En el corazón de Olivares, en un lugar de tránsito habitual para los paseantes y para los ciclistas, ha aparecido un verso escrito sobre piezas de cerámica. Varios grupos de personas lo ven al girar la calle, se paran y sacan su smartphone para mandarle el detalle a la familia o a los amigos. Otros, más atentos, se detienen a mirar el cuadradito de la parte de abajo en el que están grabados los nombres de los autores. Solo los de pila: «Jessica, Julia, Aitana, Lidia, Concha, Raquel y Clara». También un apodo: Señor K.
El mosaico está situado sobre la cara de una fachada de color amarillento por arriba y una mezcla entre marrón y rojizo por abajo. Los azulejos que cubren esa pared aparecen con formas cuadradas y, sobre ellos, se puede leer el fragmento de un poema de Pablo Neruda que esconde una metáfora y un grito de reivindicación: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».
La presencia de esta creación con cerámica en Olivares no es algo aislado, forma parte de un plan. Y quien lo está pergeñando es el dueño de la última de las firmas que aparecen en uno de los azulejos de la fachada. Responde al nombre de Señor K, pero también de Kolorez o de Víctor: «Llámame como quieras», resume este economista, también un poco artista y muy pasional. Eso se percibe en cuanto empieza a hablar para contar qué hay detrás del poema de Pablo Neruda y de este primer impacto en la calle.
«Te voy a contar la base teórica, el razonamiento y la visión. Aunque parezca un poco de rodeo, creo que es crucial», advierte el Señor K. Y ahí arranca. El ideólogo de todo lo que está ocurriendo y de lo que está por venir en Olivares explica que todo parte de una forma de ver la ciudad en la que encontró la complicidad del Ayuntamiento. El punto de partida concreto se encuentra en la despoblación y el empobrecimiento que padece la zona, y se complementa con el contexto paralelo de «híper tecnologización» que vive el mundo.
Para el Señor K, esta situación «se va a multiplicar en los próximos años», con lo que las recetas de las ciudades van a encaminarse a la competitividad, a la atracción de las empresas o a la generación de tejido industrial: «Entendemos que esas políticas tienen sentido», explica el protagonista de esta historia, que ejerció como economista en negocios del mundo de la tecnología, pero que tiene claro que hay un modelo alternativo que también se puede desarrollar. «Se trata de un movimiento un poco a la contra, que lo que pretende es generar dinámicas sociales, valorar más las artesanías y el arte, y plantear una estrategia contra la despoblación a través de la lucha identitaria, de la cultura como valor».
Para el responsable de este plan que está naciendo en Olivares, ahora más que nunca se deben buscar «espacios de colaboración» y de cercanía. Mientras todo se industrializa y aspira a «la perfección absoluta», hay un camino alternativo y «un mercado potencial» para esos objetos y esas artesanías que, de algún modo, «tienen la belleza de lo aleatorio; la belleza del error, por decirlo de alguna manera». Y aquí, en Zamora, «hay muchas artesanías, una escuela de artes y oficios, y tanto personas que se acaban de jubilar como gente joven que se ha formado en eso y que malvive». «Lo que pasa es que no hay diálogo entre ellos», lamenta el Señor K.
Su proyecto aspira a cambiar eso, a crear lazos y a defender «la lentitud, la integración social y la huida del turismo caníbal». «Pusimos todo eso en conjunto y decidimos empezar por la cerámica de Olivares para probar qué podemos hacer», remarca el economista. Y así se gestó un plan con varias vertientes. «Por un lado, estamos investigando qué podemos hacer con la propia cerámica. Tenemos talleres en la ciudad con hornos, hay tiendas cerradas y también gente que quiere hacer cosas. El sueño sería abrir la tienda en los próximos años y contar con un estudio de cerámica en el propio barrio», desliza el Señor K.
Pero antes de llegar a ese punto, toca «crear las dinámicas necesarias, conseguir que la gente conozca lo que es la cerámica de Olivares, y a partir de ahí lograr que se acerque a unos métodos de vida más artesanos, más colaborativos y no tan competitivos». «Tenemos un documento estratégico de tres a cinco años en el que se refleja lo que podemos hacer, cómo se regeneraría todo esto y cómo recuperaríamos una inversión inicial de las instituciones», abunda el Señor K, que deja claro que, por lo pronto, los pasos iniciales van en la línea de movilizar al barrio. Y eso va funcionando.
