No hay nada más lindo que todo lo que nos pasó,
incluso habiéndonos pasado cosas no tan lindas.
Así como tampoco hay nada más lindo
que todo lo que todavía nos está por pasar
La poesía de Mariano Blatt, recitada por Jonathan Arribas, sirvió para cerrar este jueves el encuentro literario que abrió el programa de Zamora Orgullosa. Los versos del argentino, hilarantes, tiernos y brutos casi al mismo tiempo, funcionaron como resumen o como broche de una charla entre tres jóvenes autores que se movieron durante aproximadamente una hora entre lo personal y lo referencial. La literatura queer apareció, en realidad, como el destino de un viaje largo y con obstáculos para los protagonistas, que compartieron vivencias comunes y particulares ante el público del Teatro Principal.
Arribas, el representante zamorano de la charla, estuvo acompañado sobre las tablas por la canaria Aída González Rossi, autora de obras como Leche Condensada, y por el navarro Julen Azcona, que publicó el año pasado La última sauna del mundo. Ambos arrancaron leyendo fragmentos de su obra antes de sumergirse en el mundo de la imaginación adolescente previa a la explosión literaria e incluso a la expresión en sociedad de sus propias formas de vivir: «Mi mundo queer estaba en mi escritorio», apuntó la canaria.
Para Aída González, su propio cuarto terminó por convertirse en «una especie de submundo» donde podía sentirse más libre, «como persona queer y como persona gorda». «Llegué a tener relaciones amorosas muy profundas, muy elaboradas, con personas que no conocía en persona», aseguró la escritora, antes de que Julen Azcona destacara la importancia de Internet para el colectivo: «Fue una manera de experimentar, como también lo fue la fantasía a través de la literatura. Hay una especie de enlace entre el género y lo LGTBIQ+, porque en lo fantástico también hay un personaje que siente que no es normal, pero que descubre un mundo mágico en el que encaja», reflexionó el autor.
Los tres, González, Azcona y Arribas, tienen en común la procedencia rural o de lugares donde todo el mundo se conoce, una circunstancia que ha marcado su forma de encarar determinados pasos. El zamorano, en concreto, recordó su infancia en Montamarta y situó sus primeras referencias en el programa «Fama, ¡A bailar!». «Era genial, porque los hombres se comportaban de una manera distinta. Rafa Méndez tenía pluma, pero la gente lo respetaba, y los chicos y las chicas se daban besos. Lo que ocurre es que no se veía bien que yo estuviera con eso todos los días. Desde la infancia hay una mirada adulta cargada de suspicacia», añadió el escritor que, a principios de 2025, publicará su primera novela.
A partir de ahí, González habló también de los pasos adelante a través de la cultura emo. Conviene recordar que los tres participantes del encuentro se hallan en una franja de edad que va de los 25 a los 30 años: «Aquello fue una expresión codificada de lo queer, de lo andrógino. Había cosas que no sabíamos, pero a lo mejor un poco sí. A veces, no hay lenguaje para explicar algunas cosas», reflexionó la canaria, ante la mirada de Julen Azcona, que tuvo que reconciliarse con su masculinidad a través de «un viaje de aceptación». «Mi refugio de infancia fueron las chicas», concedió.
Centrados de nuevo en la literatura, Arribas opinó que «muchas ficciones queer tienen la imposibilidad como núcleo». Es decir, que se utiliza la sexualidad de los personajes para describir historias de amor prohibido o de caminos que no se pueden recorrer: «Necesitamos hablar del dolor y de lo que es imposible, pero reflejar que también nos puede ir bien», aportó González, mientras Azcona abogó por «no castigar a los personajes». «Pueden ser imperfectos, complejos, oscuros, pero humanos al fin y al cabo», apostilló.
La presunción de heterosexualidad
En ese punto, Aída González citó El celo, de Sabina Urraca, mencionó la bisexualidad de los personajes literarios y lamentó que, en muchas ocasiones, las novelas se trabajan con «la presunción de heterosexualidad». «La imaginación queer tiene que ocupar aún más espacio y funcionar en un mismo plano que lo demás. no necesita señalarse», remarcó Arribas. A eso, Azcona aportó que «la literatura hegemónica es la que es». «Nosotros leemos mucho LGTBIQ+ porque nos gusta y nos sentimos interpelados», señaló el navarro.
Azcona puso aquí como ejemplo a su padre, a quien le deja novelas para leer y que en alguna ocasión le ha pedido «un descansito» de historias LGTBIQ+: Yo he leído chorrocientas novelas de heterosexuales y nunca he pedido un descansito», clamó entre risas el escritor, que citó como obra referencial de inicio para él En el Camino, de Jack Kerouac. «Se percibe un amor súper platónico del personaje, está obsesionado con su mejor amigo», destacó el navarro. Arribas mencionó Los delitos insignificantes, de Álvaro Pombo, un regalo de Luis González, de la Librería Semuret.
Al cierre, Arribas reflexionó sobre la gente que «aún no ha podido mostrarse como siente» y Azcona demandó «un torrente queer» en la literatura. La palabra utilizada y la referencia a la «gran película LGTBI» de Santiago Segura rompieron con risas el momento final antes de llegar a Blatt.
No hay nada más lindo, para terminar, que hoy estemos juntos.