De Cantabria a Andalucía y de Galicia a Almería. Pasando por Zamora, claro. La España vacía teme que el «boom» de las plantas de biogás llene los pueblos, en los que resisten pocos vecinos, de residuos. Los grupos ecologistas critican el ritmo del despliegue, bastante elevado como muestra lo que está sucediendo en Zamora en los últimos meses. A la primera planta de la que hubo noticias, en Vega de Tera, se han sumado de momento siete más repartidas por varias comarcas. En contra de esta industria surgen en toda la geografía española grupos ciudadanos que tratan de parar su implantación, que piden una mayor ordenación y que alertan de los riesgos potenciales. Algunos de ellos han triunfado.
El último caso en el que una empresa ha dado marcha atrás en su intención de instalar una planta de estas características se ha registrado en el municipio de Guarromán, en la provincia de Jaén. La oposición a la planta ha estado liderada por la formación localista «Alternativa por Guarromán», que había convocado una manifestación para este sábado (a la que iban a acudir colectivos de Zamora, según estaba anunciado) que no se va a llevar a cabo.
La presión vecinal, apuntan desde la formación de la localidad jienense, ha sido decisiva para que la empresa diera marcha atrás en sus planes. «Poco más de 500 metros hubieran separado la macroinstalación gasística del casco urbano de Guarromán y haría linde con la Autovía de Andalucía A-4, principal vía de comunicación de Andalucía», esgrime en un comunicado Ecologistas en Jaén, quien también ha presionado para evitar la operación. Según aporta la fuerza ecologista en declaraciones recogidas por el periódico local «La contra de Jaén», la instalación estaba concebida para gestionar 180 millones de kilos de alperujo y una cantidad indefinida de estiércoles, purines y otras materias orgánicas.
«El objetivo es generar gas metano por la degradación anaerobia de residuos orgánicos, un gas que es extremadamente inflamable, según las fichas técnicas (Tipo H220 categoría 1A), por lo que las instalaciones que lo producen de manera industrial son calificadas técnicamente como manifiestamente peligrosas», sentencia Ecologistas en Acción.
Otro ejemplo reciente hay que buscarlo en más cerca, en León. El mes pasado los vecinos de Castropodame recibían la noticia de que la empresa Biogás Castropodame renunciaba a instalar una planta de estas características en el pueblo ante la presión vecinal existente. Un proyecto que tuvo un rechazo social abrumador, tanto por parte de los vecinos de Castropodame como por el resto de la sociedad berciana. No en vano se presentaron, durante el plazo legal, alegaciones argumentadas que superaron las 5.600 firmas.
En ambas localidades se hace evidente la fuerza de un movimiento vecinal unido para decidir el futuro del pueblo, algo que de momento no está sucediendo en la provincia de Zamora. Los pueblos en los que se están empezando a plantear estas instalaciones están claramente divididos, con vecinos a favor y en contra de este tipo de industria. Ejemplos hay muchos. En Vega de Tera es el propio equipo de Gobierno el que impulsa la puesta en servicio de la planta en terrenos comunales de Junquera de Tera. En El Cubo del Vino hay constancia oficial de la intención de la empresa de construir una planta desde hace meses sin que los vecinos se hayan enterado hasta que el proyecto ha salido a información pública. Y en Peleas de Abajo es también el equipo de Gobierno el que defiende la oportunidad económica que supone la planta para el municipio. Frente a esto, movimientos vecinales más o menos organizados y más o menos numerosos que pretenden ahora constituirse en un movimiento de carácter más amplio, provincial, y más organizado. Pero de momento queda camino por recorrer en este sentido.
Consultas ciudadanas
Hay localidades en las que los alcaldes han preguntado directamente a los propios vecinos sobre qué les parecen este tipo de instalaciones. Los últimos en votar, hace un mes, fueron los ciudadanos de Lucillos, en Toledo. Los residentes en la localidad, en la que había un proyecto valorado en veinte millones de euros de la empresa Ence Biogás, han dado la espalda a una inversión que consideran nociva para la localidad. En Zamora no hay noticias de que ningún alcalde quiera preguntar directamente a sus vecinos sobre este tipo de proyectos, una consulta que, por ejemplo, sí se llevará a cabo en Burganes de Valverde para preguntar sobre una instalación bien distinta: un parque solar y eólico en terrenos públicos.
A lo largo de todo el territorio nacional se acumulan los recursos presentados contra las plantas de biogás, y por muchas provincias nacen colectivos ciudadanos que tratan de despertar una conciencia social que a veces no acaba de aparecer. En Valladolid son también varios los pueblos unidos contra, por ejemplo, la planta de biometano que se proyecta en Montemayor de Pinilla. De momento, el movimiento ha tenido un éxito bastante escaso.
El nombrado caso de Balsa de Ves
En la carta que la plataforma Stop Biogás Zamora ha remitido a los alcaldes de los pueblos con proyectos de este tipo de industria se menciona de forma reiterada el caso de la localidad albaceteña de Balsa de Ves. Ahí se ha instalado una industria que, dicen los vecinos, está fuera de control. Se puso en marcha hace catorce años, desde entonces la población del pueblo ha mermado un cuarenta por ciento y la cantidad de toneladas de combustible que se movilizan se ha multiplicado.
La canción suena tremendamente parecida a la que se entonó con la expansión de las macrogranjas, que prometían empleo en la zona y espantaban el fantasma de las molestias. Los vecinos que han convivido con estos proyectos son ahora conscientes de que se trata de industrias muy automatizadas, que generan muy poco empleo local y que ocasionan molestias. Un escenario que, temen las plataformas ciudadanas, puede volver a repetirse ahora.