Integrado en la comarca de la Tierra del Vino y a 14 kilómetros de la capital zamorana, el municipio de Cazurra amanecía este martes, 4 de febrero, con más ilusión que de costumbre: abría de nuevo el bar. El local, que «siempre había permanecido abierto», se vio súbitamente sin dueño, y el Ayuntamiento decidió hacer pública la circunstancia para buscar una solución.
Fue a través del periódico como Luis Clavero (35 años), dueño ahora de El Trinquete, se enteró de lo que ocurría en el pueblo. Y esa oportunidad ha creado dos nuevas vidas: la del propio Luis, al cumplir su sueño de abrir un bar, y la de los vecinos que veían en el cierre del establecimiento un momento crítico para la localidad.
Y así llegó este martes en el que la niebla espesa cubría las calles de un pueblo de tan solo 78 habitantes censados. Sin embargo, en días en los que el frío puede frenar cualquier atisbo de socialización, en El Trinquete lo tenían todo a punto para la inauguración: bollería variada, croquetas y tortillas iban asomándose por la barra a la espera de los primeros clientes.
Tras el mostrador, la emoción del encargado, Luis Clavero, la propia de un primer día de trabajo. Malagueño de nacimiento, este hombre llegó a Zamora para dar clase después de vivir durante siete años en Francia como profesor de español. El frío, comenta, se siente igual en las tierras francesas que en la provincia, así que le fue fácil adaptarse.
Tras un año como docente de francés en Zamora, Luis se quedó sin trabajo en un sector «que está mal», asegura. Ese fue el punto de inflexión que le impulsó a pensar en la posibilidad de cumplir ese sueño que tenía guardado: «Yo siempre he querido tener un bar», confiesa. Las cargas económicas bajas que supone el alquiler de un local en esta zona y la ilusión de comenzar algo nuevo fueron los principales motores para pasar a la acción.
Lo que ocurre es que la vida de Clavero, hasta ahora, nunca había estado vinculada a la hostelería ni a Cazurra, lo que le ha dificultado el proceso de reabrir el bar. «No sé cómo funciona este mundo», admite, mientras enumera todos aquellos retos que ha tenido por delante: proveedores, arreglos, gestión de cocina, menús… Experiencias que son escuchadas bajo la atenta mirada de un vecino de Cazurra que celebra la apertura del bar: «Estamos bien, contentos».
Un sentimiento que es compartido por Miguel Villalpando, teniente de alcalde del municipio, quien sostiene la capacidad revitalizante que tiene el establecimiento en municipios tan pequeños como este. «Un pueblo sin bar no es pueblo. Estábamos deseando volver otra vez aquí».
El apoyo en invierno, el negocio en verano
En Cazurra, como en tantos otros municipios, el bar, más que un establecimiento donde comer y beber, es un espacio de encuentro donde los vecinos acuden a refugiarse de la soledad y «en búsqueda de la comunicación entre unos y otros», añade Villalpando. El teniente de alcalde eleva la voz efusivamente cuando habla de la cantidad de gente que transitaba el bar en verano. «50 personas éramos en la terraza», destaca.
Es por ello, que los vecinos han recibido a Luis con una gran acogida desde hace días. «Hay ganas en el pueblo», sostiene Clavero, quien se enorgullece de haber tomado una decisión que no solo le ha dado una nueva vida a él, sino también al pueblo.