«Lo puedes poner en mayúscula, en negrita y subrayado, como quieras: me llamo Prudencia Garrote Marino y, desde hace 24 años, estoy viva gracias a la sanidad pública». La mujer que da esas señas con nombres y apellidos es la dueña de una de las voces más reconocibles de la provincia dentro de la lucha sanitaria. Ella es la persona que, cada mañana, sale de su casa en Monumenta, camina unos metros hasta el contador manual instalado ya hace unos cuantos años y cambia los dígitos: en la parte de arriba si no ha venido el médico, y en la de abajo si ha acudido.
En los 1.701 días que lleva colocado el marcador, Pruden, como la conoce todo el mundo por Sayago, ha tocado 1.671 veces los números de la zona alta y 30 los de la baja. Eso quiere decir que, en los últimos cuatro años y ocho meses aproximadamente, el médico solo ha ido a Monumenta el equivalente a un mes de continuo. «Después de la pandemia, solo conseguimos que viniera los primeros miércoles de cada mes, y si es festivo nos toca esperar al siguiente. Dependemos del calendario», lamenta la activista sanitaria.
Hace unos días, el pueblo tuvo «suerte» y le tocó consulta, aunque hubo que habilitar un local alternativo porque en el lugar habitual había un avispero. Por aquí pasa de todo: «Cuando la pandemia, se puso la cosa patas arriba, les vino cojonudo», aclara Pruden, que es una de las impulsoras de la lucha contra lo que considera como un deterioro de la asistencia sanitaria en la comarca y en el resto de la provincia. Ni ella ni el grupo de personas que la acompañan se resignan al escenario actual.
Por eso, cada sábado, y van 153 casi consecutivos, con pequeñas excepciones por cuestiones meteorológicas, un grupo de sayagueses «modorros» se concentra ante el centro de salud de Bermillo para lanzar sus reivindicaciones. El acto es sencillo, casi rutinario, pero siempre se hace. El mensaje se machaca. Los que van no se rinden. «Mejor que modorros, vamos a decir que somos perseverantes», matiza Pruden, que explica por qué eso de los 24 años viva gracias a la sanidad pública: «Tuve un cáncer de mama», recuerda.
El 28 de julio de este año, el oncólogo le dio a esta sayaguesa de Monumenta el alta definitiva, pero todo el proceso sigue sellado en la memoria de Pruden Garrote. Lo bueno y lo malo. Lo que recibió y lo que le faltó. Lo que le haría bien a otra en un pueblo si se viera en su lugar. Esa experiencia personal, con agradecimiento eterno a un medico llamado Gonzalo Mezquita, estimula el activismo de esta mujer, que advierte de problemas como la falta de facultativos para las sustituciones o la ya explicada baja actividad en los consultorios.
Por eso, y por otros problemas que perciben en la zona y en la asistencia en la provincia en general, como las listas de espera, los sayagueses seguirán en la lucha «hasta que el cuerpo aguante», con abuelas que llevan a sus nietas a las movilizaciones y con la fidelidad intacta. Su movimiento nunca se junta con el de Tábara, que se celebra en paralelo, a las 12.00 horas de cada sábado, a una hora de distancia en coche. Las dos manifestaciones forman parte de la rutina reivindicativa de la provincia.
Los irreductibles de Tábara
Allí, más hacia el norte, el portavoz de los manifestantes es Miguel Ángel Colino, que considera que las movilizaciones sí están sirviendo en la zona para que «al menos esté completa la plantilla de médicos». La sensación que transmite el responsable del colectivo es que el volumen de las protestas refuerza la atención de los dirigentes hacia lo que ocurre en la zona básica, por decirlo de algún modo. «Otra cosa es cómo está todo el tema de los especialistas en Castilla y León. Eso es muy preocupante. Las personas mayores muchas veces tienen un papelón y fíjate lo que ha pasado con Oncología», repasa Colino.
El activista tabarés comparte que el de los consultorios también es «un problema gordo» y pone el foco en la cita previa, «necesaria» durante el COVID, pero «una disculpa ahora» para mantener cerrados estos locales de facto en los pueblos pequeños. «Creo que en todas las zonas básicas tendrían que movilizarse, porque están incluso peor que nosotros. Mira los problemas que hay, por ejemplo, en Sanabria. La unión hace la fuerza», recalca Colino, que lamenta que, hasta para ir al fisio, «hay que desplazarse a Camarzana o a Zamora» en el caso de Tábara. «En realidad, para cualquier cosa tienes que moverte», remacha.
«Yo paro por mi pueblo»
Conscientes de los problemas recurrentes que se citan en los pueblos, los responsables de la Revuelta de la España Vaciada han fijado, para este 5 de octubre, el tema de la sanidad pública como eje centra de las movilizaciones de «Yo paro por mi pueblo», un movimiento que, desde hace algunos años, aspira a visibilizar los conflictos abiertos en las zonas rurales. «Más que una cuestión sobre si una mejor sanidad atraería población, este es un tema de justicia social», considera el portavoz de la Coordinadora Rural de Zamora, Chema Mezquita.
El activista alistano explica que, este año, las movilizaciones presenciales van a ser reducidas, pero anuncia el inicio de un calendario de acciones para hablar de la sanidad en los pueblos. Y para demandar mejoras. «Hay que atender al que está aquí», incide Mezquita, que explica que, en su comarca, los colectivos también se muestran bastante activos con la cuestión. «La gente necesita presencialidad. La cita previa, con perdón, es una putada. Hay gente a la que ves decir: ‘yo ya no sirvo para esto’. Eso no puede ser», abunda el portavoz de la Coordinadora Rural.
Para Chema Mezquita, el mantra de los consultorios abiertos «es una falacia», y acude al ejemplo de Monumenta: «¿Que abra una vez al mes y solo si no es festivo es que esté abierto? ¿Alguien se plantea que se hable de un quirófano operativo en Valladolid si estuviese cerrado cinco de los treinta días de un mes?», expone el representante de la lucha contra la despoblación.
Ya en el manifiesto redactado para este 5 de octubre desde la Coordinadora Rural de Zamora, sus miembros citan ese tema de los consultorios y de la presencialidad; piden más presupuesto para atención primaria, hasta alcanzar el 25% del total; exigen la reducción de las listas de espera; demandan la adecuación de las plantillas; proponen la puesta en marcha de una especialidad concreta en medicina rural; o apuntan la necesidad de mejorar los servicios de emergencias con ambulancias medicalizadas, helicópteros u otros recursos. A la gente de los pueblos le va la vida en ello.