Eligia Rosa Rodríguez Rivero, Universidad de La Laguna; Antonio F. Rodríguez Hernández, Universidad de La Laguna; Carmen M. Hernández Jorge, Universidad de La Laguna y Isabel Duarte Lores, Universidad de La Laguna
¿Hay cada vez menos personas que quieren dedicarse a la enseñanza? En 2030, en todo el mundo hará falta contratar un total de 68,8 millones de docentes, según UNESCO. En Europa, los sistemas educativos se enfrentan a una crisis por falta de enseñantes, y muchos países están experimentando una escasez de profesionales cualificados.
Los datos oficiales señalan que la profesión docente está atravesando una crisis profesional desde hace algunos años, que se manifiesta en un desapego por ejercer la enseñanza. ¿Por qué es la docencia una profesión cada vez menos atractiva?
El valor y el estatus percibidos de la profesión docente son bajos en muchos países europeos. Además, como señala el Consejo de la Unión Europea, los constantes cambios sociales, demográficos, culturales, económicos, científicos, medioambientales y tecnológicos están afectando al mundo de la educación y la formación. Los profesores se encuentran con exigencias, responsabilidades y expectativas cada vez mayores.
Factores que influyen en el desapego
Las propuestas que se han formulado en el ámbito internacional para abordar las competencias y la motivación del profesorado están orientadas a reformas y nuevas políticas en áreas como la formación inicial, el desarrollo profesional continuo, las condiciones de trabajo, la carrera docente, la evaluación y el bienestar de los enseñantes. Además, para diseñar políticas efectivas se necesitan previamente evidencias sobre “qué funciona y bajo qué circunstancias”.
En cuanto al bienestar de profesores y profesoras de las distintas etapas educativas, los expertos coinciden en señalarlo como la base de las relaciones con los alumnos y la enseñanza en sí. Lo es en condiciones normales, cuánto más en condiciones complejas y cambiantes como son las actuales.
¿Por qué quiero ser docente?
La motivación no solo influye la elección de la profesión, sino también en la permanencia en ella, en la mejora y adquisición de nuevos aprendizajes y habilidades, e incluso en el ajuste emocional.
¿Cuáles son los diferentes tipos de motivaciones que lleva a una persona a querer dedicarse a la enseñanza? ¿Cómo influyen e interactúan con otras variables? Sea intrínseca o extrínseca, la fuente de esta motivación predice su grado de compromiso con una tarea y será, por tanto, una condición para su eficaz desempeño.
Cuando quisimos indagar sobre los motivos que llevan a los docentes a elegir y permanecer en su profesión, lo hicimos partiendo de tres interrogantes: ¿Cuáles son los incentivos que se obtienen al trabajar como docente? ¿Cuáles son las necesidades que satisfacemos cuando ayudamos a aprender? ¿Cuál es la verdadera motivación íntima y personal que mantiene nuestra decisión de seguir dedicándonos a la enseñanza?
Realización, vínculo social y bienestar
Las respuestas obtenidas se engloban en tres categorías teóricas, o lo que es lo mismo tres grandes grupos de necesidades. Como primer factor aparece la “realización docente”, que recoge incentivos asociados a la misión educativa que define la docencia y que, por tanto, está orientada a la mejora del alumnado y a la consecución de su aprendizaje integral. El mayor peso específico de este factor confirma el carácter altamente vocacional de la profesión de enseñante. Es decir, que la mayoría de los docentes que participaron en nuestro estudio valoran positivamente la misión educativa de su profesión, el hecho de que el objetivo de la labor sea mejorar la vida de los estudiantes, por encima de cualquier otra consideración.
Un segundo factor importante, pero con un menor peso respecto al anterior, es el que designamos “bienestar profesional”, que está integrado por aspectos relacionados con las garantías laborales que hacen posible la docencia, como la estabilidad laboral, el salario y la disponibilidad de tiempo o las vacaciones. Eso implica que la segunda razón más importante por la que los entrevistados eligieron la profesión fue por sus condiciones laborales: el hecho de ser un empleo con un salario aceptable, estable y compatible con la vida familiar y personal.
Finalmente, obtuvimos una tercera categoría de incentivos que cubren las necesidades afiliativas y que por ello llamamos de “vinculación social”. Se trata de cuestiones relativas a la relación que se establece con aquellos con quienes interactúan en el sistema escolar. Es decir, los estudiantes, las familias del alumnado y sus colegas. Este factor presenta una relevancia mucho menor respecto a los dos anteriores. El hecho de que los docentes no prioricen las relaciones con colegas y familias puede ser causa de una baja salud emocional; sobre todo si tenemos en consideración la influencia que tienen los vínculos interpersonales en el bienestar subjetivo del ser humano.
Cambiar el foco
Contar con docentes motivados es uno de los requisitos esenciales para un sistema educativo en el que estudiantes de diversos orígenes puedan prosperar y alcanzar su máximo potencial.
A menudo, los cambios en legislación educativa (que aumentan las exigencias administrativas y metodológicas) se centran en la atención a la diversidad del alumnado en unas aulas cada vez más complejas de gestionar. Pero es importante recordar que todo se sostiene “sobre los hombros” de la motivación y el esfuerzo del profesorado.
Llevamos décadas acumulando datos sobre el alumnado. Quizás sea hora de enfocar también nuestra mirada en los maestros y maestras para saber cómo apoyarlos y protegerlos.
Eligia Rosa Rodríguez Rivero, Predoctoral Programa de Psicología, Universidad de La Laguna; Antonio F. Rodríguez Hernández, Profesor titular de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de La Laguna; Carmen M. Hernández Jorge, Profesora del área de Psicología Evolutiva y de la Educación , Universidad de La Laguna y Isabel Duarte Lores, Profesora de Metodología , Universidad de La Laguna
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.