Faltan escasos minutos para que suenen las doce campanadas que indican que ya estamos en 2025. David Broncano y Lalachus presentan el espacio que Televisión Española dedica, desde hace décadas, a celebrar en riguroso directo la salida y entrada del año. David pide como deseo que todo el mundo tenga acceso a la vivienda y que los precios de esta sean más asequibles. Lalachus confiesa que siempre lleva encima una estampita de la vaquilla del Grand Prix y la enseña a cámara para proceder a hacer una defensa de la televisión pública.
La pobre no tenía ni la menor idea del charco en el que se había metido. Nosotros, los que nos comimos las uvas con ella, tampoco. Porque, para nosotros, esa estampita pasó desapercibida como parte del universo de esta cómica que siempre, desde sus inicios, ha hablado del mítico programa del abuelo y del niño desde la nostalgia y el cariño.
Poco después comenzaron a aparecer en X (habrá que poner lo de antes Twitter) comentarios de personas a las que no les había parecido bien la banalización de un símbolo sagrado en ese contexto. Lógico y normal. Si algo caracteriza al siglo XXI son las quejas. Ha sido el siglo en el que más nos hemos quejado y cada uno de nuestros descontentos ha quedado registrado gracias a las redes sociales.
Lo que seguro que Lalachus no se esperaba es que esa simpática broma que forma tan parte de ella acabase derivando en una campaña de acoso orquestada por la extrema derecha española.
El Sagrado Corazón y Franco: amigos y conocidos
Quiero pensar que todos sabemos que usar Photoshop para ponerle la cara de una persona conocida a un santo, a un cristo o a la Virgen no es nada nuevo ni original. Lo que también pienso es que mucha gente no tiene ni idea de lo que el Sagrado Corazón significa para los nostálgicos, no del Grand Prix, sino de la dictadura franquista. Me ha parecido que este es un momento perfecto para recordarlo.
El culto al Sagrado Corazón de Jesús tiene más años que la tana. Su origen se remonta a la Edad Media, pero no es hasta el siglo XVIII que en España se convierte en algo muy relevante. Como todo en esta vida, tiene sus idas y venidas, sus etapas de estar de moda y sus momentos de capa caída. Por resumir, basta con saber que a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX en nuestro país se llevó a cabo una campaña para recuperar y dotar de un nuevo significado al Sagrado Corazón. Y funcionó. Desde este momento su imagen se relacionaría con el ideal político de cristianizar la sociedad y se presentaría la famosa iconografía de la estampita como fuente de virtud y remedio contra los problemas del mundo contemporáneo.
Recurro a doña Concha Piquer para ahorrarme tiempo y explicaciones: viene la guerra, termina la guerra. El bando de los sublevados ha usado durante la Guerra Civil el símbolo del Sagrado Corazón prácticamente como bandera de su ideología por dos motivos.
El primero, porque sabía que funcionaba, porque ya había funcionado a principios de siglo y con el paso de los años, se había convertido en una devoción muy popular. Y si te apropias de algo que le gusta a mucha gente es más fácil que arrastres a tu bando a los que no ven más allá del “si ellos son devotos del Sagrado Corazón, como yo, es que tienen que ser los buenos”.
El segundo, porque el bando republicano fusiló en el Cerro de los Ángeles, en Getafe, el primer lugar de la geografía española que había sido consagrado al Sagrado Corazón de Jesús en una ceremonia sonadísima en la que participó hasta el mismísimo Alfonso XIII, a cinco jóvenes pertenecientes a Acción Católica. Este acto fue resignificado por los sublevados (los de Francisco Franco) como un agravio y a partir de entonces les faltó tiempo para correr la voz de que el mismísimo Sagrado Corazón de Jesús estaba en su bando y su misión no era solamente liberar a España de los rojos ateos sino conseguir que la representación de Jesucristo con su corazón en llamas volviera a reinar en España.
Así, los sublevados encontraron una vía perfecta para la legitimación de su lucha que fue fácilmente interiorizada por la población que ya estaba más que familiarizado con el culto al Sagrado Corazón. Y, finalizada la guerra, la legitimación divina de la dictadura vino sola, del mismo modo que el Sagrado Corazón se convirtió en un símbolo del franquismo y del “buen cristiano”, es decir, el buen nacional-católico que cumplía y/o defendía las normas del dictador.
Aaaaahgora sim entendo
Claro, visto así, es más fácil entender por qué los grupos de extrema derecha españoles y los medios de comunicación y organizaciones que los respaldan y promueven sus ideales han visto la oportunidad perfecta para intentar cargarse a una tía que solo era fan del Grand Prix y llegó de rebote a las campanadas de Televisión Española gracias a que el programa en el que colabora ha sido la sorpresa de la temporada y encima es un espacio que defiende sin remilgos algunas ideas bastante cercanas a las de los rojos ateos como que la vivienda digna es un derecho recogido en la Constitución.
Bueno, eso, y que Lalachus es una mujer y su cintura no mide sesenta centímetros, que eso también pone en bandeja el odio gratuito sobre todo a los que solo les queda el recurso del ataque organizado en redes sociales para hacer callar y, por consiguiente, hacer desaparecer (algunos han llegado a desear hacerla desaparecer pero definitivamente) a una mujer que tiene más protagonismo que ellos.