El Teatro Principal estrena temporada este viernes 24 de enero (20.30 horas) en el Ramos Carrión. La colaboración entre ambos liceos permitirá que la obra El cuarto de atrás se represente ante un público mayor, en un escenario diferente, pero con la atmósfera habitual y particular que ofrece esta adaptación de la novela homónima de Carmen Martín Gaite. Sobre el escenario, estarán Emma Suárez, Nora Hernández y Alberto Iglesias. Este último analiza en la siguiente entrevista los pormenores de una representación con la que girará durante todo el año 2025.
– Usted ha dicho en alguna ocasión que el terreno de los sueños es muy adecuado para el teatro. ¿Qué tiene ese lado onírico que resulta tan positivo a la hora de llevar las historias a escena?
– Las historias están por todos los lados, ¿no? Tenemos el cine o la televisión, que nos ofrecen historias lineales de planteamiento, nudo y desenlace. Pero el teatro tiene algo de ritual, mágico y primitivo que sí que nos puede acercar de alguna manera a un mundo más onírico, más abstracto. Digamos que no tiene por qué ser un viaje de comprensión, sino que puedes volar hacia otros lugares, que de alguna manera las puertas de la percepción se pueden abrir hacia otro sitio. Martín Gaite plantea El cuarto de atrás a partir de un duermevela, de una noche de insomnio, y hay mucho elemento onírico, mucho elemento de sueño y de fantasía. Ella empieza en una noche en la que no puede dormir y de repente suceden un montón de cosas que no se sabe nunca si son verdad o son producto de estar en terreno de nadie, entre el sueño y la inconsciencia. Nosotros hemos incidido en eso, en que el viaje es un sueño, y así se transmite al espectador. Es un dejarse llevar por el subconsciente, por la fantasía de este personaje central que en la obra y en la novela se llama C. No es Carmen Martín Gaite, pero podría ser un trasunto de la escritora.
– De hecho, el propio personaje que usted interpreta no queda muy claro si es real o no. Lo que sí hace es jugar el papel de guía de ese sueño o de esa noche de vigilia.
– Hay un ensayo muy famoso en el que que ella – Martín Gaite – dice que quiso inventar el personaje del hombre de negro simplemente para que hiciera de interlocutor, para contarle cosas y que la azuzara. Y de repente el personaje, a medida que iba avanzando en la escritura, se rebeló, cogió las riendas y la llevó a sitios a los que ella creía que nunca llegaría. Eso es muy bonito de hacer y de ver. Y sí, el personaje no es un personaje al uso. No se sabe muy bien si está, si no está, si es real, si no es real. Hay algo como de magia y de fantasía, que eso lógicamente se ha explotado desde la dirección y desde el juego propio de la interpretación. Es un poco introducir caos en el orden.
– Luego, como en cada obra, habrá una interpretación particular de lo que está sucediendo en la escena. ¿Cómo llega toda esa complejidad al espectador?
– Hay tantas obras como espectadores y, en un caso como el del El cuarto de atrás, yo creo que cada uno la digiere de una manera. Eso también es muy rico, yo creo. No hay que unificar ni dirigir la conciencia del espectador, sino proponerle un juego de abandono en el que ellos van allí a dejarse engañar, que eso es el teatro, y van viviendo su propio viaje. Yo creo que eso es lo interesante.
– La obra está basada en un libro que tiene casi 50 años. ¿Hasta qué punto ha buceado en esa novela para comprender al personaje, usted que también se dedica a escribir?
– En lo que tiene que ver con el teatro, con esta obra no tengo referentes. No es un Hamlet. No tengo dónde agarrarme. Y eso también te da mucha libertad de creación. Digamos que el personaje lo hemos creado de cero, a partir de la novela de Martín Gaite y después de la adaptación de María Folguera, y nos hemos permitido encontrarlo. Para conseguirlo, lo primero que tengo que hacer, como con casi todos, es desintegrarme yo. O sea, desaparecer, quitar lo que hay de Alberto y empezar a ver dónde está el hombre de negro, empezar a llenarme de ese personaje. Lógicamente, Rakel (Camacho, la directora) ayuda mucho, es una directora con mucha sensibilidad, es una persona muy creativa, es una gran artista y te va guiando, te va dando pistas, pero también te deja mucha libertad. Entonces, sí que me lo he tomado con mucha calma y muy despacito hemos ido construyendo la relación, porque los personajes son siempre en relación con el otro, igual que en la vida. Por eso, yo he ido construyendo mi relación con C, el hombre de negro ha ido construyendo su relación con C, y viendo lo que nos estaba pidiendo a través de la acción. Digamos que hemos marcado una pequeña lógica de objetivos, pero sin que eso nos coartase de la parte principal que es el juego y el disfrute del sueño.
