Sanzoles. Nueve de la noche del viernes, día de la Constitución, fiesta de las de meterse en casa y salir poco a la calle. En la localidad de la Tierra del Vino hay un trajín inusual por estos lares. De una y otra calle del pueblo aparecen paisanos, solos o en pareja, que van camino del polideportivo municipal. Esperan fuera, casi a oscuras. «Están ensayando las pascuas. Lo tienen que hacer ellos solos porque si hay gente no se escuchan de hablar». Dentro, los quintos ensayan los bailes de la fiesta fundamental del pueblo. Si alguien puede sacar a la gente de sus casas en Sanzoles, es el zangarrón.
Acabado el ensayo de las pascuas se abren las puertas, entran los vecinos y se ve, más incluso que dentro de veinte días, que el zangarrón es el pegamento que une la vida social del pueblo. «Esto hace vecindad, solo lo consigue el zangarrón», asegura el periodista Celedonio Pérez, uno de los principales guardianes de la tradición que impregna toda la vida social del pueblo.
Pero volvamos a los ensayos. Quintos más veteranos y otros recién llegados se alternan en las filas para tener listos los cuatro bailes fundamentales de la fiesta del solsticio de invierno. Es lo que tiene la falta de juventud en los pueblos. La fiesta, antaño coto reservado para los quintos, se ha ido abriendo y ahora hay chavales que van desde los catorce años hasta lo que tienen la veintena. La experiencia se nota y los más veteranos se esfuerzan, unas veces con más paciencia y otras con menos, para transmitir lo que pueden a los jóvenes. Los días 25 y 26 no se admiten fallos.
De entre las filas llama la atención un joven. Baila como los demás, toca las castañuelas con buen son y se maneja bien en las venias a Tanis, el tamborilero. Dos cosas le diferencian. No calza zapatillas, como el resto de sus compañeros, y sí unas botas de campo de las de toda la vida. Y, sobre todo, en su brazo derecho cuelga el vergajo. Es Hugo Sánchez, el zangarrón de este año. Dos quintos se disputaban el puesto y una moneda lanzada al aire quiso que fuera él. No tendría por qué ensayar los bailes, ya que el zangarrón no juega ese papel, pero dice que le gusta y espera seguir ocupando un lugar en las filas el próximo año.
Sánchez vive en León, lleva algún que otro año bailando y se confiesa «algo nervioso» ante la inminencia de la celebración de la que este año es protagonista central. Los entrenos ocupan su tiempo en las últimas semanas. «No tenía mucho tiempo para hacer deporte, por los estudios, pero me he tenido que poner en estos últimos meses», reconoce.
Hugo corre una media de más de dos horas diarias por León para estar listo ante «el tute» que supone encarnar al diablo bueno de Sanzoles. No se pone peso, decisión curiosa teniendo en cuenta que, entre unas y otras cosas, cargará con más de once kilos durante varias horas en la mañana del 26 de diciembre.
Tampoco se ha puesto el traje hasta ahora más que una vez, hace unos meses, para una exhibición. No quiere hacerlo para darle más empaque a la ceremonia de vestición. Sí irá poniéndose algo la careta «para que vaya haciéndose a la forma de la cabeza», dice. «Es un poco dura y de estar tanto tiempo con ella me va a raspar».
La familia
Sentada al lado, asiste al ensayo Tita, la abuela del zangarrón, acompañada de Manoli, la hija de Manolo Lorenzo, el tamborilero histórico. Si Hugo decía que hay nervios en la familia ante lo que se viene, la abuela lo confirma. «Bueno, hijo, qué felicidad, un nieto zangarrón. El primero de mi casa. Ni mi marido, ni nadie. El único, él», dice visiblemente emocionada.
También entra en las casas algo de preocupación, dice la abuela. «Le das con el vergajo a uno que te cae medio mal… y ya está el lío. Que esto es una tradición y son bromas, pero es serio también. Eso y luego que aguante bien el día, que no se caiga…».
Los quintos aprovechan el «respiro» entre baile y baile para tomar una cerveza (al que le apetece), fumar un cigarro (el que fuma, que ya son pocos) y hablar con los amigos (todos). El salón está lleno de familiares y conocidos y, quién más quien menos, sabe lo que es bailar, así que vuelan los consejos en los intermedios. Entre el público más veterano lo que vuelan son los comentarios sobre los bailarines y sobre la vida del pueblo en general. Es un buen marco para charlar con el vecino al que no se ve todo lo que se debería. Es la comunidad que en Sanzoles hace el zangarrón.