El viaje vital de Javier Prieto, consultor a los 27 y sacerdote a los 38: «No soy el típico que quería ser cura desde pequeñito, pero aquí estoy»

La Diócesis celebra el próximo sábado la primera ordenación sacerdotal desde 2021, la de un joven que dio un volantazo a su vida y que celebra su decisión: "Mi camino me ha permitido ser lo que soy ahora"

por Diego G. Tabaco

No esperen encontrar aquí una historia de revelación, ni el relato de un momento que cambia el rumbo de una vida. Es más bien la historia de una reflexión. El protagonista es Javier Prieto, tiene 38 años y, aunque ha desarrollado buena parte de su vida en Madrid, es de Fuentesaúco. «Con mucho orgullo», recalca. Un niño como cualquier otro y un joven como cualquier otro. Estudió Derecho y ADE, y tiene un máster por la Universidad de Salamanca. Con 27 años, era consultor en Madrid, responsable de un equipo, con varias personas a cargo. Nueve años después, va a ser ordenado sacerdote, el primero en Zamora desde 2021. 

Podemos contar su historia empezando por el principio. Nacido en una familia «normal», la relación de su núcleo más íntimo con la religión es «la típica de familia de clase media de los noventa». Esto es, misa los domingos cuando era menester y una implicación normal con la parroquia, nada más allá. «Yo no soy el típico que decía que quería ser cura desde pequeñito», resume Javier, aunque ahora eche la vista atrás y vea que «señales había». Cosas a las que uno no da importancia, como ser «siempre el voluntario» para leer en misa cuando tocaba hacerlo en el colegio. «Si alguien me lo hubiese propuesto, igual no hubiera tenido que esperar tanto, pero estoy contento porque eso me ha permitido tener una vida que muchos sacerdotes no han conocido. Tengo estudios aparte de Teología, tengo un máster, tengo amigos que vienen de entonces, he tenido parejas que no cuajaron, compañeros de trabajo, he tenido jefes…» resume. 

La implicación de nuestro protagonista en la vida religiosa de la ciudad estaba ahí. Fue miembro de la directiva de la Cofradía de la Concha entre 2011 y 2017 y trabajó levemente en el Museo de Semana Santa, por poner dos ejemplos. En 2015, todavía trabajando en Madrid, la cabeza de Javier echaría humo. «Yo tenía un trabajo de lunes a viernes y una actividad los fines de semana ligada a la religión, y ves que te llena más lo del fin de semana que lo de diario. Hay un momento dado en que te das cuenta de que tienes una inquietud a la que tienes que dar respuesta», recuerda ahora en una conversación en la Catedral, a escasos metros del lugar en el que será ordenado el sábado 22 de febrero. Entonces, un amigo le manda un Whatsapp, que todavía hoy conserva. Una pregunta muy directa, un mensaje bastante simple que abrió la puerta a meses de reflexión. 

«¿Tú nunca has tenido vocación religiosa?»

El inicio de la transición

«Lo más cómodo», indica Javier, «hubiera sido decir que no, pero no fui capaz de decir ni que sí ni que no. Me quedé pensando». Una «bobada» de mensaje que abre la puerta a darle la vuelta a una vida, a «comenzar el proceso». Semanas, meses de darle vueltas al asunto mientras Javier continuaba con su vida en Madrid. «A los cuatro meses, escribí a Tino». Tino es Florentino Pérez, el rector del Seminario San Atilano. «Empecé mi proceso de discernimiento convencido de que iba a servir para descartar» la vocación sacerdotal y «seguir con mi vida», relata Javier Prieto. «Y bueno, vas viendo que no, que cada vez estás más convencido». Y llegó ese momento en la vida en el que «tienes que decir mira, este no es mi sitio. Yo tengo que hacer lo que quiero hacer». 

Javier Prieto, en la Catedral de Zamora. Foto Emilio Fraile

Durante las primeras visitas al Seminario, los padres de Javier no sabían lo que estaba haciendo. «Es que yo estaba convencido de que lo iba a descartar», se justifica ahora, recordando ese momento con cariño. «Contárselo a mis padres fue un momento complicado porque yo hice ese proceso sin decirles nada, estuve casi cinco meses viniendo los sábados a hablar con Tino. No se lo conté prácticamente a nadie y cuando se lo dije ya estaba decidido. Fue un impacto gordo. Imagina, ellos pensando que su hijo ya tenía un buen trabajo, que se iba encarrillando, y de repente esto. Pero nunca me han puesto ningún problema y cuando volví a casa después de la primera semana en el Seminario y me vieron creo que se tranquilizaron más. Y ahora ya los ves, en modo padres orgullosos», celebra Prieto. 

