Juan Carlos Sainz-Maza es un tipo amable. Llamativamente amable. En sus palabras y en sus gestos, este madrileño de 37 años se muestra muy educado con su interlocutor y responde sin alterarse a una serie de preguntas que se resume en una: ¿Por qué? ¿Por qué este rapero de la escena underground de Madrid, conocido artísticamente como Chaman, dejó los escenarios durante seis años? ¿Por qué no apretó en su momento? ¿Por qué vuelve ahora? La charla se produce apenas 24 horas antes de su regreso, que tendrá lugar este sábado (18.30 horas) en La Cueva del Jazz, con los 980 Clockers y Copo como teloneros, y de la mano de Colectivo 49. Luego, vendrán once actuaciones más por toda España para presentar un disco llamado Cromático.
– Vuelve a la carga seis años más tarde. ¿Qué le ha llevado a estar tanto tiempo sin sacar nada y qué se le ha despertado dentro para hacerlo ahora?
– He estado estos seis años trabajando y componiendo mucha música para otros artistas. Estuve tres años en un estudio de grabación de Madrid y antes, después del último concierto que hice, decidí apartarme un poco de hacer mi propia música y de interpretar mis propias canciones. Opté por centrarme en lo que hacía para otra gente, aunque poco a poco iba componiendo alguna cosa, sacando alguna instrumental, alguna canción, pero todo con pinceladas, muy poquito a poco. Fue hace tres años, a la vuelta de unas vacaciones, cuando me di cuenta de que necesitaba volver a expresarme. Al final, cuando haces música para otros, te pones una careta o una máscara. Incluso te inventas historias, te inventas experiencias, te pones un poco en la piel de ese artista, le preguntas de qué quiere hablar o qué quiere transmitir. Y me di cuenta de lo que echaba de menos transmitir las cosas que yo sentía y que yo pensaba. Fue justo ahí cuando decidí empezar a componer algo largo. Me apetecía mucho sacar un disco. En ese momento, no tenía pretensiones de nada.
– ¿Pero por qué lo dejó hace seis años? Más allá del trabajo, de que la vida le vaya atropellando como a mucha otra gente. ¿Hay alguna razón más profunda de hartazgo, de desgaste?
– Sí, puede ser. Quizá un poco de cansancio por tener que estar constantemente ahí. A mí no me gusta sacar música cada mes, por ejemplo, que es algo que está muy instaurado a día de hoy. Parece que si haces música tienes que estar constantemente sacando cosas. En su momento, yo necesitaba parar, centrarme, terminar los estudios y apartarme para dejarlo reposar todo.
– Ahí empieza su pausa, ¿pero dónde arranca todo? ¿Cuando empieza a componer música?
– Pues esto fue con 15 años, más o menos. Con 15 o 16. Yo escuchaba rap, pero también mucha musica de otros tipos. Siempre tuve como esa inquietud. Incluso, cuando nos juntábamos en el parque, yo tocaba la guitarra y veía que unos amigos de mi hermana tenían un grupo con el que hacían sus propias canciones. Eso siempre me había llamado la atención. Y llegó un día en el que dije: sería genial interpretar mi música. Yo tenía un videojuego para la PlayStation 1 que se llamaba Music 2000, en el que venían melodías predeterminadas y bases de ritmos, pero al final tú las unías y era como un puzzle. Así fue como empecé a familiarizarme con el tema de la creación musical, entre comillas, porque era todo muy arcaico. De esa manera hice mis primeras instrumentales, y tenía dos amigos en el barrio a los que también les gustaba mucho el rap, así que les fui pasando los temas en cintas de casete. Era muy rudimentario. La televisión de tubo de mis padres tenía tres cables, y el blanco y el rojo, que eran los del audio, los metías al auxiliar de una mesita de mezclas, y a esa mesita le conectábamos un micrófono. Así grabábamos. Así empezamos a hacer nuestras propias maquetas.
– ¿Qué contaban en las letras?
