Pasan unos minutos de las once de la mañana del 5 de enero, víspera del día de Reyes, y el movimiento por las calles de Zamora resulta evidente casi en cada esquina. Siempre hay quien deja las cosas para última hora. Aún así, cuesta encontrar colas tan largas como la que se ve en ese preciso instante en la calle de la Feria, en la desembocadura del Riego y la Costanilla. Si uno se pone a contar, le salen más de veinte personas fuera del establecimiento. Y no van exactamente a por regalos.
La fila de la paciencia tiene como recompensa uno de los dos mil roscones que elabora durante estos días la Pastelería Barquero. De nata, de crema o mitad y mitad, este producto tiene una demanda que uno de sus clientes de toda la vida trata de explicar desde la parte de atrás de la cola: «Es el mejor sitio, lo preparan muy bien. Sabe mejor, ¿entiendes? Yo todos los años vengo aquí, ya hace más de treinta».
Quien habla responde al nombre de Ramón Rodríguez, vive a un paso de la pastelería, en el barrio de San Lázaro, y no pierde la vez. «De todas maneras, aquí tienen jaleo todos los días», advierte el vecino, que aspira a llevarse uno de los roscones grandes de nata y que es consciente de que la jera de Reyes es el remate de unos días frenéticos para la gente de Barquero. De Nochebuena en adelante, casi no ha habido respiro, con varios picos como este en las fiestas de guardar.
El volumen de la tarea se percibe en la tienda y en el obrador que hay unos metros por encima de la cola, en una calle que apenas conduce a ese local en el que varias personas viven durante estas horas por y para los roscones. La distancia entre el lugar en el que se elabora el producto y la tienda en la que se vende es escasa, así que también hay personas encargadas de colocar el producto en una especie de transportín para ir haciendo viajes de forma constante.
Dentro, al mando de todo, está Romualdo Campano. El ambiente bajo su tutela evidencia un trabajo sin pausa, pero sin nerviosismo. Para casi todos, ya son muchos años con esto: «¿El secreto de que venga tanta gente? Pues que está hecho con masa madre y te dura igual tranquilamente dos o tres días. Y también el producto que utilizamos, la nata y la crema, y la elaboración artesana», indica el responsable del obrador en referencia a sus roscones: «Los hacemos de tres tamaños», aclara.
De fondo, un zumbido constante de las máquinas ameniza el rato mientras los trabajadores se mueven, colocan las bandejas, se posicionan con las mangas y completan cada fase del proceso sin pestañear: «Los muñecos los traemos de fuera, porque aquí es complicado», añade Romualdo. No hay que olvidar que otra de las claves del roscón, de los secretos de su éxito en Barquero y donde sea, está en el misterio de la sorpresa.
Según esa liturgia de las figuritas, en cada familia tendrá que pagar el año que viene quien se tope con el haba. Al que le toque, ya sabe que a la pastelería conviene ir con tiempo. A la salida del obrador de Barquero, la cola solo ha crecido. Y ahí sigue Ramón junto a otros vecinos.