«En mi caso, no hubo revelación. Fue más bien un darme cuenta. Y hay muchas dificultades por el camino». ¿Hay crisis de fe? «Por supuesto. Hay momentos en los que piensas si este es tu sitio, si no será una película que te estás montando en la cabeza. Y son momentos que solo se pueden afrontar con verdad, con naturalidad, hablando con las personas. Como una crisis personal, laboral o una crisis de pareja. Al final a mí me ayudaba pensar: si lo que estoy haciendo es bueno para alguien, es lo correcto».

«Cuando algo se hace mal, hay que pedir perdón»

Javier quiere ser un sacerdote «cercano». Charlar con él es charlar con un hombre que tiene clara cual es su misión, un «mediador entre Dios y los hombres». Y añade, «si no estás cerca de la gente, no puedes ser mediador de nada. Mi misión es llevar a la gente a Dios y eso se hace en lo cotidiano». Un empeño difícil en una sociedad, reconoce, cada vez más alejada de la Iglesia. «Difícil, pero necesario», subraya, convencido de que la religión tiene ahora tanta cabida como ha tenido en la vida social. «Los problemas de fondo siguen existiendo, y la gente sigue necesitando enfocarlos. Eso se puede hacer desde muchas perspectivas. Nosotros defendemos que la perspectiva del creyente es la que ayuda a responder a las grandes preguntas. Por un lado veo a la sociedad con indiferencia, y por otro con necesidad», añade. 

– ¿Se ha alejado la gente de la Iglesia o la Iglesia de la gente?
– Cuando hay distancia, no suele ser por responsabilidad exclusiva de una parte. Y ahí la iglesia tiene también su parte de culpa. 

Javier Prieto no esquiva los temas más polémicos, sino que los afronta con naturalidad y convencido de los argumentos que pone sobre la mesa. «Cuando algo se hace mal», apunta en referencia a los casos de abuso que han salpicado a estamentos del clero, «lo primero es reconocerlo, pedir perdón y no estar continuamente en actitud defensiva». Asegura que esas actitudes afectan «sobre todo a la imagen de la institución» y celebra que «en el tú a tú no existe ese rechazo», que él tiene identificado «más en las redes que en la vida real». 

«Entiendo que haya gente que rechaza a la Iglesia, pero me da rabia cuando es por prejuicios»

Javier Prieto

Entiende que haya gente que rechaza a la Iglesia. «Claro, escuchas situaciones que te hacen entenderlo. Me da mucha rabia cuando es por prejuicios, cuando la gente te pone un traje que ya trae hecho de casa». E insiste en «pedir perdón por lo que se ha hecho mal, que ya se ha pedido, y en empatizar». Y baja el debate al terreno. «Es como en las relaciones personales, tú puedes pedir perdón a alguien que todavía no está preparado para perdonarte. No pasa nada si el perdón es sincero. Se espera, no pasa nada», resume. 

Javier habla también sin pelos en la lengua de la crisis de vocaciones. «Cada vez hay menos cristianos, es un hecho, y en algunos lugares como Zamora cada vez hay menos población. Va todo unido», apunta pragmático. Pero asegura que la vocación está en diferentes ámbitos y que formar parte de la iglesia «no es exclusivo de curas y monjas». Y vuelve a la cercanía y a la intención de hacer comunidad. «Tú mira una cosa, cada vez la gente tiene más miedo a comprometerse no te digo ya para toda la vida, te digo para dos años. Cada vez hay menos matrimonios, cada vez hay menos niños y menos jóvenes. ¿Cómo queremos que salgan curas, de forma espontánea? Lo llamativo es que salga alguno. Por eso tenemos que acercarnos a la gente, hablar de los problemas reales de las personas. Si no hacemos nada por acercarnos y nos quedamos con los que ya tenemos convencidos el resultado está claro, ya lo conocemos». 

Prieto, en la sacristía de la Catedral. Foto Emilio Fraile

Javier se reconoce un poco nervioso ante su gran día. Desde Fuentesaúco se han contratado autobuses, asistirán familiares y amigos y, a mayores, cualquiera que quiera entrar a la Catedral, porque se trata de un acto público que incluso se retransmitirá en directo a través de Youtube. La primera misa del nuevo sacerdote, que presidirá alguna Eucaristía durante la semana, será el sábado 1 de marzo en la iglesia de San Juan Bautista de Fuentesaúco, su pueblo, como no podía ser de otra manera. Trabajará en la Unidad de Acción Pastoral de Morales de Toro, encargándose de Morales, Vezdemarbán, Pinilla de Toro, Villalonso, Villardondiego y Villavendimio. Y tiene claro que quiere desarrollar su vida en Zamora. «Mi actividad religiosa siempre ha estado aquí, quiero que siga aquí», concluye. 

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