Todo empezó el 6 de febrero de 1985 en una esquina de la plaza de Cristo Rey. Miguel Ángel Fernández Ares y su mujer, Isabel, abrieron un bar al que llamaron Numancia y que consiguió trascender lo ordinario. Por longevidad y por estilo. Siempre fue uno de los locales con más personalidad de Zamora. El negocio sorteó todas las crisis, jubiló a sus primeros clientes y dio la bienvenida a parroquianos habituales que ni habían nacido cuando la aventura del pub comenzó. Pero el caminar se detuvo el 1 de septiembre de 2022.
Miguel murió. Sucedió de forma repentina, en un accidente de tráfico. A partir de ahí, vinieron los homenajes, los recuerdos, el ruido de las motos con la vista en el cielo y las miradas nostálgicas de soslayo hacia la esquina de Cristo Rey. Porque sí, con el fallecimiento de su fundador, vino el cierre del Numancia. Desde hace dos años y tres meses, la imagen de ese lugar es la de una puerta cerrada con el año de la fundación grabado a hierro por encima: 1985.
Justo ese año, quinto por tanto del bar, nació un hombre llamado Javier Hernández. Si alguien ha girado la vista en los últimos días hacia la entrada del Numancia y ha observado movimiento, probablemente se habrá percatado de la presencia de un tipo gigante, interminable, con barba poblada y pendientes. Es él. Quizá, también haya pensado que ese es el hombre que organiza el Z! Live Fest, y efectivamente, está en lo cierto. Ahora, el promotor de los días grandes del heavy en la ciudad, va a poner fin a la cuenta de los 840 días con el pub cerrado. Vuelve el Numancia.
Antes de empezar la historia, Javier aclara que, de la misma manera que el Z! sale adelante con el impulso de tres socios, este bar reabre con el empuje de las mismas manos. El negocio es cosa suya, pero también de Andrés Cid y de Gonzalo Rodríguez: «Planteamos darle un poco de continuidad a lo que creó Miguel. Yo me he criado aquí toda la vida, nací en el año en el que montaron el bar y fui al colegio con su hijo pequeño. Sé lo que significaba este bar para la ciudad y nuestra intención es hacerlo un hogar, con esa cultura de taberna que antes se veía más», explica el ahora hostelero.
Javier subraya que los socios aspiran a «darle continuidad a todo ese rollo que tenía el Numancia». De hecho, mantendrán el nombre, buscarán conservar el espíritu «rockero» y dotarán al local de un ambiente irlandés. La cerveza solo será de grifo y la idea es que haya mucha variedad, más allá de los licores y de otras bebidas. «Es imposible llevar esto como lo llevaba él, porque era muy peculiar y muy grande, pero queremos ir con esa esencia», insiste el nuevo responsable del local.
El ahora propietario del Numancia cuenta todo esto aún con los remates de las obras alrededor y con una plataforma visible al fondo que revela otra de las intenciones de esta nueva etapa: «Queremos seguir haciendo conciertos en vivo. No vamos a ser una sala al uso como el Avalon o La Cueva, pero sí habrá música en directo. Como estamos con el festival y con la agencia haciendo giras por ahí, pillamos muchas bandas buenas a las que estaría bien darles la oportunidad. Y también a los grupos zamoranos. Pero siempre hablando con Álvaro y con Óscar para hacerlo coincidir bien», aclara Javier Hernández.
Todo, en un local que contará con tostas y algo más de comida fría, que abrirá de lunes a domingo de cuatro de la tarde a cierre (entre las dos y las dos y media de la madrugada en función del día de la semana) y que también se sumará a la emisión de deportes en directo para seguir generando esa atmósfera de pub que pretenden sus socios. Aquí, Javier se detiene para incidir en que el rock tendrá un papel preponderante, pero para matizar igualmente que esto tampoco es el Z!, por mucho que los dueños sean los mismos: «Le tiene que gustar a todo el mundo», advierte.
De hecho, «no hace falta tener ningún tipo de estética particular, ni ser heavy ni rockero». «Aquí puede venir cualquiera a disfrutar de una copa bien puesta, de una cerveza fresca y bien echada, y de la terraza si es primavera o verano». Esto último del aire libre tendrá que esperar hasta unos meses después de la inauguración, prevista para este 20 de diciembre sin grandes aspavientos. La fiesta de puesta de largo se plantea para enero, pero la idea de los socios es arrancar ya para aprovechar el tirón de la Navidad.
Un sitio con alma
Con ese fin, se han acelerado unas obras que han sido exigentes para cumplir con las normativas y para adaptar un local que tenía la estructura de hace 40 años, los mismos que cumpliría el bar original en febrero: «Sí hemos conservado un poco el alma. Como puedes ver, tiene partes originales que queremos que la gente vaya descubriendo poco a poco», desliza Javier, que admite que, en este bar, «hay mucho sentimiento». «Como en casi todo lo que hacemos, esto va con más corazón que cabeza», añade.
En esa parte de las pasiones, el nuevo propietario no puede obviar su propia relación previa con la familia de Miguel ni lo que le unía al anterior dueño: «En vida, ya comentamos esto de cogerlo alguna vez, pero yo le dije que tenía bastante con lo que tenía. Ahora, para mí este es un proyecto muy personal y en el que tengo claro que el listón está súper alto. Esto lo hizo mítico él, currándoselo mano a mano con su mujer y con sus hijos, y nosotros intentaremos coger esa dinámica de volver a ser casa, volver a ser hogar, y no un establecimiento al uso», zanja Javier Hernández.
El 20 de diciembre de 2024 será el día 1 de la nueva era en el Numancia, pero aquí nadie tiene intención de olvidar lo que comenzó un 6 de febrero de 1985 y que ya es para siempre.