– Teníamos muchas influencias de lo típico en esa época, de hace 20 años. Escuchábamos Violadores del Verso, SFDK, también muchos grupos de Madrid, de rap que había entonces. Luego, Dani Ro, Rapsusklei y, bueno, muchas maquetas que te iban llegando de gente de por allí. Nosotros somos de un barrio de Leganés y te influenciabas un poco de eso. Pero sobre todo Violadores del Verso, porque al final eran los que partían la pana en aquel entonces y era lo que más escuchábamos. Pero aparte del rap también cogíamos otras influencias de músicas como el rock, de grupos como Barricada, de Rosendo… No sé. Eran unas letras bastante reivindicativas, ¿sabes? Nos gustaba mucho la denuncia social y dar nuestra opinión.
– ¿Y cómo se crea esa escena underground en Madrid, o cómo se sumerge usted en ella?
– Lo viví con mucho cariño. Porque al final tú estás haciendo música para tu entorno cercano, que son los amigos del barrio, y para un círculo de diez o veinte personas como mucho, que son con las que bajas el fin de semana y les enseñas el nuevo tema que has grabado. A partir de ahí, de repente, pasas a juntarte con gente que hace lo mismo que tú, jóvenes inquietos y a los que parece que tu cosa les gusta. Y todo se va contagiando. Al final era como un círculo vicioso. Nosotros nos juntábamos con gente de barrios del otro extremo de Madrid que hacían lo mismo, que hacían rap. Ahí enseñabas tu música, te echabas un cacho en el parque o mostrabas tus cintas. Eso te motivaba. Esa competición sana también servía para mejorar y para decir: ostras, si tengo que juntarme otra vez con esta gente, quiero enseñarles algo nuevo que les guste. Así empezó a surgir la escena underground que yo viví. Y era la escena de los parques, de quedar los fines de semana para hacer un corro, o llevar un radiocasete en el que alguien ponía instrumentales o venía a hacer beatbox y tú echabas allí tu trozo. Ese era el entretenimiento.
– Lo que pasa es que esto va creciendo, va sonando más su nombre dentro de ese círculo.
– Claro. De repente, algo más adelante, organizas un concierto y ves que hay gente que va. Y dices: hostia, pues qué guay. Parece que la música que hago les gusta. Parece que mi mensaje lo entienden. Y comienzas a ver un poco el feedback. Nosotros montábamos muchos conciertos y veíamos que la gente salía contenta. Eso motiva. Ahí va creciendo todo.
– En ese momento, ¿piensa en dedicarse a ello profesionalmente o es algo que es complicado desde el punto de partida que tenía?
– Cuando nosotros empezamos, éramos maqueteros y no se nos pasaba para nada por la cabeza dedicarnos a ello. Era como un hobby. Pero años más tarde, cuando ya comenzamos a grabar e ir a estudios, y nos gastábamos el dinero para conseguir un resultado un poco más profesional, pues sí te lo planteas en algún momento. ¿Sabes lo que pasa? Que en aquel tiempo éramos tan underground, éramos tan jóvenes, que para nosotros dedicarnos a la música era como algo que teníamos prohibido. Era una forma de pasar el rato libre, teníamos nuestro trabajo aparte. Años más tarde, algunos hemos tenido la suerte de poder dedicarnos a ello o a algo relacionado, y otros no.
– También he leído que el suyo era un grupo bastante purista.
– Sí, sí. También eres más niño y en el tema del rap era como: no, no, ¿cómo vas a salir en la radio? Eres un vendido. ¿Cómo vas a hacerte un tema con este que hace pop? No puedes hacer eso, está prohibido, ¿sabes? Teníamos unos prejuicios del tamaño de Saturno. O sea, era brutal, era tremendo, éramos críos. También eran otros tiempos en el rap. Era como un estilo muy elitista en el que solo te podías mezclar con gente que hacía rap. No se veían instrumentos por ningún lado. No había colaboraciones entre artistas de rap y artistas de otros géneros, ¿sabes? Era como un círculo muy cerrado. Y para el tema de las discográficas, igual. Y más en el underground. Para nosotros, un sello discográfico era el enemigo. Sony o incluso Boa, que era un sello más pequeño, eran el demonio. Estábamos completamente en el otro extremo de eso. Claro, años más tarde te das cuenta de que estabas equivocado. Que al final, si tú te quieres dedicar a la música, pues tienes que pasar por una serie de sitios.
