La historia está donde uno menos la espera, solo hay que saber buscarla. Inaugura este sábado el comercio de Zamora la edición número 18 de la ahora llamada Feria del Stock. Una buena ocasión que usan los comerciantes para desprenderse del género acumulado después de la temporada de invierno y encarar los meses de verano con la caja algo más saneada. Una mirada rápida a la historia de esta feria, ahora consolidada en el calendario, nos lleva a la década de los dos mil, cuando los comerciantes decidieron unirse con los objetivos antes descritos. Una mirada más amplia nos lleva, en cambio, al siglo XV.
Zamora es una ciudad de ferias. Lo es ahora y lo ha sido siempre, al menos durante los últimos seis siglos. Y es que, bien mirada, la Feria del Stock que ahora se celebra sí puede ser heredera de otra autorizada, en Madrigal de las Altas Torres el 7 de mayo de 1476, por los Reyes Católicos. «Un privilegio a Zamora por la ayuda dada a las tropas reales en la Batalla de Peleagonzalo», la más conocida como Batalla de Toro, explica el director del Archivo Histórico Provincial de Zamora, Luis Miguel Rodríguez, mientras bucea en los documentos que se guardan en la Rúa de los Notarios y que atestiguan la efeméride. Son varios aunque, lamentablemente, no se encuentra en Zamora el texto original por el que Isabel y Fernando autorizaban la celebración de una feria que, como ahora, coincidía con la Cuaresma.

Sea como fuere, hay constancia, y bastante. El documento más antiguo es un Privilegio de Fernando V dado en unión de Isabel I, que confirma a la ciudad de Zamora la Feria franca de 22 días, llamada «del Botijero». Un texto que incluye el tenor del privilegio original dado en Madrigal el 7 de mayo de 1476 y que contiene la confirmación real, dada en Sevilla el 21 diciembre 1477. Y hay dos documentos más de la época de Carlos IV, confirmaciones del privilegio de la Feria del Botijero, o del «Botiguero», que se otorgan a petición de la ciudad para, en la práctica, ratificar el derecho a celebrar la actividad.

El texto original es detallado en lo que ahora podría considerarse como la exposición de motivos de cualquier ley. Dan cuenta ahí los escribientes, y firman los Reyes, de lo sucedido meses antes en Zamora, cuando «el adversario llegado de Portugal, con algunos caballeros nuestros desleales, entró en la Muy Noble y Leal Ciudad de Zamora y se apoderó de ella contra la voluntad de sus vecinos». Cuenta el texto como «aun como buenos y leales vasallos, se juntaron algunos caballeros de dicha ciudad y dieron forma para que Yo, el Rey» Fernando el Católico «entrase por la puerta de la ciudad, lanzando fuera al adversario y quedando la ciudad a nuestro servicio». La ayuda de Zamora se consolidaría en la Batalla de Toro.
Un premio a «tan leal servicio»
Para premiar «tan leal servicio», para «siempre jamás», porque fue voluntad del Rey y para que los vecinos de Zamora fueran «más ricos y honrados» se autoriza en Zamora «una Feria Franca de Alcabala de todos los tributos reales». Esto es, se eximía a los comerciantes de pagar impuestos durante un plazo de 22 días para que pudieran rebajar sus productos y favorecer las compras, una feria «para goce de los vecinos, moradores de la ciudad y para los que a ella vinieren».


Buenas noticias para muchos sectores, en suma. Ni pagaban impuestos los paños (el textil), «ni las lanas ni sedas, ni el oro, la plata, los cueros, lienzos, ni el pan ni el vino ni la leña». Una pena, en cambio, que los carniceros que vendieran su producto al peso, todos entonces, no se pudieran beneficiar de la feria. Lo resume con tino el director del Archivo Histórico: «Es una feria que nace con carácter, básicamente, de exención fiscal y tributario. Una feria franca. Es una forma de fijar población en los sitios que, con el paso de los años, va derivando en algo más festivo», apunta Rodríguez.
«Las ferias francas eran una manera de fijar población y derivan, con los años, en algo más festivo»
Luis Miguel Rodríguez, director del Archivo Histórico Provincial de Zamora
Cuenta el Archivo con documentación, también abundante, de la evolución de la feria, que acabó por traer a la ciudad a vendedores de ganado, agricultores con sus productos, artesanos de las comarcas y también a juglares y músicos que se aprovechaban del bullicio. Siempre en las mismas fechas: desde quince días antes del inicio de la Cuaresma hasta una semana después. Con los nuevos ayuntamientos, los surgidos a partir de 1812 (Constitución de Cádiz) asumiendo nuevas competencias, la feria empieza a modificarse ya seriamente. En 1884 se crea un mercado de ganado en lo que hoy serían los alrededores de la plaza de toros, que se traslada a mediados del siglo XX a La Vaguada y, después, a Los Llanos.
Los «caballitos», lo último que queda
A la vez que llegaban a la ciudad estas ferias se instalaban en Zamora atracciones para divertimento de la gente. Atracciones que no son, en suma, más que las que anteceden a los actuales «caballitos», que ahora se instalan en junto al Puente de los Poetas pero que han pasado por la carretera de La Aldehuela y antes por Puerta Nueva, La Vaguada o, también, por la zona de la plaza de toros.
Con el tiempo la Feria Franca se extinguió, la feria de ganado dejó de tener sentido en la ciudad y hoy, cinco siglos y medio después de que Isabel y Fernando tuvieran a bien conceder la Feria del Botiguero a Zamora, no quedan más que los caballitos, que ya se instalan en la ciudad durante más días de aquellos 22 originales y que han dejado atrás los tiempos previos a la Cuaresma para llegar ya en los días que anteceden a la Semana Santa, mucho más agradecidos para su actividad. Pero la historia es la que es, así que ya saben. Cuando den un paseo por la Feria del Stock de Ifeza, o cuando vayan con sus hijos a los caballitos del Campo de la Verdad estarán participando, de algún modo, en la historia de la ciudad. Una historia que aún hoy se sigue escribiendo.