El mes en el que nacemos puede llegar a marcar nuestras vidas. No porque determine nuestro signo del Zodiaco, sino por una razón mucho más tangible y demostrable.
Los cursos académicos o las categorías deportivas se organizan en función del año de nacimiento. Pero como no escapa a nadie, nacer en enero o en diciembre supone grandes diferencias, especialmente en la infancia y adolescencia. Por eso el mes de nacimiento termina afectando al nivel físico y la capacidad de rendimiento académico, e incluso influye en la construcción de la personalidad, la confianza y la autoestima de cada niño.
A menudo, la diferencia evolutiva es menor entre un alumno nacido en diciembre y otro en el enero siguiente, aunque estén en distintos cursos, que la que existe entre un alumno de diciembre y otro de su misma clase nacido en el mes de enero del año anterior.
Lógicamente, en algún punto hay que situar el corte de los grupos: agrupar a los estudiantes según el año de nacimiento parece una forma sencilla y clara de organizar grupos que, teóricamente, están en niveles similares de desarrollo. Pero aunque es la manera más lógica, parece claro que perjudica a los nacidos en la parte final del año.
El efecto de la edad relativa en el deporte
Este fenómeno, conocido como el “efecto de la edad relativa”, es especialmente visible en los deportes. En un equipo de categoría infantil, por ejemplo, los jugadores más grandes y fuertes (generalmente los nacidos en los primeros meses del año) suelen destacar más. Estos niños reciben más atención de los entrenadores, más tiempo de juego y, en consecuencia, más oportunidades para mejorar. Mientras tanto, aquellos más jóvenes pueden verse relegados a un segundo plano, lo que afecta su desarrollo deportivo y su motivación.
Algunos estudios han encontrado que el efecto de hacer equipos por años completos pone en desventaja física y psicológica a deportistas del segundo semestre. Otros estudios también confirman que los jugadores más jóvenes dentro de un grupo de edad tienen menos probabilidades de alcanzar niveles de élite en diferentes deportes como fútbol o hockey.
Menos notable en el ámbito académico y en niñas adolescentes
En el ámbito académico, aunque las diferencias pueden ser menos evidentes, siguen existiendo estas desventajas. Los niños nacidos a primeros de año suelen tener más capacidad de aprendizaje y adaptarse mejor a las exigencias escolares en los primeros cursos de escolarización. Esto les permite sobresalir con mayor facilidad. Los más jóvenes, por otro lado, pueden tener dificultades para seguir el ritmo, lo que a veces los hace sentir menos capaces, aunque en realidad simplemente necesitan más tiempo para madurar.
El efecto de la edad relativa en la aptitud física de los chicos disminuye a medida que avanza la escolarización y está relacionado con la normalización en el desarrollo y aprendizaje de las funciones relacionadas con la línea del desarrollo natural.
Entre las chicas adolescentes, a partir de los 13 años, numerosos estudios apuntan a que este efecto va disminuyendo. La pubertad en las mujeres suele ocurrir años antes que en los hombres, por lo que a partir de ese momento, las diferencias de meses dejan de notarse.
Ser conscientes del problema
Algunos autores y especialistas han propuesto medidas para mitigar los efectos de estas decisiones. Además, estos autores muestran que lo primero que hay que hacer es comprender que la fecha de nacimiento puede influir en los rasgos de la personalidad (autoestima, confianza) y las cualidades físicas de una persona.
Aunque existen programas generales como las unidades de apoyo en los colegios, que los docentes conozcan y estén alerta ante estas diferencias puede ser el primer paso para ayudar a los estudiantes más jóvenes del grupo. Esto se puede lograr a través de programas formación para los educadores deportivos que les permitan evaluar y estimular el potencial de cada niño. Por ejemplo, si un educador deportivo capta que un alumno no tiene las mismas capacidades físicas que otro compañero, debería tener herramientas para evaluar estos efectos, además de herramientas para estimular y evaluar de una manera equitativa a cada uno.
¿Hay alternativa?
Desde una perspectiva administrativa, la organización por año de nacimiento es práctica y fácil de implementar. Pero desde el punto de vista del desarrollo individual, tal vez no sea la mejor opción.
Una posibilidad es implantar un enfoque más flexible que tenga en cuenta las diferencias en el ritmo de desarrollo de cada niño. Algunos autores] han empezado a explorar la posibilidad de agrupar a los estudiantes y deportistas por niveles de habilidades y no solo por edades, lo que permite que cada niño progrese a su propio ritmo.
En el caso de la Educación Física, otra posible solución puede ser realizar dos subgrupos de categoría (enero a junio y julio a diciembre).
En última instancia, lo más justo sería crear entornos que reconozcan y respeten las diferencias individuales, ofreciendo apoyo adicional a quienes lo necesitan y oportunidades para que cada niño y joven se desarrolle plenamente en función de sus propias capacidades, más allá de su fecha de nacimiento.
Jorge Sánchez-Infante Gómez-Escalonilla, Profesor en Fisioterapia, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.