos y aficiones».
Nacho es fiel creyente de que todo entretenimiento lúdico puede convivir, desde los videojuegos hasta lo más artesanal. «Todo tiene cabida», afirma este creador, pero el quid de la cuestión reside en cómo distribuir el tiempo porque los juegos de mesa, defiende Nacho, aportan cualidades que otras actividades no logran, como el «desarrollo de habilidades sociales, las competencias de lectura o de matemáticas, o la interacción con otras personas».
Un camino intenso
El camino de Nacho ha sido corto, pero intenso. Apenas lleva un año en el que ha conseguido comercializar tres juegos distintos y va camino del cuarto a finales de año. «Ya va por la cuarta versión», y lo único que nos descifra su autor es que tendrá mucha relación con su ciudad, con Zamora. «Los juegos de mesa deben servir para conocer nuestra cultura y mi propósito con este juego es que parte de la tradición zamorana se conozca en más lugares».
No desvela mas pistas, únicamente que la temática tratará de una costumbre que «se ha reactivado mucho en estos últimos años». Hasta entonces, solo queda esperar y que cada uno elija el pasatiempo que quiera. Nacho lo tiene claro, seguir buscando inspiraciones para próximos proyectos y, si no, siempre puede acudir a sus 140 referencias lúdicas.