Son las cinco de la tarde del martes y por la calle de la Rinconada de Entrala camina un gato, que se esconde debajo de un coche en cuanto oye un mínimo de ruido. Una tarde tranquila, una más, en el municipio del alfoz de Zamora. La rutina la rompen tres chavales que acuden a la cita con este periódico. Abel González y Marcos Gago llegan antes, Aisa Montero se incorpora después. Se sientan en una sala del Ayuntamiento en la víspera de la celebración del Día de la Infancia, que se conmemora este miércoles. Ellos son prácticamente toda la infancia que queda en Entrala, y eso que ya sobrepasan los diez años. Un panorama que no resultara extraño a tantos pueblos de la provincia.
«Aquí hay poco que hacer, uno pasa la tarde jugando a lo primero que pilla», asegura Marcos al recordar su niñez, que se ha llevado a cabo íntegramente en el pueblo. Niños de su edad, ninguno. Lo más cercano eran unos primos que, dice, le sacaban seis años, unas cifras complicadas cuando uno se mueve en los primeros años de vida. «Las tardes, pues son todas iguales. En invierno se hace de noche enseguida, no hay nadie con quien quedar, es un poco aburrido. En verano es mejor», asegura el joven.
Abel, en cambio, sí puede comparar Entrala con otros sitios. Él y su familia vivieron en Zamora hasta hace más o menos dos años, cuando se trasladaron a la localidad de Tierra del Vino buscando tranquilidad. Como su compañero, echa en falta más movimiento en el pueblo para no pasar las tardes «encerrado en casa» cuando no hay deportes o extraescolares a las que acudir. «Es que al final te aburres», reconoce.
Aisa, la tercera y última incorporación a la charla, es también la chica nueva en el pueblo. Su familia llegó a Entrala hace algo menos de medio año, procedentes de Bragança y sin tener una unión previa con la provincia. «A mis padres les gustó el sitio, buscaban una casa que comprar y aquí se vendía una, así que aquí nos vinimos», dice la joven, que también cursa segundo de ESO en el IES Poeta Claudio Rodríguez, como sus dos compañeros de conversación. Dice que sí le gusta el pueblo, que «es muy tranquilo».
La ausencia de niños en los pueblos de la provincia se ha convertido en un problema generacional en toda Zamora, pero son los propios chavales los que más sufren las consecuencias. Marcos, que puede comparar, asegura que no hay color, que en Zamora había más cosas que hacer. Aisa opina lo mismo cuando compara Entrala con Bragança y Abel, aunque ha crecido en la localidad, tiene ya edad para juzgar por sus propios ojos. «Tenemos que jugar solos, o con niños que son mayores», y el ocio cambia a pasos agigantados a esa edad. Así, no es raro que el aburrimiento atormente a muchos niños cuyas familias residen en los pueblos.
Una situación que, dicen los chavales, tiene su lado bueno. «Al final, como somos pocos, pues nos juntamos todos» sin importar tanto la edad. «Salimos a dar vueltas con la bici, o con un balón», añade Abel. De momento, Aisa no ha entrado en la dinámica, primero por su poco tiempo en el pueblo y después porque, como ella reconoce, «a las chicas nos gusta también hacer otras cosas». De su edad, ella es la única niña en el pueblo.
Ninguno de los tres ve su futuro en el pueblo, aunque quizás todavía sea pronto para poder valorar con todos los pros y contras lo que supone residir en una localidad de estas características. Ahora, el cuerpo empieza a pedir cierta acción. El más tajante es Marcos, que responde con un rápido «no» a la pregunta sobre si quiere vivir, cuando sea mayor, en Entrala. «No, porque no hay nada. Pero en Zamora tampoco. Cuando vaya a la universidad quiero irme a otro sitio», puntualiza.
Los datos
En Zamora, según los últimos datos disponibles, referenciados al año 2023, 121 pueblos tienen, como mucho, 10 vecinos menores de catorce años. Entrala es uno de ellos, pues lo datos indican que hay cinco personas censadas con menos de esa edad. En diez municipios no vive directamente ningún niño, si se entiende por niño la definición que hacen los expertos (hasta los doce años, comenzando la adolescencia a partir de los trece). Son Cuelgamures, Prado, Quintanilla del Olmo, San Esteban del Molar, San Martín de Valderaduey, Santa María de Valverde, Vega de Villalobos, Villageriz, Villárdiga y Villaveza de Valverde. En catorce localidades más hay solo un niño censado.