Claudia Pérez, productora de Puntozero Films, define a la empresaria Elizabeth Kassis como «una gran amiga», de esas con las que compartes muchos recuerdos vividos. Su amistad, forjada a partir del mundo laboral, acabó consolidándose a raíz de grandes viajes y proyectos audiovisuales como «Tierra Palestina», una serie documental presentada en Zamora. Elizabeth, como muchos chilenos, proviene de una familia de origen palestino que tuvo que emigrar a América Latina debido a los conflictos bélicos en su país. Su familia, junto a otros miles de casos, forma parte de la mayor comunidad de la diáspora palestina fuera de Oriente Medio. Se calcula que unas 500.000 personas de origen palestino viven hoy en día en Chile. Por lo tanto, no es de extrañar, como menciona Claudia, «tener una amiga palestina allí».

Fueron esa relación de amistad y los vínculos familiares de Elizabeth los que llevaron a ambas a su primer viaje juntas a Palestina hace varios años, en concreto a la ciudad de Belén. Los temas problemáticos de la ciudad eran «evidentes», aclara Claudia. Mucha presión policial que «te hacia no olvidarte nunca de dónde estabas». Sin embargo, ese viaje fue la primera piedra para una relación «única y especial» entre Claudia y Palestina.
La cuestión era volver y hacerle una especie de «homenaje» a esa tierra que la había fascinado, y qué mejor que mostrarlo a través de la óptica de una cámara. Documentación exhaustiva, elaboración de presupuestos, gestión de permisos y licencias… todo un proceso que llevó más de un año hasta que, en 2019, Elizabeth Kassis (presentadora), Claudia Pérez (productora), Claudio Lara (director) y todo un equipo técnico integrado principalmente por palestinos comenzaron la andadura de filmar la serie documental «Tierra Palestina». Cuatro capítulos que se proyectan cada martes desde el 28 de enero en el Seminario San Atilano en Zamora. ¿El objetivo? Mostrar la esencia de un territorio en el que se piensa más en clave de conflicto que como un país con sus culturas y tradiciones propias.
«Le dediqué mi cuerpo y mi alma a este proyecto», comenta Claudia Pérez cuando se le pregunta acerca de los 15 días de rodaje que califica como «intensos», ya que estuvieron marcados por algún que otro momento difícil: «La hostilidad policial en los controles de acceso fue muy alta», concluye. Aún así, para ella, todo ha merecido la pena cuando piensa en el número de personas a las que la serie documental le está llegando: «Si una persona de todas las que ve este documental compra un billete para ir a Palestina, creo que el programa cumple su objetivo al cien por cien».
Entre todas las enseñanzas del viaje, Claudia Pérez, destaca la parte humana y social que le brindó el pueblo palestino durante esos días. «Son únicos porque, debido a su condición, viven cada día con muchísima alegría. Eso te hace cuestionar indudablemente tu vida». Puede ser que esa resiliencia es lo que más le haya conectado a Claudia con el país o puede también que haya sido su amabilidad profunda. Lo que sí sabe con certeza es que desde el documental querían romper con toda aquella mirada que asociaba a Palestina con el conflicto y reconstruirla contando su tradición religiosa, artesana, gastronómica y laboral.
La unión familiar, asegura la productora, «es la razón por la que han pervivido las tradiciones pese a llevar tantos años de conflicto». El pueblo palestino se estructura en diferentes clanes familiares que tienen muy presente la importancia de enseñar, de generación en generación, su «sello» para que nunca desaparezca. «Es una manera de hacer frente a todo el horror vivido. Levantan su bandera a partir de las tradiciones», argumenta Claudia, quien está convencida de que «la cultura palestina nunca morirá siempre y cuando al menos uno permanezca vivo».
Sin abandonar la visión objetiva de lo que está ocurriendo actualmente en Palestina, Claudia Pérez siente la serie documental como «una bandera de lucha por Palestina» a su alcance, y llevarla a diversos espacios como Zamora, Pamplona, Valencia o Madrid le hace estar más cerca del objetivo de proyectar una imagen más positiva de un país sumido en la guerra.