Noemí Rodríguez Giganto siempre volvió a Fuentes de Ropel. De allí marchó muy niña hacia Asturias, pero nunca dejó de regresar. Es el sino de muchas de las personas de la provincia: irse físicamente sin perder jamás el vínculo, sin dejar de ser un poco de allá y un mucho de aquí. La mujer que narra esta historia hizo la vida en Gijón, tuvo familia, trabajó en guarderías y se fue acercando a la frontera de la jubilación con la idea de instalarse en el lugar del que salió.
Mimi, como todos la llaman por aquí, tenía unos planes familiares de retorno, pero la vida los quebró. Y tuvo que hacer el regreso sola. «Quería venir, pero no en esta situación», admite la mujer, que recibió el golpe de la viudedad casi al tiempo del retiro y que pasó un par de años sin querer saber nada de nadie. «Hasta que un día dije, literalmente, tal día a tal hora se acabó todo», recuerda Noemí. Y empezó a mirar adelante.
En ese proceso de vuelta a la vida, durante las pasadas Navidades, las de 2023 a 2024, Mimi avisó a una de las concejalas del pueblo para saber si al Ayuntamiento le interesaría contar con las figuras de un belén que ella tenía en casa: «Me dijo que sí, pero que lo pusiera yo», recuerda la nuevamente vecina de Fuentes de Ropel. Ese fue el primer paso para meterse en la dinámica social de la localidad. El siguiente incluía un reto: la asociación de jubilados San Andrés se tambaleaba.

«La gente no se apuntaba, apenas había socios, con el COVID la gente se retrajo mucho y no había ningún estímulo», recuerda Mimi, que se vio en el enredo para convertirse en presidenta y tratar de encarrilar un poco el futuro del colectivo: «No tenía ni idea, pero me dijeron que me ayudaban y me metí», recuerda la mujer de esta localidad de Benavente y Los Valles. Esta primavera hará un año de su entrada.
Desde entonces, Noemí Rodríguez, Mimi, está en la pelea. Todo, en colaboración con el Ayuntamiento, con las posibilidades que ofrece el centro de día de jubilados del que dispone Fuentes de Ropel y con el respaldo de saber que se encuentra en una localidad donde el asociacionismo pega fuerte. La presencia de Iniciativas Ropelanas es muy relevante por estos lares.

En el caso particular de los jubilados, Mimi deja claro que «el 95% son mujeres». La asociación tiene más de veinte socios en estos momentos, aunque aspira a alcanzar los sesenta cuando la gente se ponga al día de las cuotas. Lo que ocurre es que los pocos hombres que entran son «maridos de». Ellas llevan el peso del colectivo, ellas participan en los talleres de inteligencia emocional, de memoria, de gimnasia o de musicoterapia. Todo ellas.
La propia presidenta también organiza alguna actividad cuando ve que la cosa anda floja, y se empeña en que la rutina de las cartas de sus compañeras se vea combinada con otras opciones. En esta tarde lluviosa de marzo, Mimi lleva puzles para ver si alguna se anima, pero cuando entra en la sala, la brisca sigue siendo invencible. Allí están montadas dos buenas partidas. «Lo importante al final es salir por la tarde y hacer cosas», subraya la presidenta, implicada en esa movilización hasta el punto de haberse apañado con el asunto administrativo e informático.
Lo común en los pueblos
El rol de la responsable del colectivo de Fuentes de Ropel y la composición de este grupo en particular no son una excepción dentro de estos movimientos en Zamora: «Si se hace un análisis de la provincia, vemos que el formato de asociacionismo más común es el de mujeres; en eso se sustenta», señaló hace algunos meses, en declaraciones a este medio, el portavoz de la Coordinadora Rural, Chema Mezquita.

Mimi Rodríguez habla de la mentalidad, de las dificultades para atraer a los hombres y de que, al fin y al cabo, este tipo de asociaciones buscan «dar un poco de positivismo» a unas realidades no siempre sencillas. «Aquí, a veces, estar viuda significa estar sola», lamenta la presidenta de la asociación, que vuelve a la sala donde siguen las cartas.
Por allí, en una de las dos mesas redondas, aparecen María Inmaculada, Albita, Paquita, Fina, Inés, Balbi, Carmina y Beni. Son amigas y aquí se juntan y se entretienen. En una interrupción de la jugada, sobre el tapete de la Caja Rural, sale el tema del Día de la Mujer. «Aquí eso tiene que ser todos los días», remacha Mimi, mientras las demás regresan a lo suyo.