El anuncio aparece en Wallapop, en Milanuncios o en otras plataformas web similares. Un hombre llamado Miguel vende la obra «El Molino de Aliste», de Ricardo Segundo (1903-1983), por 11.500 euros. En realidad, primero empezó por 12.000, pero el precio ha ido bajando en los últimos días para esta pieza fechada en los años 40 y creada por aquel pintor formado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y afincado años después en Sejas de Aliste.
«Es un tema muy complicado, porque nosotros tenemos la propiedad intelectual de la obra de mi padre, pero los cuadros son propiedad privada. Normalmente, las ventas suelen venir por herencias en las que cada uno se busca la vida», explica Gloria García Pertejo, la hija de Ricardo Segundo que está más implicada en la catalogación y el archivo del legado del artista.

De hecho, García Pertejo, licenciada en Bellas Artes, explica que, a medida que han ido pasando los años, han ido apareciendo más cosas. «El otro día ha salido otro a subasta en Ansorena, en Madrid, y era un bodegón de 1927″, apunta la descendiente del pintor, que está atenta a todos estos movimientos para archivar cada pieza de su padre que aparece.
En el caso de las galerías, resulta más sencillo enterarse del proceso, archivar e incluso captar alguna imagen para ubicar mejor la obra. En otras circunstancias, como la de la venta por Internet sin más complicaciones, «es una pena que no se pongan en contacto». De hecho, García Pertejo ha tratado de hablar con el dueño de «El Molino de Aliste» para estar informada de los movimientos.

«Me gustaría tener el registro de quién lo compra, para saber que eso existe y que está en un lugar determinado», apunta García Pertejo, que también limpia «gratuitamente» la obra de su padre cuando alguien se lo pide. Eso, si es de su padre, porque la hija de Ricardo Segundo se ha ido encontrando «cosas surrealistas» con el paso de los años.
Esta licenciada en Bellas Artes comenta que «hay ciertas obras que se le achacan a él si tienen un tema costumbrista». Pero no siempre con tino: «Yo conozco la firma, sé cómo ha ido cambiando. He tenido que llamar a salas de subasta para decir: esto no es de mi padre. Con algunas personas que me vienen con un cuadro me da apuro, pero les tengo que decir que vayan a la tienda donde lo han comprado y lo digan, porque eso es delito», advierte García Pertejo.
Tal es el volumen de casos de este tipo que le han sobrevenido a lo largo del tiempo que García Pertejo tiene «una carpeta de falsos». No es el caso de «El Molino de Aliste» que vende Miguel por Wallapop. Ese es verdadero. De hecho, hay dos ejemplares del mismo cuadro, casi idénticos, y uno estuvo en la exposición de indumentaria tradicional que permaneció abierta durante la pasada primavera en La Encarnación.
«Es el mismo, pero no es el mismo», aclara García Pertejo, que apunta que nunca dos cuadros llegan a ser iguales del todo: «También hay una versión pequeñita, un boceto, y ese sé dónde está. Lo tiene Antonio Pedrero», asegura la hija de Ricardo Segundo.
La visión de un galerista
Desde la perspectiva de los galeristas de arte, un experto afincado en Zamora que prefiere no dar su nombre, incide en que «una persona que tenga una pieza heredada del patrimonio familiar y la quiera vender por Internet es libre». Ahora bien, «no es el mejor método». Las galerías contactan con profesionales, coleccionistas y gente a la que le pueda interesar, pero lógicamente se llevan comisión. Ahí tiene que haber un reparto.
La persona consultada destaca también que los profesionales son más conscientes de qué cotización puede tener la obra y de qué precio se le puede poner. «Una galería sabe los precios de mercado», desliza el experto.
No a cualquier precio
El propio vendedor, consultado por este medio, admitió que no tiene urgencia por darle salida al cuadro. Simplemente se lo dará a quien venga con una oferta suficiente para él. Si no, seguirá en su poder: «Le tengo mucho cariño», zanja.