Un edificio que aprovecha, e integra, los restos del antiguo convento de San Francisco y que, a la vez, parece que navega sobre el Duero. La sede de la Fundación Rei Afonso Henriques, una de las construcciones más destacadas de la ciudad, es ejemplo de buen hacer a la hora de aprovechar el patrimonio existente con unas nuevas dependencias que abren la puerta a usos también nuevos. Respetando, y esto es lo importante y lo complicado, el alma del edificio original, añadiendo elementos que no distorsionan el marco existente y que, por contra, contribuyen a darle más lustre.
Para el arquitecto Fernando Girón, la sede de la FRAH, obra del arquitecto Manuel de las Casas y construida durante la década de los noventa, es uno de los edificios más relevantes de Zamora. Un edificio que obliga a volver la vista a la historia para explicar tanto su ubicación como el estado de las partes del convento que aún se conservaban. En la margen izquierda del Duero la religión jugaba, en el siglo XIV (es de cuando data el convento), un papel fundamental. A mayores del Convento de San Francisco, el que nos ocupa, estaban también el de San Jerónimo y el convento de las Clarisas, que era un antiguo hospital militar. En ese sentido, en lo que hoy es la sede la FRAH, justo al lado del Puente de Piedra (del siglo XII), se registraba una actividad comercial importante, con monjes «entrando y saliendo continuamente» de la ciudad. El paso de las tropas francesas, siglos después, y diversas desamortizaciones dejan el convento en el estado actual.

«Lo que propone Manuel de las Casas, de forma creo que muy inteligente, es apoyarse de manera muy liviana en las ruinas, haciendo un pequeño remate, para levantar después una construcción diferenciada totalmente», apunta Girón. Sin embargo, «lo más llamativo es cómo es capaz de recuperar el patio del convento», el más interior de los dos con los que cuenta la Fundación. «Aprovecha el patio monacal que existía antiguamente y lo hace para poner ahí las habitaciones». Porque sí, la Fundación tiene una serie de habitaciones que se asemejan e incluso mejoran las instalaciones de muchos hoteles de la ciudad. Habitaciones «sin ventanas al patio», que toman la luz de un patio interior y privado que tiene cada una de ellas y que emulan las celdas de los monjes de los siglos en los que el convento cumplía su función primigenia.
La Catedral y el río Duero
Aunque esté al otro lado del río, la Catedral juega un papel importante en el edificio, según relata Girón. «Yo siempre digo que en el plano de situación de este edificio está la Catedral», añade el arquitecto, «porque forma también parte del propio edificio». De hecho, la seo se ve desde todas las estancias de la Fundación, desde la cafetería hasta la biblioteca. «Parece que es un elemento ajeno, que está muy lejos, pero en realidad es como un faro que siempre está presente. Desde la cafetería, por ejemplo, tienes la vista tanto de las ruinas del convento y del patio monacal como de la Catedral». Todas las ventanas del edificio, hay que señalar, se ubican en la misma dirección.

En la biblioteca, además de con la Catedral, el edificio «mantiene un diálogo con el Duero» y logra el «increíble efecto», apostilla Fernando Girón, «de simular que el río se mete dentro de la propia biblioteca». Algo que Manuel de las Casas consiguió «enmarcando el Duero con las ventanas y aprovechando la existencia de una azuda», tapando con una parte opaca toda la zona de la avenida del Nazareno de San Frontis, la calle que está entre el río y la FRAH y que «no se ve» desde la mayor parte de la biblioteca.
Bien de Interés Cultural desde 2022
El Convento de San Francisco y su entorno fueron declarados Bien de Interés Cultural en el año 2022, fecha en la que la Junta resolvió por fin un expediente incoado en el año 1977 que acumuló décadas de retrasos administrativos. Como tal tiene una elevada protección, cuestión que explica algunas de las deficiencias con las que cuenta, que son fundamentalmente de índole funcional y relacionadas con la eficiencia energética.
Sea como fuere, lo que la intervención de Manuel de las Casas intentó, y consiguió a juicio de Girón, fue potenciar la belleza y la relevancia de los restos existentes articulándolos con un edificio nuevo, en forma de «Z», que no distorsiona el entorno ni «chirría» cuando se observa el convento desde la margen derecha.
Es esta «Z» la que divide el espacio en un jardín, el primero, más público y uno, el interior, el recuperado, más privado. Se logró además mantener la entrada, que es la antigua puerta del extremo norte del crucero de la iglesia, y se dotó a los restos de nuevos usos. La capilla de los Ocampo es ahora una pequeña sala de reuniones; la del Deán, obra de Gil de Ontañón, se ha transformado en sala de exposiciones y conferencias; y la capilla de los Escalante aloja la recepción y la gerencia. Una sala abovedada de planta rectangular, la antigua bodega, alberga el salón de actos, sobre el que se sitúa la cafetería.
Los materiales escogidos, el vidrio y el acero cortén, encajan a la perfección con el entorno, buscan diferenciarse de lo que ya había «pero no llamar la atención», apunta el arquitecto. Sobre el acero, llama la atención el propio material, un acero que tiene ya oxidada su primera capa para, así, detener el proceso y proteger las capas interiores. Soluciones «ingeniosas», y funcionales, para uno de los edificios destacados de la arquitectura de la capital.