El salón de actos de la biblioteca se queda en penumbra, y es entonces cuando empiezan a funcionar las emociones: «Esta es una celebración de la palabra poética», advierte Lola Fidalgo, la conductora de un homenaje, de un cumpleaños de alguien que ya no está, de un ejercicio de recuperación de la memoria. Unas horas antes de la cita, se han cumplido 125 años del nacimiento de Margarita Ferreras. ¿De quién?, dirán algunos. Y la carga es que todavía haya que responder a esa pregunta, aunque la difusión de la figura de la poeta avance y ya haya que aclararlo unas cuantas veces menos.
Para los que aún duden, Fidalgo lo aclara: «Margarita Ferreras nació en 1900 en Alcañices y murió en 1964 en Palencia. Fue una poeta desconocida para casi todos nosotros, pero su obra, Pez en la Tierra, lleva publicada desde 1932″, subraya la profesora de Literatura y miembro del colectivo que aspira a reivindicar el peso de una mujer que aparece reconocida en las antologías como una de las importantes en la Generación del 27. Y solo con una publicación. Y a pesar de una vida tan sufrida.
«Llevamos un montón de retraso en cuanto a su reconocimiento. Es hora de reivindicar lo que le corresponde», insiste Fidalgo, que recuerda que la Guerra Civil condenó a Margarita Ferreras «al silencio, como a otras tantas», y que lamenta esa enfermedad mental, ese problema de «nervios» al que aluden las escuetas informaciones posteriores: «Vivió durante un montón de años olvidada por sus amigos en el sanatorio de Palencia», recalca la conductora del acto, que de repente cambia el tercio: «Hemos decidido que esa razón de no ser ha terminado. Y vamos a hablar de ella en presente».
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Y entonces, la música. Frente a la mesa principal, Natalia Zapatero dirige a Jimena Cantoral y a Álvaro Sánchez, que inundan la sala con las notas de Las Morillas de Jaén, una referencia a Lorca antes de que Lola Fidalgo mire a los lados y encuentre a las gentes del mundo de las letras con las que va a compartir este viaje de regreso al presente de Margarita Ferreras. Más alejados de ella, los de la tierra: Jesús Losada y Pilar Antón. A su vera, la escritora andaluza María Jesús Fuentes.
Losada arranca con la lectura de un fragmento de Pez en la tierra, para «alzar la voz de esta mujer cuya voz quedó solapada por la voz de los hombres». Es ahí cuando las palabras escritas por Margarita Ferreras resuenan en una sala en completo silencio: «Estábame en mí muriendo…». Pilar Antón escucha y luego interviene: «Esta tarde es un logro, no un regalo; el resultado del trabajo de un grupo de mujeres que ha aireado la voz de Margarita Ferreras».
Después viene el turno de Fuentes, que cuenta una breve historia en prosa, que se pregunta dónde iba Margarita, si disfrutó el camino o si «pronto dio comienzo la neblina». La andaluza destaca la «voz única» de la alistana, que se topó con «la rancia moral» y con «un largo penar tras la gloria», esa cima que alcanzó después de una obra en la que sitúa a las mujeres como «criaturas sexuadas y no neutras y sometidas».
«Exponerse aumentaba el veneno de las lenguas», insiste Fuentes, que se va ahí a los imposibles: «Detente, no quiero que te vayas, quiero arreglarlo, viajar contigo en el tiempo y librarte de la condena», clama. Y luego, una advertencia ya plausible, dirigida a quien la quiera escuchar: «No basta con recuperar Pez en la tierra. Hay que acompañarte, curarte y aceptarte».
La ovación más larga de esta «celebración de la palabra poética» precede a La Nana de Sevilla interpretada nuevamente por los jóvenes músicos, que emocionan y sientan las bases de la siguiente lectura de Losada, con Pez en la tierra en la mano:
Y deseo la muerte por amor a la vida. Nutrida de mis lágrimas, se abre desfallecida la flor de mi sonrisa. Soy la llama de un cirio. En interno martirio me consumo en mí misma.
Lo que queda en 2025
El cumpleaños 125 de la poeta alistana se consume, pero antes queda anunciar más fiestas por esta razón. El Domingo de Ramos, en Alcañices, se celebrará otro acto musical de homenaje similar a este. En verano, como ya es casi costumbre, habrá un recital en el patio del Convento de San Francisco, también en el pueblo natal de la autora. Entre medias, algunas sorpresas. Todas, tras «la alegría de haber reencontrado» a Margarita Ferreras en esta tarde de febrero en Zamora.
«Esto queda sellado», remata Lola Fidalgo, en nombre del resto de los miembros del círculo literario que lleva el nombre de la poeta. Eso ocurre antes de que Álvaro y Jimena, junto a Natalia, pongan el broche con una polka. Nada de dramas.