La espadaña de la iglesia de San Román, ubicada en Vega de Villalobos, es visible cuando aún falta un trecho para llegar a esta localidad de la Tierra de Campos. «Para mucha gente, contemplar su silueta es como decir: ya estoy en casa», explica Elisa Sánchez, la coordinadora de la comisión que se ha creado en este pueblo de 89 habitantes censados para tratar de salvar esa torre que funciona como su símbolo. La construcción ni es BIC ni está a punto de caerse, pero los vecinos ven que necesita un lavado de cara y van a pelear por dárselo.
En esa tarea, la comisión presidida por Elisa tiene el respaldo de la Diócesis de Zamora, que está acompañando a los parroquianos en el proceso: «De entrada nos están dando soporte técnico, porque tienen un equipo bastante preparado», subraya la responsable del colectivo, que apunta que la espadaña de Vega de Villalobos también dispone de un proyecto redactado por el arquitecto de la institución religiosa, Claudio Pedrero, para encarrilar el arreglo.
A partir de ahí, viene lo difícil. Por lo pronto, se ha abierto una cuenta para recoger donativos mediante una campaña de micromecenazgo a imagen y semejanza de la que se puso en marcha con la iglesia de San Pedro de Villalpando. El informe del obispado cifra en 55.000 euros el importe necesario para acometer esta intervención en una espadaña que ni siquiera está datada. Se sabe que el templo es de 1830, pero la torre ya estaba previamente.
El valor patrimonial se suma aquí al sentimental, en un proyecto de recuperación que ha abierto esta cuenta bancaria (ES16 3085 0021 7227 7404 1715) para ir recogiendo las donaciones. Ahora bien, también será posible aportar en efectivo a través de las acciones que irá convocando el comité: «Vamos a actuar con la máxima diligencia y transparencia para que todo el dinero que se obtenga vaya solo para el objetivo final: la restauración de la torre para nuestro disfrute y el de próximas generaciones», advierte el colectivo coordinado por Elisa.
Con la vista puesta en el verano
El comité tiene bastantes ideas sobre la mesa para ir acercándose al objetivo, pero se topa con lo de casi siempre en estos casos: la despoblación. En invierno, cuesta hacer cosas. La gente no está, va poco o apenas pasa 48 horas en la localidad de forma intermitente. «Vamos a tener que esperar al verano o, como mínimo, a Semana Santa, pero tenemos una semana cultural muy activa en agosto», advierte Elisa.
La idea del comité es vincular las actividades de este verano con el proyecto de recogida de fondos para rehabilitar la torre. Por ejemplo, a través de la carrera popular habitual: «Todo es muy prematuro, pero tenemos planes», afirma la coordinadora del colectivo, que anuncia también la inminente creación de una página en Instagram y que manda un mensaje sobre la intención de las diez personas más implicadas en la causa: «Independientemente de que consigamos los fondos, lo importante es que esto sea un motivo para unir al pueblo». Pocos, pero juntos y en lucha por la defensa de los símbolos.