Luis Brea (Alcorcón, Madrid; 1973) es uno los habituales del Avalon Café. De hecho, él mismo admite que, más allá de alguna sala de Madrid, el local regentado por Álvaro de Paz ha de ser el lugar donde más conciertos ha ofrecido en su carrera. Y no se trata de una trayectoria menor. Este músico de la escena independiente lleva años asentado en el panorama nacional y sin bajarse de los escenarios. En 2023, estrenó el disco Corazón Azul. Ahora, empieza a mostrar por píldoras lo que será su nuevo trabajo, con Remedios como primer tema. Este viernes, a partir de las 21.30 horas, regresa al Avalon una vez más.
– Al hilo de la canción que sacó hace unos días y de lo visto últimamente, ¿cree que la sociedad tiene remedio?
– No lo sé. Cuando saqué la canción, expliqué un poco en redes que la canción venía de esa frase de «no tenemos remedio». También de esa sensación de frustración a la hora de mirar alrededor y de ver cómo hay una estructura social, política y tecnológica que nos va aislando de alguna manera, que hay menos vida comunitaria. El resto de la canción habla, y no sé si con esto te puedo responder, de un sentimiento de resiliencia y de lucha personal. Yo creo que esa sería la clave. Ser un poco conscientes de lo que nos está rodeando y ser un poco precavidos a la hora de emitir opiniones. O saber contrastarlas de alguna manera. Necesitamos un poco de sensatez ante todo tipo de información y frente a las cosas que están ocurriendo. Me da la impresión de que vivimos una época en la que no entiendo esto, pero lo comparto.
– ¿Resulta hasta extraño no posicionarse en algo?
– Es que, si se convierte el juego en un ajedrez, pues solo tienes dos opciones. Entonces, los grises, que a lo mejor es donde están los matices, se quedan un poco aparte. Esa polarización general a mí me resulta un poco incómoda, porque en cualquier discurso o para cualquier solución siempre puede haber unos matices. Y lo malo es que muchas veces cuando intentas matizar las cosas se te coloca directamente en este lado o en el contrario. Encontrar el equilibrio es lo complejo. Quizá, ese esfuerzo es el que tengamos que cultivar de alguna manera.
– Su disco Corazón azul salió en 2023, cinco años después del anterior. ¿Cuál es el proyecto que aparece tras Remedios?
– La canción va a ser parte de un disco. Con el anterior, tuvimos un proceso largo en el que fuimos guardándolo todo hasta sacarlo entero. Ahora, me apetecía ir poniendo a disposición las canciones hasta que formen un disco. Quiero que la gente vaya oyéndolas y dándome un poco el ritmo, aunque tendrán sentido entre ellas mismas también.
– ¿Cuál es ese sentido?
– Pues en cuanto al contenido lírico, voy a basarlo en canciones que tengan crítica social, y va a haber también bastantes canciones de amor, la verdad. O desamor, como quieras. Me encuentro a gusto con esas dos partes. Y en cuanto a lo musical, pues a ver, faltan muchas cosas por hacer, pero para mí esta canción (Remedios) pone el pilar del sonido de lo que va a ser el disco. Quiero decir, la canción está hecha con muy pocos elementos, no es una gran producción para que suene épico. A mí lo que me interesa es volver un poco a los sonidos de los noventa, sin demasiado delay ni nada, que sea una distorsión más pura. Por ejemplo, en esta canción hay batería, hay voz, hay una guitarra, e incluso el bajo entra solo en los estribillos y al final, ni siquiera está en toda la canción. Nos apetecía mucho tirar por esa concepción de producción, algo sencillo, que sea real, auténtico, honesto. No nos apetecía hacerlo como grande, épico o grandilocuente. Gonzalo (Maestre) y yo somos los que estamos girando, estamos muy contentos con cómo suena en directo con dos personas y pensamos que también se podría reflejar en la grabación. Seguramente tiraremos de ese hilo.
– ¿Va a ir mostrando esas canciones nuevas paulatinamente en los directos?
– Sí, hoy – por ayer – estrenaremos Remedios en León, mañana – por hoy – en Zamora y el sábado en Oviedo. A medida que vayan saliendo, se irán incorporando al repertorio, que ahora mismo es un recorrido por las canciones un poco más representativas y los caprichos que más nos apetece tocar. Lo que sí te puedo decir es que estamos muy contentos porque la reacción del público está siendo muy buena. Aparte de que, bueno, es raro ver a dos personas en el escenario y que suene grande. Ya solo la disposición es original, pero el feedback que estamos teniendo es que se llena bastante de sonido y que la gente sale contenta. Empezamos el año pasado, creo que el primero fue en febrero en Zaragoza, y estamos teniendo una buena relación. Seguimos ahí.
