En enero del año 2024, la obra Altsasu fue víctima de un intento de censura en Madrid. Vox reclamó su cancelación al entender que la propuesta de María Goricelaya y de La Dramática Errante se salía de los márgenes de lo aceptable. Lejos de lograr ese objetivo, el partido político vio cómo la creación artística salía reforzada. Para entonces, la gira ya acumulaba más de dos años de viajes por todo el país.
Ane Pikaza (Bilbao, 1984) es una de las fundadoras de la compañía y forma parte del elenco que pone sobre la escena esta representación que aborda, desde una perspectiva «abierta», todo lo que ocurrió con el proceso judicial posterior a los hechos acaecidos en la noche del 15 de octubre de 2016, cuando dos guardias civiles y sus parejas denunciaron una agresión por parte de ocho jóvenes. La actriz habla en esta entrevista sobre una obra que llega este sábado 16 de noviembre (20.30 horas) al Teatro Principal de Zamora.
– La polémica se ha ido apagando con el paso del tiempo, como casi todas las polémicas, pero a parte de la sociedad le queda el recuerdo de aquella controversia. Desde dentro, ¿qué consideran ustedes que transmite esta obra?
– En aquellos momentos, el director del Abadía, en Madrid, hizo un discurso al inicio de la obra que yo creo que guardamos para nosotras y para todas las obras que en algún momento puedan ser censuradas. Realmente, tenemos que pensar que tenemos un público crítico, que nosotras abordamos las historias desde las artes escénicas, desde un punto de vista de reflexión, y que es cierto que muchas generan controversia, porque la gente ya tiene un punto de vista de lo ocurrido. Pero por eso cobra más sentido hablar de las cosas sin censura, para intentar acercar posturas o simplemente darnos cuenta de que hay algunas que son irreconciliables. No se trata de hacer un relato buenista sobre nada, pero sí de poner sobre la mesa encuentros y desencuentros. La obra, más allá de abrir nuevas grietas, busca encontrar esos pequeños puentes que se podrían tender y hacer que todos nosotras, desde nuestras posturas, reflexionemos sobre esas ideas preconcebidas.
– Más allá de Madrid, el Caso Alsasua generó bastante polémica dentro de la sociedad vasca, por todo lo que implica.
– Sí, por supuesto, claro. Mi socia en La Dramática Errante, María Goricelaya, escribe esta obra dentro del proyecto Cicatrizar, en el laboratorio de José Sánchez Sinisterra, donde se encontraban tres autores colombianos y tres autoras españolas, y donde de alguna manera se les invitaba a reflexionar sobre la idea de la cicatriz, de hechos históricos pasados o recientes donde todavía hay una marca. Y en este caso claramente era una cicatriz abierta. Es difícil, pero este es el mundo en el que vivimos. Esta es nuestra realidad y si queremos abordar temas que nos conmueven, que nos pueden hacer modificar algunos comportamientos, pensamientos de nuestro aquí y ahora, pues también hay que arriesgarse a tratarlos.
– Aunque usted no es la persona que escribió la obra, cabe pensar que este tipo de teatro exige un proceso de documentación intenso. ¿Cómo fue ese esfuerzo por parte de la directora?
– María tiene su pasado de periodista, así que es un lince encontrando toda esta información. Hizo una búsqueda muy exhaustiva de noticias, artículos de opinión, entrevistas, redes sociales y de todo este circo mediático que se genera alrededor. Eso, junto a lo que ocurrió en el juicio. Y a ello le sumó también una capa donde hay algunas escenas que son ficcionadas para poder ver ese salto al espacio teatral y abarcar una mirada un poco más amplia.
– ¿Usted llegó al texto con una opinión ya formada sobre el caso?
– Sí, por supuesto. Quizás siendo de aquí, del País Vasco, pues es inevitable estar al tanto de lo que estaba ocurriendo y tener un posicionamiento.
– ¿Considera que lo que se representa en la obra se abre a las perspectivas que puedan tener posiciones encontradas sobre lo que fue este caso?
