Manuela González vive en la zona alta de Bermillo de Alba. Desde allí, una vez disipada la niebla de este último miércoles de noviembre, se puede disfrutar de la vista de las praderas o del arbolado, y observar la quietud de un pueblo en calma. Abajo, el silencio apenas se quiebra cuando el panadero de Videmala asoma para atender a su clientela, ya apurado para la hora de comer. Si quisiera, esta vecina podría llamar a sus hijos o a quien le apeteciera para narrarle esta escena en directo. O incluso podría enviarles un Whatsapp. De hecho, hasta podría callarse y mostrárselo todo por videollamada.
En su zona, las necesidades de conexión aparecen cubiertas, un año después de la crisis que soliviantó al pueblo y que lo apartó de algunos de los servicios más mínimos. A finales de noviembre de 2023, y durante 40 días, Bermillo de Alba vio cómo Telefónica cortaba la línea antigua de cobre antes de ofrecer la alternativa de la fibra. La decisión golpeó con crudeza a una localidad con 70 habitantes en invierno en la que muchas de las zonas carecían (y carecen) de cobertura móvil en las casas.
Aquello supuso un aislamiento importante, particularmente para la población mayor y, en especial, para la de las zonas bajas. No había manera de contactar con el médico. Ni con la familia. Ni con nadie. Pasaron casi seis semanas, una detrás de otra, con ese panorama. Manuela González admite que aquello resultó dañino para el pueblo, pero considera que, un año después, el escenario ha cambiado sensiblemente: «Ahora, hablas con la gente y hay menos quejas», señala la vecina.
En su caso, de hecho, no hay ninguna. Con su compañía de telefonía móvil, esta mujer puede realizar y recibir llamadas sin problema desde su casa y desde su calle. Y con la fibra se han abierto algunas oportunidades: «Mi hija dice que últimamente va un poco lento a veces, pero ellos, cuando vienen y tienen que hacer alguna cosa del trabajo, pueden hacerla», señala la vecina de Bermillo de Alba. Hasta hace poco más de diez meses, eso era una quimera.
En todo caso, Manuela es consciente de que su situación puede no representar la realidad de todo el pueblo, y anima a preguntar en la zona baja. En esa parte está el bar, pero la mujer advierte: «Solo abre el fin de semana, a partir del viernes por la tarde». Toca buscar en la calle. Y allí, al sol, en un banco frente a su casa, aparece Amador Gago, que a sus 71 primaveras dice mantenerse al margen de la vida en Internet y que reduce el impacto de la fibra en su hogar a la ayuda que le presta a veces su sobrina para hacerle gestiones como la del bono de la luz.
De lo que habla claro Amador es de la cobertura: «Aquí estamos muy mal, ya te lo digo yo. Cobertura ninguna», advierte el vecino, que tiene la misma compañía que Manuela, pero que se ve penalizado por su posición dentro de la localidad. El periodista funciona con otro proveedor de servicios de telefonía, y en su pantalla queda clara la realidad: «Solo llamadas de emergencia».
Tras explicar lo que implicó el corte del teléfono fijo el año pasado, y después de alguna queja por los problemas que le dio la puesta en marcha del nuevo sistema, Amador insiste en ir a buscar otro testimonio: «Vamos a ver a Laureano», anima el vecino de Bermillo. Y acompaña a la visita para mostrar el camino. A la puerta aparece María, que llama al interesado, de apellido González. Este hombre de 88 años tiene lucidez y energía para repartir, y deja claro que, por su calle, de cobertura móvil nada.
Las llamadas de la dentista
Laureano González explica, por ejemplo, que la dentista estuvo llamándolo un par de meses al móvil para tratar de contarle que tenía que ir a su clínica. Lo hizo en vano. Ni había ni hay línea. El año pasado, sin fijo en casa, este hombre tuvo que caminar calle arriba para ir cogiendo señal y llamar de vez en cuando para lo que tocara. A veces, con circunstancias meteorológicas disuasorias. Y no lo olvida. Y se sigue quejando. Lo de la cobertura continúa como una necesidad acuciante.
Durante el verano, el alcalde pedáneo de Bermillo de Alba mantuvo una reunión con los representantes de la Subdelegación del Gobierno para explorar una solución que permitiera que el pueblo contara con más cobertura móvil en las zonas donde ahora carece de ese recurso. A la espera de que la demanda prospere, al menos ahora queda el fijo. E Internet. Nada que ver con lo de hace un año, aunque hombres como Laureano siguen creyendo que los avances tardan demasiado en llegar. Él mismo lo dijo 365 días atrás: «Lo que ocurre aquí es que somos cuatro gatos y nos quieren barrer».