En 2023, se aprobó la Ley de Bienestar Animal, que no estuvo exenta de polémica en su día y que, años más tarde, aún deja a la vista lo que las asociaciones animalistas consideran como lagunas y exclusiones en la normativa. Para los colectivos, estos supuestos fallos hacen mella en los animales más vulnerables: particularmente, en los perros de caza.
En ese sentido, la legislación buscaba poner fin al abandono y sacrificio de animales. A priori, un avance en derechos. Sin embargo, todo se torció, según las asociaciones, cuando el amparo no era universal para todos los animales, sino que los perros de caza se excluían de esa normativa. La Fundación Affinity recoge en su estudio «Él nunca lo haría» que el 11% del abandono de los animales en 2024 responde al fin de la temporada de caza, lo que evidencia que muchos canes se quedan a la deriva año tras año.
«Es una cuestión de intereses económicos», responde Nieves Pérez, responsable del Centro de Recogida de Animales de Zamora «Scooby», a la pregunta de por qué este tipo de perros y no otros. Con esta ley, el uso de animales solo está permitido en actividades que no les pongan en riesgo ni les causen ningún tipo de sufrimiento. Por lo tanto, la anexión de estos perros a la ley pondría a la caza en serio peligro.
En Castilla y León, la temporada de esta actividad en 2024-2025 comenzó el 12 de octubre y finalizará este domingo. Para muchos, es una fecha insignificante, pero para las protectoras de animales abre una temporada difícil donde el abandono de perros, especialmente galgos, aumenta. Eva Hernández, presidenta de la asociación de Animales Abandonados en Toro, señala un cambio de paradigma. «Hace cinco años eran más temidos los día posteriores al fin de la caza. Ahora, el abandono se produce casi más al inicio de la temporada. Miden y prueban la calidad de los perros y, si no valen, los abandonan», comenta resignada.
De los galgueros responsables a los criaderos ilegales
Ese acto se ve amparado, según las personas consultadas, por la falta de protección en esta ley. Aunque ambas profesionales, Pérez y Hernández, defienden la existencia de galgueros responsables con el cuidado y el trato de los animales, lo cierto es que algunos de los perros de caza que acogen en sus protectoras provienen de criaderos ilegales que buscan una crianza masiva para la obtención de los galgos mejor cualificados. Del resto, se deshacen. «Les sale gratis abandonarlos porque no hay consecuencias negativas detrás», sostiene Nieves Pérez, que aboga por una persecución legislativa que castigue a los malos galgueros.
Muchos de estos animales acaban en manos de asociaciones y voluntarios como Eva o Nieves, cuyo fin es darles una segunda y mejor vida, aunque algunos, a raíz de los comportamientos de sus anteriores dueños, vienen con consecuencias físicas y psicológicas. «Tienen mucho miedo. Mucho. Especialmente a los hombres», confiesa Hernández. Por delante, un camino de tiempo y paciencia para devolverles la confianza en los seres humanos, esos que deberían, sostiene la experta, «considerarlos como animales de compañía y no como instrumentos de caza».