– ¿Pero qué le ha pasado a este hombre?
Algo así ha debido de pensar una de las mujeres que en la mañana de este sábado se han acercado al cementerio de Sanzoles para limpiar la zona y adecentar las lápidas, algo que se hace en tantos pueblos de la provincia, cuando ha visto abierta la sepultura de un familiar suyo. Abierta en el modo en el que están abiertas las sepulturas cuando hay un entierro y esperan a que llegue su inquilino para lo que queda de eternidad.
Claro, a nuestra protagonista le ha extrañado no enterarse del deceso, así que se ha dispuesto a avisar a familiares más cercanos del dueño de la tumba. Que se supiera, el hombre estaba vivo, lo que confirmaba él mismo cuando se sorprendía al enterarse de los primeros acontecimientos.
El siguiente paso era determinar quién había abierto la sepultura y para qué. Y a ello que subió al cementerio de Sanzoles el dueño de la fosa. Lo que sucede es que entre el momento en el que la primera mujer salió del cementerio y el instante en el que el dueño de la sepultura entró en el camposanto, por ahí había pasado más gente. Y el hombre se ha encontrado ocupada una tumba que, en teoría, le estaba esperando a él. Y con una corona encima de la lápida: «Tus sobrinos no te olvidan».
El disgusto, mayúsculo, y la familia, llamando a todas las funerarias de Zamora a ver qué había pasado, porque en el pueblo nadie se había enterado siquiera de que había entierro. Las funerarias, evidentemente, no han dado datos, pero sí se han puesto a trabajar y la que ha enterrado al muerto en el sitio equivocado no ha tardado en reconocer el error. Lo siguiente, sacar al muerto de la tumba que no le correspondía y depositarlo en la que es de su propiedad, lo que se ha hecho con todas las garantías exigibles.
Historia, así las cosas, acabada. La equivocación, resuelta; la tumba, vacía y el fallecido, donde corresponde. «Madre mía, qué mañana».