Eider Salegi Arruti, Mondragon Unibertsitatea; Markel Maia Sadaba, Mondragon Unibertsitatea y Susana Cabello Perez, Mondragon Unibertsitatea
Primeros de septiembre: cóctel de emociones en el seno de las familias con hijos pequeños. Llantos y miedo, tristeza, angustia, inseguridad, intranquilidad, incertidumbre.
Son días difíciles para los más pequeños y sus padres y madres. Toca decirse adiós por unas horas y generalmente, los niños muestran inseguridad al separarse de su figura de referencia. Las emociones no se limitan a los pequeños: las dudas asaltan a los adultos. ¿Por qué me tengo que quedar tantos días en la escuela? ¿No será mejor dejar al niño e irme para que sufra menos? En nuestra época se hacía así… y tampoco nos ha pasado nada, no tenemos ningún trauma. ¿Por qué mi hijo es el que más llora? ¿Significa que es más débil? ¿Lo va a pasar mal? ¿Acaso lo he mimado demasiado?
El período de acogida en las escuelas consiste en una serie de días durante los que el niño acude junto a su figura de apego o familiar, con el fin de establecer la confianza básica necesaria para que se sienta cómodo en su nuevo entorno. Suele ser un tiempo sin duración establecida de unas cuantas semanas y el proceso finaliza cuando los niños sienten la escuela como un espacio familiar.
Algunas familias no entienden por qué tienen que invertir tanto tiempo acompañando a sus hijos en las escuelas. Es un esfuerzo que afecta a la organización de toda la familia; hay padres que emplean sus vacaciones en este tiempo. Pero las maestras y maestros lo defienden pedagógicamente: .
¿Por qué es necesario?
El apego es un vinculo emocional profundo que se forma entre una persona y sus figuras de apego primarias, generalmente los padres o cuidadores principales. Desde el momento del nacimiento, el apego desempeña un papel crucial en el bienestar y el desarrollo del recién nacido. La calidad de la relación de apego influye en cómo los bebés experimentan y responden al mundo que los rodea.
Acudir a la escuela por primera vez es un momento clave del desarrollo. Los pequeños dejan un entorno seguro y se enfrentan a muchas novedades en su rutina. Pero sobre todo, es el momento de sus vidas en que amplían sus referencias de apego, y por eso es importante disponer de un tiempo de acogida y vinculación.
El objetivo del tiempo de acogida es que la niña o el niño establezcan un vínculo afectivo, es decir, una relación de apego, con los nuevos adultos de referencia. Este vínculo tiene que ser lo suficientemente sólido como para que pueda afrontar la estancia en la escuela con seguridad física y emocional, y así poder avanzar a su ritmo en el descubrimiento y la exploración del nuevo entorno.
De adaptarse a ser acogido: una diferencia importante
Hasta hace poco, esta etapa se llamaba periodo de adaptación: el énfasis se ponían en el esfuerzo del niño para aceptar el nuevo entorno. Al referirnos ahora a un período de acogida, estamos destacando el esfuerzo por parte de los adultos (tanto familia como educadores) para conseguir que los menores se sientan acompañados.
La acogida destaca la necesidad de atender a cada criatura de manera individual en su desarrollo emocional. Habrá pequeños que lloren o se enfaden, mientras que otros analizarán la situación sin protestar. Esto no quiere decir que no necesiten todos un tiempo de transición y atención diferenciada.
Todos los nuevos integrantes del aula pasan por un proceso de aceptación de la nueva figura de apego, al tiempo que conocen las costumbres del nuevo ambiente. Este período de acogida en la escuela facilita el traspaso de cuidados (sueño, alimentación, higiene, descanso, consuelo…) de la persona acompañante (padre, madre, abuela, tío…) a las educadoras.
La entrada en la escuela es de esta manera algo positivo y no algo a lo que nos resignamos. Los propios niños nos irán señalando con su mirada, su acercamiento físico a las educadoras, sus conductas de exploración, su tranquilidad, su sonrisa… cuándo es un buen momento para la ausencia o despegue del acompañante.
Las claves del periodo de acogida
La principal clave del período de acogida es entender que el niño o niña es el protagonista de su proceso: hay que creer en sus capacidades y saber que puede llevar a cabo esta transición. En este momento tan importante, hay que evitar todo cambio en la vida cotidiana (destete, cambio de chupete, cambio de habitación o de cama, incorporar otra persona a su cuidado…). También es conveniente tener coherencia entre la casa y la escuela, en el momento de dar respuesta a las demandas y necesidades del niño. Por ejemplo, en el ritual para dormir, el modo de cambiar el pañal, la utilización del chupete, el ritmo y frecuencia para alimentarse, los hábitos de casa… Es bueno intentar que los límites que les ponemos tanto en la escuela como en casa sean congruentes.
En cuanto al maestro o maestra, el objetivo de estas semanas es el de crear un vínculo de apego y dar seguridad al niño que viene a la escuela, pero también debe acoger a las familias. La comunicación entre la familia y el educador es muy importante, y por ello, debe dedicarse un tiempo al traspaso de información cada mañana. Será la persona encargada de acompañar el proceso tanto del niño como de la familia, y por lo tanto, tendrá que tener en cuenta crear un espacio acogedor y respetar los tiempos de cada niño. Algunos niños les cuesta mas despegarse de su familia y entrar y relacionarse en un espacio desconocido mientras que a otros les cuesta menos.
Para facilitar el proceso, ayuda sin duda : el espacio al que acudirán los niños muchas veces también puede ser nuevo y desconocido, por lo que es interesante crear espacios acogedores dentro del aula donde los padres se sientan cómodos, mientras sus hijos van explorando. Podemos ofrecer materiales a los pequeños que fomenten el despegue de la figura de apego, como por ejemplo, pelotas pequeñas y objetos que atraen su atención, que ruedan con facilidad y se desplazan fácilmente por el espacio para que puedan ir a buscarlos y volver al lado de su acompañante. Telas para jugar al cucú tras y trabajar el aparecer y desaparecer…
El tiempo de estancia en la escuela será más corto los primeros días y se irá aumentando paulatinamente, en consenso con las familias y según vaya afianzándose el vínculo con la maestra.
Las familias ante este reto
Las familias dejan en manos de la escuela lo que más quieren en el mundo. Ello puede generarles sentimientos de pena y culpabilidad o de confianza y seguridad. El proceso de acogida es un tiempo muy sensible donde afloran diferentes sentimientos y a veces contradictorios.
Es fundamental que las familias entiendan la importancia de la disponibilidad de una persona acompañante mientras el niño lo necesite. Por ello, son imprescindibles.
No estamos únicamente haciendo más agradables los primeros días en la escuela: el éxito de este período y hacerlo coincidir con los ritmos de cada niño permiten un desarrollo psicoemocional adecuado. : contribuir a que se construya de manera segura con maestros y con el entorno escolar, en el que niños y niñas pasan una parte tan importante de sus vidas, es una inversión para minimizar la posibilidad de otros problemas más adelante.
Eider Salegi Arruti, Profesora-investigadora, Mondragon Unibertsitatea; Markel Maia Sadaba, Profesor investigador, Mondragon Unibertsitatea y Susana Cabello Perez, Profesora investigadora, Mondragon Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.