En un poste de la luz junto a la antigua ermita de Codesal cuelga un cartel de rayas: «Súper Carmen». Uno deduce que se trata de una tienda, pero bien podría apelar directamente a una heroína local. Tras las puertas, entre unas paredes centenarias que las han visto de todos los colores, está Carmen Costa, hija del pueblo, una mujer que como tantas personas encontró trabajo fuera de los límites locales y que, y este recorrido ya lo han hecho menos, regresó a Codesal. Desde hace 15 años se hace cargo de la tienda, la única que queda en el pueblo. Súper Carmen contra los elementos.
Obligatoriamente la conversación comienza por el propio edificio, una ermita en la que hace décadas se llevaba a cabo buena parte de la vida espiritual del pueblo. Eran otros tiempos, cuando Codesal daba para mantener una iglesia y una ermita. Ahora, con la despoblación al galope y la fe en horas bajas, al edificio se le ha dado un uso mucho más terrenal, pero tuvo un papel destacado en fechas fundamentales para los católicos. «El Viernes Santo se venía aquí a adorar la cruz en procesión desde la iglesia, y aquí se celebraba el domingo del Corpus», asegura Carmen antes de reconocer que «de esto hace tanto que yo ni siquiera lo he visto. A lo mejor cien años no, pero casi».

El edificio cae en desuso y de él se apoderan las zarzas, que de momento no eran suficientes para que el Obispado soltara prenda y permitiera otros usos. Se consigue hace unas dos décadas, cuando el pueblo se hace cargo de la reparación de la iglesia y, a cambio, recibe la propiedad de la ermita. Se limpia el edificio y, años más tarde, se adecenta para instalar en él una tienda. Ahí entra en juego Carmen.
La tendera ha visto en primera persona cuál ha sido la evolución del pueblo en los últimos años. Una evolución marcada por la pérdida continua de población y por una clientela que «siempre ha ido a menos» con el paso del tiempo. «Ahora estamos en la peor época, entre Navidad y Semana Santa, pero incluso en verano se nota que hay mucha menos gente que hace años», reflexiona Carmen. Y claro, eso se nota en la caja.
– ¿Da para vivir?
– Malamente.
– Pero usted sigue aquí.
– Ya. Yo qué sé.
Carmen Costa apunta que «es tarea de todos los vecinos» intentar mantener «algo» en el pueblo, así que siente como una responsabilidad su función social en Codesal. No hay muchos clientes, cierto, pero para los que hay, el supermercado es un activo fundamental del pueblo. «Quedamos muy poca gente, pero yo creo que si cerrara la tienda iba a hacer una faena a más de uno», reivindica la comerciante.

Lo que sí tiene claro Carmen es que la tienda se acaba en el momento en que ella dé carpetazo a su vida laboral. «Aquí no hay relevo, eso lo tengo claro. Cuando me jubile, esto cierra. Y espérate a que no cierre antes de eso», concluye. Y, después de un segundo de silencio, remacha. «Es que aún me queda mucho para jubilarme».