Esta historia comienza con dos realidades. La primera, que en las iglesias de Aliste existen esculturas de cristos, vírgenes y santos deterioradas por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. La segunda, que los alumnos del Grado en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural de la Universidad Complutense de Madrid necesitan, como todo el que está aprendiendo, practicar con obras reales para aterrizar con más horas de vuelto en el mundo laboral. La cuestión era cómo encajar esas dos cuestiones. Y ahí aparece Aurora Galisteo.
La conservadora y restauradora, que está realizando una tesis sobre los retablos situados en los templos de Aliste y Alba, se unió al párroco Teo Nieto en una aventura consistente en «mover» la posibilidad de que algunas de las obras de las iglesias de Aliste, en este caso esculturas en madera policromada, fuesen enviadas a la Complutense para que los alumnos ya avezados de la facultad procedieran a su lavado de cara. Ha sido un proceso largo, pero siete figuras ya llegaron a la capital el lunes 10 de febrero.
Quien lo explica es la propia Galisteo, que señala que este es un acuerdo que la Complutense puede sellar con cualquier institución, empresa o particular. En este caso, el contrato se ha firmado con el Obispado de Zamora, que ha cedido esas obras de arte para que los alumnos de la asignatura destinada a la restauración de esculturas en madera policromada puedan actuar sobre ellas.
El director de la tesis de Galisteo, Jorge Rivas, es el responsable de esta materia y ha sido, junto a Marta Plaza, el encargado de dar el visto bueno a las obras que han viajado a Madrid. La propia investigadora afincada en Tolilla también se encuentra dentro de este proyecto: «Yo creo que está muy bien para las dos partes. En el caso de esta zona, las parroquias están como están, tienen un montón de obras y es imposible asumir la restauración de todas ellas», asume la alistana de adopción.
Aquí, lo que aportan las parroquias es el pago de un seguro que garantiza la el transporte y la estancia en la Complutense, y también la compra de materiales, disolventes, consolidantes o resinas. «El coste total depende mucho de la pieza en sí, de las dimensiones o de los tratamientos que haya que realizarle. Pueden ser unos 400 euros, pero en el caso del pago de una restauración normal sería más del doble», destaca Galisteo.
Lo que ocurre es que, antes de proceder al pago del seguro, al traslado y al desembarco en la facultad, ha habido un importante trabajo previo en la selección de las obras. Y ahí Galisteo y el párroco Teo Nieto han tenido un papel clave: «Él me iba diciendo las parroquias donde creía que podía interesar y yo me pasaba, las veía, les hacía fotos y se las pasaba a mi director, que era quien tenía que hacer la valoración. De esas se fueron descolgando algunas por el coste y al final quedaron siete», narra quien ha jugado el rol de experta sobre el terreno en esta historia.
Para la tranquilidad de todo el mundo, Galisteo añade que los alumnos que se van a ocupar de estas restauraciones ya «saben cómo funciona todo». «Están en el último curso, en cuarto, y tienen herramientas más que de sobra para hacer estas cosas», asevera la conservadora y restauradora, que aclara igualmente que el profesor está pendiente todo el tiempo y que ella misma se encargará de parte de ese control durante las horas de docencia que le corresponden en la Complutense.
Además, la experta afincada en Aliste apunta que las obras que han ido para Madrid tienen distintas patologías y «darán juego» a la hora de que los alumnos realicen varios tratamientos. «Aparte de restaurar, también se investiga la obra para que ellos la daten, se haga un informe y eso lo reciba el Obispado», remarca Galisteo, que matiza que el contrato sellado es por un periodo de dos años con una posible ampliación a tres. Eso es lo que tardarán en regresar las piezas a la comarca.
Las parroquias y las piezas
«En alguna parroquia nos han preguntado si no va a estar la figura para la fiesta. Les hemos respondido que para la siguiente no, pero que, para la que esté, va a estar muy bien», insiste Galisteo, que enumera los pueblos que han cedido las obras en el marco de este acuerdo: «San Vitero, Matellanes, El Poyo, Vivinera, Castro de Alcañices, Viñas y San Cristóbal de Aliste».
En cuanto a las características de las piezas, Aurora Galisteo resalta que cuatro de ellas son cristos de un tamaño mediano, que se suelen sacar en momentos concretos y que pueden ser portados por una persona. «Ha sido complicado para el transporte, porque los cristos no eran tan grandes, pero las cruces sí», admite la conservadora, que revela que el viaje se ha hecho en furgoneta con las precauciones necesarias en este tipo de portes.
Por otro lado, también hay algunas otras figuras, como el San Ciriaco de Vivinera, que sale en procesión en una festividad en agosto. En casos como este, los vecinos «sí han insistido mucho en que lo querían rápido», concede Galisteo, que considera que será necesaria una labor de concienciación para hacer entender a los parroquianos que esta intervención era necesaria y que se adaptaba bien a esta fórmula.
«Ahora mismo, no cabe nada más»
Este último punto es relevante, a juicio de Galisteo, que asume que «tiene que haber un equilibrio» con este tipo de acuerdos: «No se pretende, ni mucho menos, quitarles trabajo a los restauradores. Lo que hemos pretendido nosotros es explorar esa posibilidad de colaboración efectiva con la vista puesta en que los alumnos, en este caso alumnas, puedan conocer esta realidad», argumenta la profesional, que aboga por aprender con algo «vivo», algo «útil».
En cuanto a si este proyecto podría tener continuidad en el tiempo, Galisteo explica que conviene ser cuidadoso para ver «qué cuadra o qué no cuadra», más allá de todo el trabajo previo que requiere y de la voluntad de la parroquia: «Ahora mismo, con lo que hemos llevado, no cabe nada más. Y sería absurdo llevar otras cosas para que estén ahí muertas de risa durante años», zanja la conservadora y restauradora de Tolilla.