– ¿Hasta qué punto hay una transformación del libro al teatro?
– Yo leí la novela y cuando vi la adaptación pensé: coño qué bien, qué bien visto. Porque la novela es una señora novela con muchas páginas y muchas palabras, y condensar todo este mundo en el tiempo que dura la función no es fácil. Y realmente me sorprendí gratísimamente de ver que íbamos al tuétano, que estaba ahí la médula espinal del libro. También tengo que confesarte que estoy absolutamente enamorado de Carmen Martín Gaite, y espero que mucha gente que no la conozca, la desconozca o la conozca a medias, después de ver El cuarto de atrás quiera más, tenga hambre de Gaite. Y yo creo que el que haya leído el libro en ningún caso se va a defraudar, lo que va a hacer es compartir una visión, va a ver lo que quizás en algún momento de su lectura imaginó. Y muchos se sorprenderán diciendo: en la vida me hubiera creado este mundo. Es lo bueno del teatro, que de repente a través de la interpretación, de la reinterpretación de otros creadores, una cosa se va transformando en otra. La propia Martín Gaite ya decía, creo que en los años 70: cuándo llegaran los obreros valientes del teatro para unir el teatro y la novela. Y fíjate ahora, que está cuajada la programación de los teatros en España de muchas adaptaciones de novelas, cada vez más.
– En el caso concreto de Martín Gaite, ¿el centenario de su nacimiento abría un momento propicio?
– Esta es una pregunta que te contestarían mucho mejor la dramaturga María Folguera y Rakel Camacho, que son el motor de este proyecto. Me consta que esta idea tiene muchos años, que no se ha elaborado para el centenario. María es una súper experta en Martín Gaite, se lo sabe todo, tienen como una concomitancia, algo muy especial. Lo que pasa es que todo ha cuajado ahora. Imagino que, claro, lógicamente potenciado por el centenario y todas estas cosas, pero digamos que ya estaba ese germen, ya estaba ese teatro. La novela es muy teatral. Es muy difícil de hacer, pero hay algo que como lector, si eres de las artes escénicas y vives en este medio, en este hábitat, enseguida hueles que aquí hay teatro.
– Con el tema de los fantasmas, de los pensamientos, ¿hay una pretensión de pinchar al espectador para que se sumerja en los suyos propios?
– Más que pinchar, yo te diría que es una invitación para mirar en ese cuarto de atrás que todos, en mayor o menor medida, tenemos. Ese lugar en el que todo podía ser otra cosa y nada estaba prohibido es el lugar de la infancia, y yo creo que es una invitación muy bonita a dejarse llevar por eso y a reflexionar. No apuntar, no dirigir, no enfrentar. Esas son palabras que yo creo que no van con nuestra función.
– Lo que pasa es que cuando uno ya se ha ido equivocando en la vida, cuesta mirar ese momento en el que todo era posible.
– Claro, y la obra también habla de lo que puede ocurrir, de unos tiempos oscuros en los que la mujer tenía una posición no demasiado agradable, en la que no se podían hacer ciertas cosas sin el permiso de un padre o de un marido. Y todo eso está. Otra cosa es que se incida, que sea discursivo. Yo creo que la cosa va por el soltar lastre, darse cuenta y hablar de esa época. Y Carmen Martín Gaite, de alguna manera, ya lo va apuntando en escritos anteriores, pero no encuentra la forma, no encuentra la manera. Y de repente, en El cuarto de atrás, la tía, influenciada por las lecturas de Todorov, habla de fantasía. A través de la fantasía es como se puede llegar a hablar de esto. No se atreve a hacer una disertación o un discurso, no es una conferencia. Es una representación en la que vamos a momentos, épocas o lugares que a ella la han conmovido, le han movido el alma. Yo creo que eso es puro teatro.