«Me di cuenta de que la nostalgia va más allá de la psicología individual. A primera vista la nostalgia es la añoranza de un lugar, pero lo que se anhela en realidad es un tiempo diferente -el tiempo de nuestra infancia, el ritmo más lento de nuestros sueños-. En un sentido más amplio, la nostalgia es una rebelión contra la idea moderna del tiempo, el tiempo de la historia y del progreso. El nostálgico desea acabar con la historia y convertirla en una mitología personal o colectiva, visitar de nuevo el tiempo como si del espacio se tratara, resistirse a la condición irreversible del tiempo que atormenta a los humanos».
La cita, de Svetlana Boym (El futuro de la nostalgia), despide al visitante en la exposición «Nostalgia retro. Los juguetes de los 60, 70 y 80. Colección Luis Sánchez Oterino», inaugurada hoy en el Museo Etnográfico. Está escrita en la pared, sobre una super cocina eléctrica de Juguetes Roca y sobre una pequeña edificación hecha con piezas de Exin Castillos. ¿Hay acaso algo que evoque más el sentimiento de añoranza que un juguete de la infancia?
La exposición percute precisamente sobre los recuerdos de los visitantes hasta el punto de que presenciarla invita a abandonar el espacio de silencio que suele asociarse a los museos. Las conversaciones animadas que surgen junto a los juguetes envían a los visitantes de golpe a su infancia, ya se desarrollara esta en los sesenta, en los setenta y en los ochenta. Se mire donde se mire hay un juguete que se tenía, o que tenía el primo o que poseía el amigo. Y también hay juguetes de esos que añoraban todos los niños y que tenían muy pocos. Es imposible respetar el silencio de un museo cuando uno recuerda cómo jugaba con su hermano en la niñez.
La muestra referencia el tiempo que pasa desde la producción artesana a la cadena de montaje, cuando los juguetes se «democratizaron» y pasaron a formar parte de la mayoría de las casas con niños. Presenta la evolución desde los años sesenta, cuando eran un lujo, a los ochenta, cuando se produce una época de oro en el sector y España ocupa un papel importante en la industria juguetera internacional. Y muestra que los juguetes reflejan una sociedad y sus cambios, hasta el punto de que su comercialización es indisociable de la época en la que se vendieron.
Las piezas que se exponen entre en las más representativas de las décadas objeto de la exposición, pero la muestra quiere ir (y lo consigue) mucho más allá de los propios juguetes. La colección de Luis Sánchez es una ventana abierta a la cultura de las décadas pasadas en España, al progreso de avance y modernización de la sociedad. España reflejada en un juguete, objetos que son testigos de una cultura, de un modo de pensar, de unos roles de género determinados, de unas creencias y de unas costumbres. Testigos, en suma, de la idiosincrasia del país hasta mediada la década de los ochenta, cuando la llegada de la tecnología cambia la sociedad y, con ella, los juguetes. La exposición acaba, de hecho, con la llegada de la Nintendo Entertainment System, la mítica NES. Desde la llegada de las videoconsolas, los juguetes no volvieron a ser los mismos.
La exposición sale al completo de las existencias del coleccionista zamorano Luis Sánchez, que se confiesa apasionado del sector y que es defensor de las piezas usadas como las que se exponen durante las próximas semanas en el Museo Etnográfico. «Yo sé que dentro del coleccionismo hay mucha gente a la que esto le parece una locura, pero las piezas usadas han estado con la gente, han protagonizado los sueños y la vida de algún niño. Las cicatrices y marcas del juguete que se ha usado y se ha disfrutado le confieren una historia diferente», apunta Sánchez.
Una muñeca de la DANA
La exposición trae también a Zamora el barro que ha arrasado Valencia. Barro que aparece pegado a una muñeca rescatada el pasado 10 de diciembre en Paiporta por el voluntario zamorano José Luis Rodríguez, que se expone en el Etnográfico como homenaje a las víctimas del desastre natural ocurrido en Levante. «Es una de esas muñecas que traían los hombres a sus novias o a sus madres cuando hacían la mili», que iba normalmente vestida de verde y solía llevar una trompeta en la mano. «Seguramente sea de principios de los setenta», añade el coleccionista dueño de los juguetes expuestos.
La exposición puede visitarse en la sala de exposiciones temporales del museo, en el horario de apertura habitual y hasta el nueve de marzo del año que viene. Y un consejo: si la visitan con niños, no los pierdan de vista.