Entrar en Ifeza impacta. Lo que hace cuatro días era una esquina de paquetes aún por organizar con un par de voluntarios revisando cajas, ahora se ha convertido en un hervidero de gente sacando alimentos, ropa y material para clasificarlo todo, colocarlo y prepararlo para la llegada del transporte. En un lado se amontonan las cajas; en el otro, las garrafas de agua; más allá, la ropa. De repente, llega un coche. Y otro. Y otro más. Y una furgoneta. Y un camión con harina. Quedan unos minutos para las siete de la tarde del último día en el que se aceptan donaciones particulares para las víctimas de Valencia. Y la cara más solidaria de la sociedad zamorana no deja de aparecer.
Entre la gente que se implica en una cadena humana de decenas y decenas de personas hay de todo. Por ejemplo, políticos. Pero también voluntarios que se han apuntado a través de los cauces previstos o que simplemente se han plantado en Ifeza a ofrecerse. Son más de 600, aunque quedan algunos por avisar, y llama la atención su juventud. En varios de los grupos hay chicas y chicos que son poco más que adolescentes. Y se les ve la implicación en el gesto. Una de las veteranas que ha acudido a la llamada de ayuda, Julia Cuesta, mira hacia los chavales y sentencia: «Cuando hace falta están. Ellos son la cara de esto».
Mientras tanto, el descanso es una quimera en medio de todo el jaleo. Las descargas siguen siendo constantes y cuesta frenar a la gente para que se pare un minuto a hablar. Los que están aquí no han venido a grabarse ni a salir en los periódicos. Casi hay que arrancarles el testimonio: «Hacemos lo que podemos hacer quienes somos de esta zona», resume en un pequeño parón María Alejos, que esta tarde se ha desplazado desde Villamayor de Campos, a 50 minutos de Ifeza. Cuando den las nueve regresará. Y volverá al día siguiente.
Esta mujer se apuntó en unas listas, la llamaron y no se lo pensó. «Cuando descargan las furgonetas, vamos clasificando los productos que llegan, después se colocan en los palés y ya vienen los camiones», resume la zamorana. Todo ese proceso es posible gracias a la ayuda de las empresas que han ido ofreciendo su ayuda desinteresada: Zamatel, Carrefour, Moralejo Selección, Freigel, Reny Picot, el Sancho II o XPO son algunas de las marcas que suenan entre quienes organizan la logística. Junto a ellos han sido decisivos el Banco de Alimentos o la asociación de transportistas.
«El lunes hicimos la llamada de socorro y Zamora se ha volcado», resume el director de Ifeza, Sergio de Fuentes, que explica que, en estas últimas horas del miércoles, está llegando un aluvión de ayudas. Mientras la charla tiene lugar, llegan los envíos de Almeida de Sayago y de Torres del Carrizal. Todo se irá marchando hacia Valladolid y de allí a Valencia. A partir de este jueves se espera un descenso del jaleo, ante el cierre para los particulares. Pero aún vendrán paquetes ya recogidos en otros puntos del territorio.
La previsión del director de Ifeza es acabar el miércoles con 370 palés acumulados. Para que el lector se haga una idea de lo que queda, en el último camión que ha salido han cabido 33. «La gente voluntaria de Zamora, si tiene un rato para ayudar, es bienvenida a la hora que sea: de diez a dos y de cinco y media a nueve, sábado incluido», recuerda De Fuentes, que cuenta todo esto con el cubo de una fregona en la mano. A seguir.
«El pueblo se ha volcado»
Cerca de allí aparecen personas como Tomás González, que subraya lo que casi todos los demás: «Esta es la forma de ayudar aquí». Y la forma es «sin parar, de un lado a otro, a todo lo que da». Casi a su vera, Juan Carlos Mateos y Pilar González van en la misma dirección, aunque hacen otro par de apuntes. El primero, que si alguna vez le toca algo así a Zamora también les gustaría ver esta entrega desde otros territorios; el segundo, que ha sido el pueblo, la propia gente de España, la que se ha volcado con Valencia: «Aquí ha sido una barbaridad lo que ha traído la gente».
Mientras alrededor todo el proceso continúa con la gente de acá para allá, Yolanda Rivas emerge entre una montaña de ropa. Esta toresana de 24 años ha venido desde la ciudad cermeña junto a su hermana. Las dos regresarán a casa cuando Ifeza cierre sus puertas: «Sientes que tienes que ayudar con lo que puedas. A kilómetros de distancia también se pueden hacer cosas», advierte la joven antes de volver a la tarea. Al levantar la vista, las cajas han vuelto aumentar. Han llegado más coches. La solidaridad no se detiene.