– Al menos, lidiar con ello ¿no?
– Exactamente, y que no te influya a la hora de hacer tu propia música y que nadie te diga cómo tienes que hacer las cosas. Pero bueno, no puedes ser tampoco tan extremista. Éramos pequeños, éramos críos y no apostamos por ello tampoco.
– ¿Se arrepiente de no haber apostado más viendo a cierta gente con la que compartía la escena o a la que tenía cerca y que ha tenido un éxito importante?
– Me arrepiento, pero estoy bastante contento de la posición que tengo ahora mismo, la verdad. Porque nunca he dejado de hacer música. Nunca nadie me ha dicho lo que tenía que hacer. Puede ser que no me haya hecho rico y que siga pasando penurias para llegar a fin de mes por dedicarme a este oficio, pero considero que siempre me he mantenido fiel y he ido por donde he querido. Me ha apetecido parar seis años y dedicarme al sonido, que es mi trabajo realmente, y dedicarme a otros artistas para poner el foco en otro sitio que no fuera hacer música porque me estuvieran diciendo que tenía que hacer música.
– ¿Y ahora con qué aspiraciones encara el nuevo disco y una gira larga de doce conciertos?
– A lo que yo aspiraba al principio era a hacer un único concierto de presentación o un par de ellos como mucho. Uno en Madrid, que es mi ciudad, y otro en otro sitio en el que yo viera que tenía respuesta. Pero de repente llegaron tres seres maravillosos y me comentaron: oye, ¿qué te parece si organizamos una gira? Y yo dije: bueno, no sé si sabéis quién soy. Una gira conmigo os va a salir cara. O sea, yo no muevo gente, yo estoy pasado de moda, yo ya no meto a nadie. No sé cómo lo veréis. Y me respondieron: vamos para delante. Ahora, me he puesto las pilas de cara al directo y a una gira que tenemos por mogollón de ciudades de España. Yo jamás había hecho una gira así y tengo unas ganas tremendas porque, al final, lo que te llevas de la música son precisamente los ratos y los momentos. El concierto es muy importante, pero los antes y los después también. Y eso te inspira para seguir haciendo música. Los viajes, las risas que te echas comiendo antes de la prueba de sonido, las risas que te echas después cuando estás recogiendo… Además, solo con ver el entusiasmo que Colectivo 49 tenía cuando me propuso hacer esta gira, a mí eso me contagió. Me rejuvenecieron como 15 años.
– ¿La gira y el propio disco tienen un punto de reivindicación?
– Sí, sí, sí. Hay un punto también de eso. Porque es lo que comentábamos, que en la música, en cuanto paras un poco, ya estás fuera, ¿sabes? Y tienes que estar constantemente dando contenido y tienes que estar constantemente creando. Y a mí ese ritmo me supone un estrés tremendo. Por eso creo que paré. Entonces, en el disco, también quería dar a entender eso, que siempre he estado aquí haciendo música. A lo mejor no ha sido para mí, pero siempre he estado produciendo, grabando, mezclando para otra gente. Luego, muchos amigos me decían: oye, tío, a ver si tocas, joder. Que me apetece mucho ir a verte.
– Usted tiene algo que es extraño en los días que corren: una extraña escasez de haters en las redes sociales.