– ¿Cómo fueron los años sin disco, con pandemia de por medio y con la paternidad?
– Después de Supermariachi, llegó la pandemia y nació mi segunda hija. Ahí, sobre todo, me apetecía tener tiempo para hacer Corazón Azul. O sea, me apetecía muchísimo cuidar cada verso, tocarlo mucho, darle muchas vueltas. Fue un poco excesivo, ¿no? Pero al final estoy contento con el trabajo. Esas canciones las toqué muchísimo, muchísimo, muchísimo, hasta que me quedé contento. Las toqué tanto que luego a la hora de grabarlas intentamos poner una claqueta para ver un poco el ritmo de cada una y fue imposible, porque las tenía tan metidas en mi respiración que era imposible que fueran secuenciadas con unas referencias claras. Al final, grabamos en directo la voz con la guitarra, que fue un reto muy guay también, y salió. Pero sí, me tomé mi tiempo. Se me juntaron muchas cosas también. Me fui a vivir a otro sitio y surgió una serie de cosas por las que preferí tomármelo con tranquilidad. Había mucha presión en los grupos para sacar disco tras la pandemia, pero yo quería ir un poquito más lento.
– Por lo que percibo, está un poco en la idea de marcar su ritmo, dentro de lo que son los márgenes de la música profesional.
– Sí, yo lo prefiero. Además, no tengo edad para pensar en prisas. Tengo 51 palos. Pero siempre me ha gustado cuidar las cosas y que tengan sentido. Cuando ya estoy convencido, las saco. Al final, ese cariño que tú le pones a tu trabajo conlleva tiempo. Siempre que he pecado de precipitarme, he notado que luego eso no me convencía demasiado. Prefiero pensarlo bien, darle vueltas y sacar algo que sea honesto y que tenga una continuidad.
– ¿Cree que lo contrario le perjudica a nivel artístico?
– Estoy convencido. El estrés y tal… Pues no, mira. Iremos sacando cositas a un ritmo sano y espero que a la gente le guste y lo vaya disfrutando. Yo desde luego sí lo estoy haciendo. Estoy convencido de lo que saco y espero que eso le llegue a la gente.
– En su disco anterior, había referencias al folk. ¿Cómo llegó hasta ahí?
– Casi todo el disco de Corazón Azul está compuesto en una habitación, y desde que empecé a visualizarlo veía que iba a tener una referencia folk bastante evidente. Me apetecía profundizar un poco en la música castellana. Tampoco rayarme demasiado, porque yo lo que quería sacar era una canción pop. Pero basado un poco en ese ritmo de 3×4 habitual y hablar de un simbolismo característico de ese tipo de canciones. Todo surgió de los recuerdos que yo tenía de pequeño, sobre todo del pueblo de mi padre, Blascosancho, en Ávila. Las referencias eran el bar, la iglesia, el frontón, los recuerdos de verano que tenía. El disco tiene de todo, pero hay sobre todo dos canciones donde me apetecía meter un poco la patita. No quería hacer algo así como La Musgaña o ese tipo de grupos que son folk, porque me parece además que es súper difícil llegar a ese nivel. Quería hacer una canción pop, que tuviera sentido y que apuntara un poco a ese tipo de raíces.
– ¿Cuáles son sus planes ahora, después de este viaje al noroeste?
– En principio iré sacando canciones, y luego en cuanto a directos ahora voy a parar un poco en Navidades, pero ya en enero tenemos conciertos: el 10 tenemos Zaragoza y el 11, Barcelona. Ya el 29 de marzo vamos a una sala un poco más grande de lo habitual, que es Copernico en Madrid, y poco a poco iré anunciando más fechas también. Saldrán cosas, porque así como te digo que me resulta básico llevar un ritmo sano, también admito que me cuesta mucho bajar. Yo necesito tocar, a mí es lo que me cura.
– O sea, que su ritmo sano es con conciertos.
– Sí, mi ritmo sano es con conciertos. De hecho, yo creo que no paré ni en pandemia, porque desde el principio hice cosas por vídeo y en cuanto pude salir, salí. Entonces, piensa que llevo desde 2013 sin parar. Soy hijo de músico y ese es el lugar donde de alguna manera me hago mi terapia.