Las imágenes de la devastación en Valencia, Albacete y Andalucía de los últimos días han hecho que me acuerde de aquellas noticias de los terrenos inundables del las parcelas de la antigua fábrica de Leche Gaza, que fueron calificados por la Confederación Hidrográfica del Duero. Aquellas parcelas inundables que muchos vieron con incredulidad.
En septiembre, el Juzgado Contencioso condenaba al Ayuntamiento de Zamora a indemnizar a Leche Gaza por incumplir el convenio por el que la industria cedía 6.332 metros cuadrados para que la Junta de Castilla y León ejecutara los viales de acceso al puente de los poetas a cambio de construir viviendas en la parcela contigua al arroyo de Valorio, donde todavía hoy se asienta la antigua fábrica de lácteos.
Todo ese lío venía porque la Confederación Hidrográfica del Duero había determinado que en esa parcela no se podía construir porque se trataba de terreno inundable.
Los estudios que realiza la Confederación se basan en algo que los geólogos —y otras muchas disciplinas— llaman periodo de retorno: el tiempo necesario para que haya probabilidad de que un suceso se repita. En Zamora capital, en 1936, 1948 y 1959 hubo varias crecidas que dejaron sumergido parte del barrio de la Horta, Olivares y las tierras de San Frontis y Pinilla; y más atrás en el tiempo también hay constancia de enormes crecidas que anegaron centenares de hectáreas en torno a la capital.
Teniendo en cuenta que el caudal medio del Duero es de menos de 100 metros cúbicos por segundo, un equipo de geólogos del CSIC realizó hace unos años un estudio del periodo de retorno de las crecidas del Duero a su paso por Zamora. En aquel trabajo, el pico de 1.240 metros cúbicos por segundo tenía un periodo de retorno de 5 años, el de 1.650 metros cúbicos de 10, el de 2.140 de 25 y el máximo de 3.070 metros cúbicos por segundo se producía cada 200 años. Es decir, que es posible que nuestra generación viva, por lo menos, un caudal del Duero por encima de los 1.500 metros cúbicos.
Conviene recordar que el Duero no es un río manso. A veces cuando se suman el deshielo, las lluvias y el encharcamiento generalizado de la región, la crecida es monumental. Sin embargo, en Zamora no existen demasiados recordatorios de los niveles que el Duero puede alcanzar a su paso por la capital, no hay marcas ni niveles, y se conocen pocas fotografías de las inundaciones pasadas.
Un río no es lo que acostumbramos a ver todos los días, a veces y sin previo aviso, los cauces cambian y las catástrofes ocurren. Si conocemos cómo un río puede llegar a actuar, planificaremos y exigiremos a los ordenantes del territorio que no nos tomen el pelo con edificios en riberas, torrentes y cuencas que, como ya sabemos, suelen no respetar el chalé con terraza pegado al río.
En esta imagen hipotética, el Duero habría crecido por encima de los “ojos del Puente de Piedra” a una cota superior a los 627 metros. Se puede comprobar cómo el barrio de Olivares, la Horta, gran parte de San Frontis y los terrenos cercanos a la cárcel sufrirían la inundación.
El Duero a su paso por Fresno de la Ribera, donde el color azul señala las zonas que quedarían anegadas por una crecida. Se puede comprobar cómo el cauce en esta zona podría cambiar haciendo que el meandro se “taponara” y el Duero abriera un nuevo cauce más al sur, haciendo que el curso pegado al municipio quedase abandonado.
Mismo caso para la zona al sur de Toro, donde los terrenos colindantes al río quedarían completamente anegados. Por suerte, en este caso, la mayor parte de construcciones e infraestructuras quedarían a salvo ya que se encuentran sobre el nivel de la crecida.