El bar de Muelas de los Caballeros fue en su tiempo una de las discotecas de referencia en la contorna. Aquí se forjaron amistades, nacieron parejas y se coció la diversión entre una juventud que, en muchos casos, acabó por marcharse poco después en busca de otros escenarios. Rafael Calvete recuerda aquellos tiempos a la entrada de un local al que la gente de la zona aún puede pasar para tomar algo o socializar. Y no es poco. Mientras el vecino le da vueltas al pasado y al café con leche, señala también una fotografía que se ubica al otro lado de la barra.
En la imagen, aparece un colmenar. Nada raro por estos lares. Nada raro, en general. Lo que llama la atención es lo que rodea a los nidos de las abejas. Se trata de un muro de piedra cuyo tamaño es difícil de apreciar desde la distancia. Mientras Rafael explica la particularidad, también va comentando que el hostelero que ha puesto los cafés estuvo metido en la miel, y que la mujer que se ubica justo enfrente, al otro lado la barra, está igualmente familiarizada con la apicultura. Casi todos por aquí.
No en vano, Muelas de los Caballeros se ha asentado como uno de los lugares de referencia para la producción de miel en la provincia. Balín, una de las marcas del pueblo, ganó hace un par de semanas el premio Alveare al mejor producto de la provincia en la categoría de «oscuras», y y el propio Calvete ha obtenido varios reconocimientos con su Miel Los Caballeros en los «London Honey Awards» o en la Feria Internacional de Las Hurdes. Todo, con una optimización de lo que aquí se hizo toda la vida. ¿Pero cuál es el secreto?
Para contar la historia, Rafael monta en su todoterreno, ofrece un hueco a los visitantes y arranca desde las afueras de Muelas por la carretera hacia Vega del Castillo. Las colmenas de este apicultor se reparten por el término de su pueblo y el de Donadillo, una localidad que está a apenas a un paso en la dirección contraria a la que toma el vecino. Antes de negociar las primeras curvas, Rafael explica que eso de «los caballeros», el apelativo que le da nombre a su tierra natal y a su empresa, procede de los tres sobrinos de un rey de León que anduvieron por estos lares.
Rafael eligió esa marca tras descartar una referencia a los molinos, que abundan igualmente en un lugar al que los reyes y los caballeros hace rato que no llegan. Lo que sí lleva mucho tiempo instalado en Muelas y en su entorno son las colmenas: «Solo hay uno que se dedica exclusivamente a esto, pero muchos lo tienen como actividad secundaria», explica este apicultor, que en realidad trabaja como forestal y que se detiene en un camino para señalar el puesto de vigilancia al que sube andando cada vez que le corresponde: «Está a cuarenta minutos. Un paseo para bajar el colesterol», apunta sonriente.
A Rafael, la apicultura le sirve como actividad secundaria pero hace tiempo que empieza a comerle terreno a lo demás como prioridad. Ya tiene unos 300 nidos: «Desde hace unos veinte años para acá, la gente ha ido concienciándose de que la miel es muy buena. Siempre estuvo la tradición, pero hace unos años que se produjo el cambio», cuenta el vecino, que habla en general y de sí mismo, y que tiene claro por qué el producto de aquí es diferente: «La clave de todo es la flora».
El apicultor subraya que, por Muelas, «en enero ya te están floreciendo los avellanos y los alisos, luego te empiezan los brezos, y en mayo florece todo». También hay robles, espinos o madroños. A la flor de estos últimos, los insectos le hacen un agujero lateral si es menester. «Se llama robo de néctar», comenta Rafael, que insiste en el clima, la altitud, la orografía y el tipo de suelo como condicionantes que juegan a favor de las gentes de esta tierra.
Ahora, muchos como Rafael confían en que la fortaleza intrínseca del producto se vea reforzada por la anunciada marca de calidad: «Tú escuchas Miel de la Alcarria o Vino de Toro y ya sabes que tiene ese plus. Necesitamos esa distinción», destaca el apicultor, que defiende las cualidades de las variedades oscuras que se dan aquí: «Tienen más propiedades antibacterianas que las claras», resume.
El origen de las cercas
Ya casi al final del camino, en una zona de monte desde la que se puede ir observando el pueblo, Rafael empieza a hablar de lo que se veía en la foto del bar: los cercados de piedra: «No es muy habitual. Creo que en Rábano, en la zona de Sanabria, hay algunos, pero son mucho más altos, quizá contra los osos. Aquí tenemos unos cercados más bajitos, puede que contra el tejón o a lo mejor simplemente de delimitación, para marcar el colmenar. El caso es que la gente antigua lo hacía así», constata el vecino de Muelas.
El tejón está por la zona, pero la avispa de toda la vida y la velutina son los riesgos más relevantes que tienen los apicultores, junto a la presencia de cabras que «también da algunos problemas». De hecho, ya frente a uno de esos colmenares con piedra alrededor, Rafael muestra alguna de las trampas que ha ido colocando para proteger a sus abejas. El responsable de la producción aprovecha esta temporada baja para cuidar esas cosas, para preparar los accesos, levantar algún trozo de pared caído y dejarlo todo listo.
Otra de las tareas que tiene el apicultor de Muelas es datar cada colmena: «Me gusta saber cuándo hice el núcleo y de qué año es la reina», desliza el vecino, que dice no saber exactamente cuál es su producción en kilos. Lo que sí tiene claro es que este año ha ido mejor que los anteriores, sobre todo en la primera castra. Es decir, en la primera fase de recolección del año, cuando el calor aprieta. La segunda viene en septiembre.
Los peligros y el futuro
Mientras Rafael Calvete abandona el colmenar, le surge otro tema que le inquieta: «Esto se inunda de trashumantes. Y si te plantan 200 colmenas ahí al lado, olvídate, que ese año ya no haces nada. Además, traen enfermedades», lamenta el apicultor, que demanda una normativa acorde a estos riesgos para evitar la desprotección que ahora siente. Problemas como este amenazan el panorama despejado que se abriría ahora con la marca de calidad y con la producción cada vez más profesionalizada.
«Es que estas mieles de La Carballeda son muy buenas», insiste Rafael, tras una visita a otro colmenar cercado y al local particular donde envasa su producto: «Las hacemos de bosque y de brezo», puntualiza el apicultor, que está cerca de sumarse a la plataforma de Correos Market para reforzar la venta online. Es lo que toca ahora, como en su tiempo a sus antecesores la vida les llevó a rodear de piedra las colmenas.