En los años 30 del siglo pasado, América en general y países como Argentina en particular ya se habían convertido en el nuevo hogar de miles de vecinos de la España pobre. Aquellos emigrantes se habían subido casi a ciegas a un barco con la esperanza de encontrar, al otro lado del océano, la prosperidad que se les negaba en la tierra propia. El Buenos Aires de la época fue para muchos el futuro y el de sus familias, sin billete de vuelta, y menos aún tras el estallido de la Guerra Civil que convirtió en penurias lo que antes eran dificultades.
En ese marco, aun lejos del país, costaba mirar para otro lado. Cada cual desde su posición quiso ayudar a su gente: a su familia, a su pueblo e incluso al bando al que apoyaba en la contienda que se libraba en España. Desde esa óptica se puede entender el nacimiento de la Casa de Castilla en Buenos Aires, un colectivo surgido en 1938, con la guerra ya avanzada, que vio la luz con el fin de «movilizar y coordinar la ayuda económica de la colonia castellana a la República».
Así lo explicó este jueves, en el simposio organizado en las dependencias de la UNED Zamora sobre el asociacionismo en América, el profesor de la Universidad de Salamanca Isaac Martín Nieto, que hizo un repaso por la particular existencia de este colectivo que nació a finales de los 30 y sobrevivió durante todo el Franquismo y un poco más. Siempre, inmerso en la misión de respaldar a aquellos que pelearon primero y aguantaron como pudieron después.
El estudioso analizó las actas de las reuniones de la Casa de Castilla para trazar una trayectoria que comenzó «siendo una cosa muy concreta» y que enseguida pasó a ser «algo distinto». Primero, en abril del 38, la asociación canalizaba el dinero que sus «socios cotizantes» mandaban para apoyar a la República. Todo, bajo la dirección de dos agrupaciones: la soriana y la riojana, aunque pronto se incorporaron varias más. Incluida la zamorana.
La Casa de Castilla comenzó a funcionar de forma coordinada con la embajada, formalizó su actividad mediante unos estatutos y se marcó un horizonte temporal cercano: el colectivo habría de funcionar mientras durase la guerra. El asunto aquí es que sus miembros no esperaban que el destino del conflicto iba a ser la dictadura encabezada por Francisco Franco y el sangriento final de la experiencia republicana iniciada en 1931.
Ante el nuevo escenario dibujado desde el 1 de abril de 1939, la Casa de Castilla recondujo su actividad para convertirse «en una cosa relativamente distinta», según indicó Martín Nieto, que habló de hogar para socializar, para organizar actividades culturales y para desarrollar acciones recreativas. Ahora bien, sin perder de vista las ideas iniciales: «Se trataba de defender los valores republicanos y democráticos en el futuro político de España».
En ese marco, se entiende la creación de una revista mensual llamada «Castilla», que funcionó hasta los años 60, y se comprende la recaudación de fondos a través de las actividades para ayudar a los mutilados y a los exiliados tras la Guerra Civil. Además, en su sede, se conmemoraban fechas como el 14 de abril, día de la República, o el 7 de noviembre, en recuerdo de la defensa de Madrid, aunque también el 12 de octubre: «Nunca consiguió sustituir a las asociaciones con identidades provinciales», advirtió Martín Nieto. Esto era otra cosa.
El camino hacia la disolución
De hecho, el espacio funcionó «más para reforzar la identidad nacional» asociada a los valores de la República que para fomentar una unión regional o provincial. De ahí que su decadencia llegara con el paso de los años y la lejanía de la guerra, y su disolución definitiva con el asentamiento de la democracia en España, en 1981, el año del Golpe de Estado frustrado del 23 de febrero.
«Aparentemente, no mantuvo relación con las otras sociedades castellano y leonesas», aseguró Martín Nieto, que explicó que, en el momento de su disolución voluntaria, solo quedaban cinco personas para agitar la bandera de lo que, en su día, fue un respaldo colectivo de los españoles que marcharon lejos, pero trataron de luchar a su manera por el triunfo de la República en el país que habían dejado atrás.