La decisión no está tomada, por lo que todavía es pronto para saber si el número de torretas de vigilancia contra incendios en funcionamiento disminuirá en ocho, en mayor o en menor cantidad. Pero disminuirá. El delegado de la Junta en Zamora no ha usado estas palabras concretamente, pero de su intervención sí se puede entrever que la administración regional está por la labor de aprovechar las «ventajas tecnológicas» que dan las cámaras de vigilancia para intentar hacer el servicio de vigilancia contra el fuego, se estima, más eficiente.
Fernando Prada asegura que el Servicio de Medio Ambiente de Zamora ha elaborado un informe, «confidencial» según indica, en el que se indica que «hay que compaginar los avances tecnológicos» que suponen las cámaras con la vigilancia contra el fuego. «Se está haciendo un estudio con las 18 torretas y todavía no está tomada la decisión», apunta el delegado, que recuerda el importante papel que jugaron las cámaras en el incendio que el pasado verano se generó en Portugal y llegó a Zamora. «Se veía el avance de las llamas y se podía comprobar el alcance de la amenaza».
Según la denuncia que realizó la asociación «La Culebra No Se Calla» la reducción de torres, que ellos cifran en ocho torretas (de 18 a 10) implicaría un descenso en el número de trabajadores, que pasaría de 42 a 20. Según esta misma asociación, el recorte en Castilla y León significará la supresión de 67 torretas y 186 vigilantes, en un movimiento que, para La Culebra No Se Calla, constituye «un grave error». En primer lugar, por la pérdida del factor humano y por el impacto que esto tendrá en el empleo rural, pero también por la «dependencia tecnológica» que se generará en el territorio.
Para la asociación, lo ideal sería un sistema híbrido en todos los puntos de vigilancia actuales, en los que se combinara la tecnología con la actuación humana. Todo, con el fin de «proteger los montes y los pueblos». El portavoz de La Culebra No Se Calla, Lucas Ferrero, explicaba en declaraciones a este periódico que, con los cambios, se podrían producir fallos como los que ya se han detectado en otras zonas: «Que se confunda el humo con el polvo o que se estropeen las cámaras y tarden tres o cuatro días en repararlas», ha señalado.