Domez recuerda tiempos pasados con una boda como las de antes «¿La última que se hizo? Ni me acuerdo de ella»

Manuel y Clara, una pareja del pueblo, protagonistas junto a su hijo de la fiesta organizada por la asociación cultural El Piélago, compuesta mayoritariamente por mujeres

por Diego G. Tabaco

– «¿La última boda tradicional que se hizo en este pueblo? Ni me acuerdo de ella». 

Domez ha elegido este sábado de Carnaval para recrear una de las costumbres que los vecinos del lugar más echan de menos: las bodas tradicionales. Con sus novios, una pareja casada que vive en en el pueblo, con sus padrinos, con los invitados y con una comitiva de vecinos ataviados con los trajes típicos del pueblo, Domez ha celebrado una boda de las que no se celebran. «Esa es la pena, que no sea de verdad», se lamenta una de las participantes. Y es que en Domez no queda mucha gente en edad de casar. 

Dos mujeres visten a una niña. Foto Emilio Fraile

Sea como fuere, Manuel y Clara se han dado un «sí quiero» envuelto con las costumbres del pueblo que ha invitado a los asistentes a recordar tiempos mejores. En lo demográfico, desde luego, pero muchas veces también en lo personal, por aquello de rememorar estampas de la juventud. Acompañados de su hijo, centro de atención al inicio del acto (un bebé en un pueblo, ya se sabe), los novios han escuchado las canciones que escucharon sus antepasados, han sido recibidos al salir de casa de sus padres como lo hicieron sus abuelos y han caminado hasta la iglesia arropados por un pueblo volcado en celebrar el evento. «Una boda como las de antes, con todo el mundo en las calles»

Un hombre recibe la «comunión». Foto Emilio Fraile

El casamiento se ha llevado a cabo con mobiliario eclesiástico, pero sin cura (al menos oficial) y a las puertas de la iglesia, que no dentro. Para comulgar, galletitas saladas bañadas en aguardiente, aunque alguno se pensara que era agua y haya visto que rascaba al bajar. Mejor para entrar en calor. Detalles, porque lo que cuenta es la idea, germinada en la asociación cultural El Piélago y que consiste en pasar un día agradable en vecindad aprovechando que el puente escolar de Carnaval permite a muchos emigrados regresar unos días a la localidad familiar. Para comer, patatas con carne, fruta y postre, y más fiesta después. El canto del ramo, una tradición muy celebrada en el pueblo, precede al paseo en carro por las calles del pueblo, en el que la comitiva invita a limonada y pastas a todos los vecinos, estuvieran o no invitados a la boda. En este caso, pocos hay de los segundos. 

Como suele suceder en estos eventos, y en el vida cultura de los pueblos en general, la responsabilidad recae en las mujeres. Si Domez ha sido hoy capaz de movilizar a decenas de personas en el simulacro de boda tradicional ha sido gracias al empuje de las madres y abuelas del pueblo, las que de verdad han vivido la boda como si fuera una real, las que han vivido la tradición en sus carnes, las que han ensayado las canciones y las que, a la vista estaba, más se ilusionaban cuando se bajó a buscar a los novios o cuando se les cantó tras la boda. 

Clara y Manuel, los novios de Domez, durante la boda tradicional. Foto Emilio Fraile

Domez celebra hoy una boda tradicional, pero lo que cuenta realmente es que queda en el pueblo un grupo de personas empeñadas en transmitir a los más jóvenes las tradiciones que a ellas les legaron sus antepasados, que se van lamentablemente perdiendo. El siguiente paso, una boda real. Aunque eso se antoje mucho más complicado.

Participantes en la boda. Foto Emilio Fraile

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