– Siempre hay alguien que te dice algo un poco fuera de lugar o fuera de tono, pero prácticamente todo lo que recibo son mensajes de afecto, de cariño y de apoyo, la verdad. Creo que porque también te lo vas ganando un poco con el tiempo. Y yo en la música siempre he tratado de mantener la calidad, porque considero que la gente que escuche mi música se merece eso. Bueno, la gente que escucha música en general se merece tacto, se merece cariño y se merece un poco de trabajo por parte del artista, ¿no? Porque si tú estás consumiendo algo banal que se ha hecho en diez minutos, pues, oye, no creo que el público se merezca esa falta de respeto. Si alguien compra tu disco y se gasta X, lo mínimo que puedes hacer tú es dar calidad.
– ¿Cómo percibe el nuevo disco, ahora que lo tiene más reposado o más asentado tras la preparación de los directos?
– En las letras, me doy cuenta de que ya no soy el mismo que era cuando empecé hace 20 años. Para esta nueva gira, tengo canciones antiguas y claro, en las letras dices cosas que a lo mejor hoy en día piensas, pero no de una forma tan radical. Me he dado cuenta de que he madurado bastante. Ya no tengo 15 o 16 años, tengo 37 palos. Y creo que cuando madure más, cuando pasen más años, lo veré bien. Al final, es una época de tu vida en la que tú escribes unas cosas que piensas y que sientes.
– A nivel directo, va a comenzar con un DJ. ¿Su idea es incorporar banda a medida que avance la gira?
– En los conciertos anteriores me encontraba mucha gente que me decía: me gusta mucho la presencia de una banda en el escenario, llena muchísimo, pero echo de menos que tú eches las canciones tal y como son. Y me lo dijeron bastantes veces. Pero bueno, hay alguna sorpresilla también para hacer un tema en acústico en directo con instrumentos reales. Es un híbrido.
– Estamos aproximadamente a 24 horas del concierto. Han pasado seis años. ¿Cómo se siente?
– Con muchas ganas. Con muchísimas ganas, la verdad. Con mucha ilusión porque, además, este primer concierto lo hacemos aquí en La Cueva del Jazz, en Zamora, en la ciudad de Colectivo 49. En principio, iba a ser solamente un concierto y es el inicio de una gira. O sea, para mí es tremendo. Y, hombre, la verdad es que tengo nervios porque son seis años sin subir a un escenario. Ya el primer día de ensayo me di cuenta de que necesitaba ponerme en marcha. Y, bueno, así lo he hecho también con un intensivo. Por suerte, vienen muchos amigos a darme calor y a darme apoyo.
– ¿Le ha cambiado la paternidad desde el punto de vista artístico?
– Sí, me ha cambiado todo. Me ha puesto todo patas arriba. Y me ha inspirado mogollón, mogollón, mogollón. Hablaba hace poco con un conocido que me decía que él necesitaba adrenalina para hacer música. Y a mí, Mario, que es mi hijo, me otorga toda la adrenalina que necesito para crear y para vivir; para trabajar y para levantarme a las cinco de la mañana. Y me ha cambiado todo porque no necesito más musas que él. Mirarle a los ojos y ya. Con eso tiro para delante. Es un angelito que hemos traído a este mundo, y es que no me puedo sentir más inspirado y más iluminado por él.
– Es padre, una persona ya madura, y por otra parte, tiene como teloneros a los 980 Clockers, unos veinteañeros que están empezando con todo esto. ¿Cómo les mira a ellos?
– Me parece brutal la profesionalidad con la que se toman el trabajo. Y, claro, yo intento estar a la altura. Pero, ojo, es que son gente joven, muy buena y que le pone mucha pasión a lo que hace. Yo lo único que puedo hacer es ofrecer todo lo que tengo para que la cosa vaya para delante y estar agradecido por darme esta oportunidad de venir a su ciudad a cantar con ellos. Al final en la música… Tienes 37 años y ya te sientes un poco mayor para hacer rap. A veces, incluso fuera de lugar. Y que gente así joven, tan joven, te dé las gracias y te diga que te escuchan y tal, pues lo único que puedo hacer es estar agradecido y dejarme el pellejo porque esta gira funcione. Me parecen admirables.