La implicación vecinal
No en vano, los nombres que aparecen junto al del responsable del proyecto en el espacio decorado con la letra de Pablo Neruda corresponden a personas que habían participado previamente en los cursos de decoración de azulejos con las técnicas tradicionales de Olivares. De esos talleres han salido más creaciones que se irán colocando a lo largo de las próximas semanas por las fachadas. Ya a final de año, habrá «una intervención potente», con un gran mosaico: «La idea es darle una vuelta brutal al barrio, reinventarlo y dotarlo de un carácter y de un relato; que haya una historia detrás de lo que estamos haciendo», sostiene el Señor K.
El responsable de la iniciativa habla de poner las bases, cita a los expertos en la antigua y desaparecida cerámica de Olivares que han colaborado y celebra que los talleres organizados se hayan llenado de personas «con muchas ganas» de participar en el plan. Eso sí, recuperar las piezas exactas que se hacían en el barrio hace más de medio siglo «es imposible y no tiene sentido». Para empezar, porque el lugar del que procedía el barro, en el entorno de Valorio, ya no existe como tal. Lo que sí se puede hacer es regresar a las técnicas, seguir las proporciones de antaño y buscar una estética común.
«Tenemos la aspiración de conseguir ese taller de cerámica en el barrio de Olivares que sea el guardián de ese aspecto visual», asevera el Señor K, que concede que los artesanos que puedan animarse han de contar con unas bases sólidas, y que apuesta «por involucrar a otros estamentos de la ciudad». Por ejemplo, a la hostelería: «Pueden utilizar esos recipientes que tengan un relato, que cuenten una historia, e incluso decorar el local con unos mosaicos de este estilo. Si todo lo que se ve en mi negocio es industrial, no marco la diferencia, y se puede hacer algo distinto en base a lo que somos y hemos sido», argumenta el impulsor del proyecto.
Para el Señor K, «es fundamental extrapolar ese concepto de recuperación de la identidad, que la ciudad se enorgullezca de sí misma y cree un circuito que se retroalimente». También, que lo que se haga «tenga valor comercial» y sea capaz de sostenerse por sí mismo». «De cara al visitante, también tenemos que ofrecer experiencias transformadoras. Yo siempre digo que hay un tío en Manhattan que estaría dispuesto a pagar 5.000 euros por venir aquí a ordeñar vacas», afirma el economista, que reconoce que no se puede aspirar a un turismo de masas, pero sí a captar «viajeros culturales, de alto poder adquisitivo».
De la semilla a la lucha
«Hay que pensar cómo mezclamos esto con el Románico, con los eventos de la ciudad o con nuestra propia Feria de la Cerámica. Tenemos muchas cosas y no se trata tanto de inventarnos especialistas en criptomonedas, sino de decir: a ver qué podemos hacer con lo que que somos», insiste el Señor K, que recalca que el mural con el poema de Neruda es solamente «la semilla». Para plantarla fueron decisivos el conocimiento de Clara Martín Onandía y la visión de Raquel Ramos. Luego, el mensaje habla por sí solo: «Creo que es muy potente porque refleja muy bien el espíritu del proyecto», asegura su impulsor.
El Señor K habla de una lucha «contra viento y marea» en una ciudad que «se nota alicaída, sin demasiadas ilusiones». «Siempre puede ser primavera y queremos contribuir a que lo sea», apostilla el zamorano, que pretende también pinchar a sus convecinos: «Es decir, oye, ¿aquí qué? ¿Vamos a sentarnos a esperar a que nos solucionen los problemas o vamos a dar un paso adelante?». En esto, como en la cerámica que ya luce sobre una fachada del barrio, no se trata de hacer algo redondo, sino de moverse: «No es perfecto, pero es bonito», remacha el Señor K, antes de girarse y constatar: «Mira, hay gente haciéndose fotos».