– Sí, de hecho han venido familiares de Altsasu y han venido guardias civiles. Hemos tenido incluso un guardia civil que estuvo casi directamente implicado en esa época. Ha habido muchas miradas y ha habido mucha reflexión posterior y muchas conversaciones, que yo creo que es lo realmente interesante. El camino que luego cada uno hace cuando está viendo la obra, por supuesto, es un camino emocional en el que de repente se te mueven muchas cosas y muchos cimientos. Y también el juego que se plantea desde la puesta en escena es que los cuatro actores hagamos todos los personajes, con lo cual ese ejercicio que para nosotros fue tan demandante a la hora de hacer la creación, creo que implica una mirada distinta también para el público, porque no te puedes enganchar a un personaje y a un actor hasta el final, sino que constantemente los actores están cambiando. Y el público también. Es un mecanismo que abre unos lugares que son muy acertados, desde mi punto de vista.
– ¿Cree que, aunque no cumpliera con el objetivo de la censura como tal, la campaña de Vox alejó a cierto público de la obra?
– Supongo que sí, pero en realidad tuvo un efecto llamada. Consiguieron lo contrario y nos llenaron el teatro. Yo creo que la gente debe hablar sobre el espectáculo Altsasu después de haberlo visto, no previamente, porque previamente ya tenemos el caso y cada uno tiene su opinión, ha hecho su búsqueda o tiene sus fuentes de información. Pero aquí hacemos una llamada a que todo el mundo se acerque para poder hablar desde el arte, desde la pieza artística y no desde lo que cada uno conocemos desde nuestra casa.
– La sociedad está acostumbrada a seguir esto por los medios de comunicación o a que casos como el que abordan se transformen en documentales en alguna de las plataformas habituales. ¿Qué aporta el teatro?
– Yo creo que el teatro tiene otra dimensión y otros mecanismos para encontrarse con el público. De hecho, cuando abres el texto de Altsasu, lo primero que escribe María es que no se utilizarán imágenes reales. Eso ya es un punto de partida, porque de alguna manera esas neuronas espejo que funcionan cuando un espectador va a ver la obra de teatro activan otros circuitos y tienes que permitirte ese tiempo escénico. Para mí, este es mi lenguaje y donde yo vivo, en el teatro y en las artes escénicas, así que sí creo que te ofrece una opción para pensar las cosas desde otro lugar.
– Desde fuera, eso de hacer varios papeles dentro de la misma obra, y casi sin solución de continuidad, parece bastante complejo. ¿Cómo se encara?
– Fue un trabajo muy demandante, pero muy creativo. También muy bello, porque esto tiene que ser como el mecanismo de un reloj, ¿no? Es como si fuese una orquesta tocando, y tú puedes tener la percusión que está esperando durante muchísimos compases para hacer el pum. Y de repente tienes que acertar con esa nota. No se generan personajes que tienen un arco y que el público empatice con ellos, sino que constantemente cada uno de nosotros somos como un instrumento que sirve para esta obra coral y para darle sentido a cada una de esas escenas.
– No es solo cambiar de personaje, sino de bando dentro de la historia. ¿Es también una metáfora de la necesidad de ponerse en la piel de los demás cuando uno mira a un caso como este?
– Totalmente. Y solo podíamos hacerlo como sumergiendo los ejes de cada uno de los personajes, sin prejuzgar o sin esa opinión propia de cada uno de nosotros. Había que pensar: vale, ¿qué información tenemos aquí? Y era poner toda la carne en el asador cada vez que atacabas uno de los personajes.
– Igual que fue demandante para vosotros, ¿lo es también para el público?
– Sí, sí, totalmente. Yo creo que hay gente que es como si estuviese en medio de un tsunami hasta que entiende cuál es la dinámica de la obra y el lenguaje que se propone desde la pieza. Luego ya hay un momento en el que entras y te dejas llevar. Pero sí, esto lo hemos hablado bastante. Es demandante para el público entrar en este código.
– ¿Cuál es el horizonte de la obra?
– Yo creo que llegaremos como a las cien funciones. En realidad, ahora en la gira que nos queda en este año 2025 iremos acabando, como con Yerma, que es la otra obra que estrenamos a la vez, porque ya vienen nuevos proyectos que estrenaremos este enero en el Teatro Arriaga de Bilbao. Hay que ir haciendo espacio a las nuevas creaciones.