Cada mañana del 26 de diciembre, en las casas abiertas de Ferreras de Arriba, los vecinos suelen sacar cuatro vasos con café con leche, chupitos, vino, agua o lo que sea menester para invitar a la filandorra, el diablo, la madama y el galán, que llaman a la puerta de todos los hogares para felicitar las fiestas y pedir el aguinaldo. Pero en este 2024 se quedaron cortos. «Tuvieron que sacar un vaso extra», subraya Javier Aguilar. El muchacho nacido ya en los 2000 se convirtió este jueves en el primero de sus paisanos en representar al cerrón en más de cuarenta años. Y sin avisar.
Sí, el colectivo que organiza la mascarada recuperó por sorpresa un personaje para la causa. Lo hizo a través de la documentación disponible, de las fotos y de la memoria de los mayores que aún recordaban la existencia de una figura que se dedicaba a recoger el aguinaldo, a meter en un saco los productos de la matanza que iba recibiendo y a repartirlos entre las casas más desfavorecidas. La tradición ha cambiado en este tiempo, por lo que el cerrón también adaptó su rol a esa circunstancia.
Quienes lo explican son el propio Javier Aguilar y el presidente de la Asociación Cultural Amigos de la Filandorra, Manuel Baladrón: «Antes, como se daban la morcilla, el chorizo y cosas así, llevaban un saco, pero ahora no hacía falta algo tan grande para el dinero, así que hemos cogido algo más pequeño», aclara el encargado de representar al cerrón mientras señala un pequeño zurrón que lleva sujeto sobre la parte superior de su pierna izquierda con una tira diagonal que le sale del hombro derecho.
En cuanto al resto de la vestimenta, el cerrón va ataviado con un pantalón de pana, un chaleco, la camisa y las botas. Todo, coronado con una boina. De esa guisa, guió a los otros cuatro personajes por las casas de Ferreras de Arriba, se encargó de centralizar la recogida del aguinaldo y de advertir a sus compañeros sobre las casas en las que se habían registrado fallecimientos durante el año.
Conviene recordar que la liturgia cambia un poco cuando se accede a estos hogares. «Hay que ir con los cencerros tapados y quitarse la máscara», comenta Javier, que se afanó igualmente por conseguir que ninguna casa abierta quedase atrás. Y este 26 de diciembre fueron más de 200.
La respuesta de los vecinos
¿Y cómo fue la reacción de la gente ante la novedad, más allá de lo de los vasos? «Casi nadie lo sabía y la reacción ha sido muy positiva. A los vecinos les gusta que esto no se pierda y que la tradición se vaya conservando», afirma Manuel Baladrón, que incide en que la asociación aspira, sin alejarse de todo lo que tiene que ver con el rigor, «a que las personas del pueblo estén contentas» con su mascarada.
Con acciones como la recuperación del personaje, la reacción siempre suele ser el aplauso. Eso, para quien mira desde fuera. Para el cerrón, también pesa el orgullo: «Hace dos años fui la madama y el año pasado el diablo. Esta vez, por varios motivos, no he podido hacer tantas horas corriendo, pero el año que viene vuelvo con más fuerza», advierte Javier, que reconoce que este nuevo personaje tiene un papel más calmado que el de los feos y los guapos.
«Nos viene bien una persona que organice, que se sepa el recorrido. Además, uno de los objetivos de la asociación es recuperar y conservar la mascarada como era antes», remacha Manuel Baladrón. Con el quinto personaje, Ferreras de Arriba da un paso más para que su Filandorra se parezca a la que vieron los más viejos del lugar.