Lanas artesanales. Eso es lo que se puede leer en el disfraz de una niña adornada con hilos de goma. Con ritmo apresurado, la pequeña, agarrada al brazo de su madre, ruega con tono de desesperación: «vamos, mamá, nos están esperando». Su progenitora, vestida con un tocado formado con ovillos de lana, acelera para ir al encuentro de la música tocada por la charanga. Es un día especial para esa familia. Es el desfile de carnaval infantil de Toro.
La plaza de San Francisco es el escenario elegido para dar el pistoletazo de salida a una comitiva con decenas de niños que, ya vayan solos o disfrazados con sus padres, son los protagonistas. Un desfile al que le respeta el tiempo, ya que ni una gota cae pese al temporal de los anteriores días. En la orilla de las aceras, los vecinos, muchos de ellos familiares, contemplan a las criaturas.

En ese marco, Belén, toresana de nacimiento, agita vigorosamente la mano saludando a los participantes que marchan a su lado. «El carnaval en Toro es tradición. Yo salía de pequeña con mis padres y mis hermanas, luego con los amigos y ahora les toca a las nuevas generaciones». El representante de esa nueva estirpe se llama Ángel, y es su sobrino. El pequeño ha elegido el número 90 para su cochecito rojo. Acompañado por sus padres, Ángel forma parte de ese conjunto de pequeños toresanos a los que la tradición del disfraz se les lleva inculcando desde la cuna.
Aun así, apunta Belén, mientras a su altura circula el homenaje carnavalero a La Traviata, cada vez los carnavales son «menos numerosos». La falta de niños en las zonas rurales es un hecho, pero se trata de una situación que desde este municipio quieren revertir. De ahí ideas como el grupo liderado por Gretel, que sujeta la pancarta que reza: «Queremos más niños en Toro».
Ella, junto a su compañera, encabeza un grupillo de pequeñas cigüeñas que sobrevuelan una pequeña iglesia. Un mensaje que los más pequeños tienen claro: «Queremos que vengan y se queden más niños para jugar y para salir en momentos como este», afirma Gretel.
Tras ellos, llegan varias comitivas que aúnan a varias generaciones. Desde La Patrulla Canina y los componentes de Mario Bros a dibujos animados que emocionan más a las generaciones superiores, como Star Wars o la casa de Hansel y Gretel. Eso sí, lo que no falta en Toro es la originalidad y el color.
Ahí aparecen desde homenajes creativos como la humanización del Pórtico de la Majestad de la mano de nueve niñas (cada una con el instrumento de música correspondiente) hasta la sátira más «picante», como el soborno de los equipos de fútbol a los árbitros.
Todos ellos para dar fin a este desfile donde hay espacio para todo el mundo: egipcios, vikingos, granjeros, presos, diablos… Y, finalmente, la traca final. Y no, no es un eufemismo. La última comparsa está protagonizada por numerosos niños disfrazados de fuegos artificiales que, a su paso, lanzan bombetas para amenizar los últimos momentos del carnaval infantil. Ese recorrido ya es historia, pero queda fiesta por delante.