El marido de Teresa de la Huerga trabaja como pastor de ovejas en Villar del Buey, una localidad sayaguesa situada a unos cuarenta minutos de Zamora en coche. Ella, en cambio, tiene su plaza en Madrid. Hace pocos años, el encaje entre sus dos vidas habría resultado inviable. Para vivir juntos, alguno tendría que haber renunciado a su carrera profesional. Pero ahora, entre los «dos o tres días de teletrabajo» semanales para Teresa, la alta velocidad ferroviaria y una importante dosis de voluntad, esta pareja y su hijo de dos años residen en la localidad en la que él funciona con el rebaño.
Esa vida ya exigía un esfuerzo diario importante para Teresa, particularmente en los días de presencialidad en Madrid, pero desde este 24 de enero hay una traba más. Y no, no se trata del posible incremento del precio de los abonos con el rechazo al decreto ómnibus, que también, sino de la supresión del servicio que devolvía a esta mujer a Zamora desde la capital de España a las cuatro de la tarde. Renfe ya no ofrece un tren en esa franja horaria y, a varios usuarios recurrentes como esta leonesa afincada en Sayago, les ha hecho una faena.
Teresa explica que, con el tren de las cuatro, tenía una posibilidad «razonable» de estar en casa a las seis. Ahora, el siguiente servicio sale, en principio, a las 17.08, aunque varios de los usuarios consultados comentan que, al tratarse de un Avlo, suele acumular retrasos habitualmente. En definitiva, la vecina de Villar del Buey cuenta con que empezará a retornar a casa a eso de las siete y media, unas cuatro horas después de que su hijo salga de la guardería.
«Esa hora y media nos supone mucho. En invierno, me puedo ir apañando, pero en verano es más complicado», advierte Teresa, que lamenta que existan trabas extra para su decisión de marcharse al pueblo: «Igual, no te puedes plantear tener otro hijo», destaca esta sayaguesa de adopción, que lanza una de las reflexiones más comunes cuando llegan estos casos: «Se les llena la boca con la España Vacía, pero luego te dificultan la vida», lamenta.
El caso de esta trabajadora del sector público no es único. Dentro del colectivo de los usuarios del AVE en Zamora, hay varios ejemplos de personas afectadas por la supresión del servicio que les resultaba más cómodo a las personas que trabajan en horario de mañana, hasta las tres de la tarde, y que podían plantarse de vuelta en la ciudad pocos minutos después de las cinco: «Nos crecen los enanos»; lamenta el arquitecto Ángel Martínez, que constata que «cada día es una historia nueva».
En su caso, hace poco más de un año decidió mudarse con su mujer desde Madrid hacia Zamora: «Veíamos una oportunidad y un potencial bastante grande», comenta este hombre, originario de la provincia. La pareja tomó la determinación desde la lógica del teletrabajo, el tren y la vivienda asequible, pero el segundo de los factores está complicándoles la existencia: «Yo trabajo por cuenta ajena en Madrid y por cuenta propia en Zamora. Si llego a las cinco, genial, pero a las seis y media ya está complicado», asegura.
Ángel critica, además, que todo se esté vendiendo como una mejoría en el servicio: «No es así. No quieren que hagamos esto, quieren que nos volvamos a Madrid», remarca el arquitecto, que apunta que la supresión del tren de las cuatro afecta a su vida diaria y que admite que todo el proceso le está dejando una sensación «bastante desagradable». «Estamos encantados con el cambio a Zamora. Nuestro único problema es cómo nos está tratando Renfe«, afirma este retornado, que alude igualmente a los retrasos cotidianos como otra piedra en el bolsillo.
El panorama tampoco es fácil para mujeres como Carolina Dillana, con un niño de tres y otro de cuatro años: «Llegar a las cinco y cuarto me supone pasar toda la tarde con ellos, pero viajar en el siguiente, que casi siempre lleva retrasos, ya me deja aquí a las siete y con poco tiempo. En invierno, se hace de noche y nos metemos en casa», narra esta mujer, que ya se tuvo que plantear, junto a su marido, que él dejara su trabajo para poder conciliar.
«Lo que pasa es que llevamos mucho tiempo luchando, y cada día son noticias malas. Debería ser más fácil tener una buena combinación de trenes», opina Carolina, que recuerda que no hay un madrugador como demandan los usuarios y que, en las condiciones actuales, toca pasar más de doce horas fuera de casa para trabajar en Madrid. «En mi caso, tres días a la semana», aclara la zamorana, que no descarta buscar otro tipo de trabajo, con la oficina más cerca, ante el hartazgo que le está generando la situación.
Otro que lleva un tiempo entrenando la paciencia en el tren de Zamora a Madrid y viceversa es José Ramón Andrés. Este empleado público acumula catorce años de trabajo en la capital de España y, al principio, se quedaba a dormir allí algunos días entre semana. Luego, surgió la alternativa de la alta velocidad y empezó a ir y venir. Los horarios le facilitaban la posibilidad de llevar a sus hijos a extraescolares y de pasar tiempo con ellos, pero la eliminación del servicio de las cuatro frenará esa rutina: «Ya me lo impide», constata.
Y no son solo los 68 minutos de espera hasta el tren: «Desafortunadamente, el de las 17.08 siempre tiene bastantes retrasos», insiste José Ramón, en línea con sus compañeros. «Ponen trenes en horas valle que no aportan ningún valor añadido y que aparecen un poco por cumplir. Si se quiere fomentar esto, tendrían que empezar por poner un madrugador que llegue a las ocho a Madrid«, comenta el zamorano, que desliza que en los talgos que él empezó a usar antes del AVE había billetes por menos de diez euros «y puntualidad británica».
Los billetes y la esperanza de la mesa
Ahora, con este sistema, se añade «el desgaste mental que genera estar siempre pendiente a ver cuándo salen los billetes a la venta», recuerda el usuario recurrente, que ya asume como decisión propia las tres horas extra que sacrifica fuera de su trabajo para ir y venir, pero que critica las dificultades: «Yo no concibo mi vida en Madrid, y sobre todo por mis hijos», recalca José Ramón, que ahora está dándole vueltas a la fórmula para «buscar ayuda» y cubrir el rato de cuidados que ya no va a poder prestarles a sus hijos a media tarde por el cambio en las frecuencias.
Lo previsible es que este sea uno de los asuntos que salga a la palestra en la primera reunión de la mesa de trabajo del tren, que reunirá a los usuarios, a las instituciones y a los agentes sociales este miércoles: «El otro día, el presidente de la Diputación lo vivió en sus carnes. Pero una vez. Nosotros estamos todo el tiempo», advierte Carolina Carracedo, que tiene claro que una respuesta favorable a las demandas de los viajeros frecuentes sería «buenísima para Zamora».